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Las turberas ocupan poco más del 3% de la superficie terrestre del planeta y, sin embargo, almacenan más carbono que toda la biomasa de bosques de la Tierra. De ahí que, dada su importancia medioambiental y el papel clave que ocupan en los ecosistemas, una de las turbas más extensas y mejor conservadas del mundo ha sido incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Se trata de la turbera de Flow Country situada en las Highlands escocesas, un territorio de más de 400.000 hectáreas salvaje y –afortunadamente– poco alterado por la intervención humana, cuya extraordinaria diversidad no se encuentra en ningún otro lugar del planeta.
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La formación de las turberas
El ecosistema de esta turbera salpicada de charcas y pantanos, que ocupa parte de las regiones de Caithness y Sutherland, se ha ido formando durante más de 10.000 años, desde que los glaciares se derritieron al final de la última Edad de Hielo. Ahora, la turba tiene un máximo de 10 metros de profundidad y es el hogar de cientos de especies vegetales y animales.
Clasificada como un tipo de humedal, la turbera se produce a partir de la acumulación superficial de capas de material orgánico conocida como “turba” en cuencas lacustres de origen glaciar. El estado de humedad permanente y la presencia de unos musgos específicos que evitan la propagación de hongos y bacterias que contribuyen en la descomposición de la materia orgánica, hace que esta capa de vegetación muerta se consolide como turba.
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Importancia medioambiental
Las turberas representan casi la mitad de los humedales del mundo y cumplen con un papel muy importante en la acumulación de carbono. De hecho, las turberas son los depósitos que contienen más carbono en menos espacio de las zonas terrestres. Formadas en lugares frescos y con abundante lluvia, el suelo de las turbas está compuesto en un 90% de agua y, aún así, es el hábitat de muchas especies como anfibios, aves y especies vegetales.
Estos ecosistemas son muy vulnerables a la intervención humana y están en riesgo de desaparecer, ya que en muchos lugares de la Tierra se han drenado para utilizar sus extensiones como campos de cultivo. Al ser drenada, la turba se descompone y libera todo el carbono que había almacenado previamente –un tercio del que se encuentra en el suelo del planeta– a la atmósfera en forma de gas invernadero, de ahí que su alteración sea incluso nociva para el medio ambiente.
Con la incorporación de la turbera de Flow Country a la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, la organización pretende poner en valor la relevancia de este entorno natural y la necesidad de protegerlo para garantizar su adecuada preservación.
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