Hendaya se estira junto al Bidasoa y la bahía de Txingudi, con el perfil de la vecina Hondarribia siempre a la vista. Esta antigua población pesquera y ahora punto de partida para ver cetáceos empezó a ponerse de moda como destino de veraneo hace más de un siglo, a rebufo de la cercana Biarritz aunque con menos pompa, más tranquilidad y un oleaje suave, perfecto para los baños de mar de la época –ahora, talasoterapia– y, desde los años 70, para la iniciación al surf. Hendaya Plage es una agradable cuadrícula de calles con casas de estilo neovasco –caseríos con tejado a dos aguas y entramado de madera a la vista–, muchas de las cuales pertenecen a familias de París, Burdeos o Toulouse que huyen de las ciudades en verano.
El viejo núcleo de Hendaya se concentra en torno a la iglesia de San Vicente y la plaza de la República. El templo, con su galería de madera y tres pisos, es una bella obra del siglo XVI. Alrededor se congregan cafés, coquetas confiterías como Au manoir des Arômes, tiendas de quesos regionales y restaurantes que apuestan por los productos kilómetro cero, como L’Apostrophe. El día de más bullicio es el miércoles, cuando la plaza se transforma en un mercado repleto de frutas, hortalizas y embutidos.
![Castillo de l'Abbadie](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/castillo-de-labbadie_44e2311a_240524122521_1200x800.jpg)
Bajando hacia el puerto pesquero de Caneta se pasa frente a la casa del escritor de libros de viajes Pierre Loti, que estuvo destinado en Hendaya como almirante de la Armada francesa. Loti fue un invitado habitual de Antoine d’Abbadie asu Castillo, una mansión neogótica con almenas, torretas, salones y dormitorios tapizados de telas con heráldica, iniciales, flores… y repleta también de objetos de Etiopía y pinturas sobre las tradiciones de la antigua Abisinia, una región que su propietario recorrió ampliamente.
Este hombre ilustrado fue un erudito que hablaba 14 lenguas y que en este castillo reunió una colección de libros sobre Etiopía, cultura vasca y astronomía, una afición que lo llevó a construir su propio observatorio y, más tarde, a presidir la Academia de las Ciencias de Francia, actual propietaria del recinto.
![Castillo Hendaya](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/castillo-hendaya_98f4f06e_240524124603_1200x862.jpg)
El entorno del Castillo de Abbadie es una reserva natural de 65 hectáreas que se asoma a uno de los rincones más bonitos de este litoral. Una red de senderos atraviesa bosques y prados en los que pastan ovejas manex tête noire. Algunos se abren paso hasta miradores que cuelgan sobre los islotes Les Deux Jumeaux, los acantilados de flysch de la Corniche y la bella bahía de Loia.
Meca del surf
Desde esta colina se contempla una amplia panorámica de la larga playa de Hendaya. Decenas de puntos parecen mecerse sobre el agua: son surfistas montados en sus tablas esperando olas. La antigua población balnearia es hoy uno de los principales centros de iniciación de este deporte nacido en Hawái y popularizado en Europa en los años 70 gracias a surfistas de Hendaya y Anglet, como Alain Menvielle o Eric Rougé. Estos dos veteranos hace décadas que se dedican a diseñar y a construir con sus propias manos tablas de surf. Son shapers consagrados, de la vieja escuela, que trabajan envueltos en una capa de polvo blanco de fibra de vidrio y un fuerte olor a resina.
![Hendaya](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/hendaya_302efe2e_240524130323_1200x800.jpg)
Los niños de Anglet aprenden a surfear en la escuela, igual que en Hendaya la pelota vasca forma parte de la clase de educación física. Esta localidad apacible tiene incluso un Paseo de la Fama Surfista, con los pies –en posición de surfear– de figuras como el estadounidense Kelly Slater (once veces campeón del mundo) o Pauline Ado (campeona del mundo en 2017 y siete veces de Europa), nacida en Hendaya y formada en Anglet.
La afición al surf se percibe a lo largo de todo el paseo marítimo, una sucesión de playas con distintas condiciones de baño y de oleaje, en el que hay varios chiringuitos, puestos de socorrismo y escuelas de surf. Es posiblerecorrerlo en bicicleta o a pie desde el río Adour hasta el faro de Biarritz, que se yergue sobre un acantilado desde el que se contempla la bulliciosa vecina del sur, famosa por su casino art-déco.
![Hendaya](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/hendaya_c0198bcc_240524124655_1200x800.jpg)
En la playa Chambre d’Amour, la más meridional de Anglet, se alza la Love Tower. Este torreón de láminas de madera es una obra de Tadashi Kawamata que alude a la leyenda de dos amantes de familias enfrentadas que se encontraban furtivamente en una cueva hasta que una noche el mar los engulló.
El sendero del litoral –54 km entre Bidart y San Sebastián– se alarga aquí 4,5 km, bordeado por un paisaje de dunas entre las que crecen lirios de mar y que sobrevuelan milanos que se pierden luego entre las copas de la frondosa Pignada o el Lazaret. Estos dos pinares suman 230 hectáreas y constituyen no solo un pulmón verde para la región, sino también un parque que los habitantes locales aprovechan a todas horas para pasear en bicicleta, andar, salir a correr o hacer un pícnic.
![Anglet](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/anglet_40ad2917_240524131427_1200x800.jpg)
A falta de un casco histórico, Anglet se distribuye en varios barrios, cada uno con su propio centro. El eje comercial es el mercado cubierto de Les Halles, mientras que el núcleo cultural se halla en torno al teatro Quintaou, la Ville Beatrix Enea que exhibe arte contemporáneo y la recién estrenada Galería de Exposiciones Georges Pompidou.
Para acabar el día hay dos opciones bellísimas: contemplar la puesta de sol desde la Love Tower o bien sentarse frente al lago Brindos en la terraza de su château, observando los nenúfares y cómo las garcetas de blanco plumaje se acomodan para pasar la noche en los árboles de la orilla.