Alcañiz es, sin dudarlo, uno de los conjuntos monumentales más notables de Aragón. Basta con caminar la corta distancia que se recorre entre su castillo y su plaza principal para comprobar que esta localidad está volcada en exhibir un inesperado y valioso patrimonio que se esconde en este rincón meridional de la provincia de Teruel.
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LA SORPRESA DE ARAGÓN
Salvo cuando irrumpen el verano o los tambores de las procesiones de Semana Santa, Alcañiz vive sumido en el apacible silencio que preservan sus callejones y plazas medievales, salpicadas con un sorprendente catálogo de monumentos renacentistas y barrocos. Este pueblo con encanto, cuyo topónimo deriva del vocablo árabe Alcanit (el cañizo o caña de su escudo), creció ceñido por el serpenteante meandro que forma el río Guadalope, que sigue regando los campos de olivos de los alrededores de los que se extrae el «oro líquido» de la comarca, que es el fino aceite bajoaragonés.
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un castillo calatravo y muy artístico
Alcañiz se asienta en la ladera del cerro del Puy Pinós, que lleva siglos presidido por el imponente Castillo de los Calatravos. El monumento recuerda el origen de la villa que hoy se conoce. Tras la Reconquista del territorio realizada por los reyes católicos, Ramón Berenguer IV le otorga carta de pueblo en 1157 y en 1179 Alfonso II dona a la Orden de Calatrava un amplio territorio a este pueblo que con el tiempo fue sumando a su nombre los títulos de «leal», «muy leal y «heróica» por la valentía en antiguas contiendas.
Precisamente la explanada del castillo es uno de los mejores miradores sobre el Bajo Aragón turolense, que en su tiempo fue un enclave defensivo de gran importancia. A lo largo de su historia, el recinto ha sido castillo, palacio, cárcel, cuartel, cementerio y residencia. Tras un periodo de ruina, en 1925 fue declarado Monumento Nacional. En la misma colina se halla el cercano Palacio de los Comendadores, edificio barroco y desde 1968 convertido en el Parador de Turismo de Alcañiz.
Esta singular fortaleza-convento de líneas góticas, aunque su origen anterior se remonta al siglo XII, conserva casi intacta su estructura. Se preservan elementos como la bella Torre del Homenaje, en la zona más antigua del recinto, o el claustro del convento con valiosos murales medievales, uno de los conjuntos más interesantes de Aragón, o la Capilla románica con pinturas del siglo XIV que además guarda el sepulcro de Juan de Lanuza, joya de la escultura funeraria del renacimiento aragonés.
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UNA PLAZA QUE ES MEMORIA viva
Siempre al abrigo de su protector castillo, Alcañiz, una de las 20 localidades que forman la comarca del Bajo Aragón, es uno de esos pueblos de piedra y forja, que guarda un resumen de su historia en la plaza de España. A su alrededor se abre un inesperado conjunto arquitectónico de influencia italiana, considerado único en España. En él destaca la Casa Consistorial, erigida entre los siglos XV y XVI, de espléndida fachada manierista y rematada en su tercer piso por una galería con arcos. Sede del ayuntamiento y construida con piedra sillar, es uno de los más bellos ejemplos renacentistas de la provincia y conforma una preciosa estampa junto a la Lonja gótica del siglo XV con la que comparte espacio, esta con tres estilizados arcos en la base y una galería superior, todo de piedra sillar. El conjunto está declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España.
Otro de los emblemas de Alcañiz es su majestuosa Lonja del siglo XV. La antigua Casa de los Mercaderes, en ángulo con la espléndida Casa Consistorial, que conserva una galería de arcos delicadamente esculpidos. Su fachada incluye un relieve de la Trinidad, neoclásico del siglo XIX, obra del escultor Manuel Guitarte. Cerca también destaca la colegiata de Santa María la Mayor, templo barroco erigido sobre una iglesia anterior de la que conserva la torre-campanario. Su sacristía guarda una valiosa colección de tablas góticas de los siglos XV y XVI.
DEL ALCAÑIZ RENACENTISTA AL MODERNISTA
El Renacimiento también hace acto de presencia en otros monumentos de Alcañiz, como la iglesia de Santo Domingo, reconvertida en el espacio De Historia Atrium, y en palacetes como la Casa Maynar, sede comarcal, o la Casa Ardid, que alberga la biblioteca y el archivo municipal. Por su lado, en el paseo por el barroco de la localidad sobresalen la iglesia de Santa María la Mayor o la ermita de la Virgen de Pueyos. Además de las iglesias del Carmen, de San Francisco o los Escolapios y el santuario de Santa Bárbara, reedificado en 1860.
Con el siglo XVIII surgen en Alcañiz molinos, hornos que expanden la localidad y que trajeron un posterior florecimiento que aportó, por ejemplo, las bellas casas modernistas del Paseo Andrade o la Casa Taboada, el Teatro, el Mercado Municipal o diversas obras hidráulicas como puentes, norias y balsas, así como la popular fuente de 72 caños del Parque de la Glorieta.
Ubicación Exacta
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SECRETOS en el SUBSUELO
Pero todo lo que hay que ver en Alcañiz no se haya a la vista. Uno de los paseos más curiosos que se puede seguir en el pueblo es por su entramado de pasadizos subterráneos que comunican el casco antiguo con algunos de los edificios más destacados, uno en dirección a la calle Mayor y otro hacia el nevero medieval situado bajo la plaza principal. Sobre estos, se puede seguir en la zona la Ruta de las Bóvedas del Frío, que se pueden visitar desde la oficina de turismo.
UN ENCLAVE DE RICO LEGADO arqueológico
El territorio que ocupa Alcañiz ya fue elegido por el hombre prehistórico, de ahí los numerosos yacimientos y abrigos con pinturas rupestres que se pueden visitar en su término y en los alrededores. Testimonio de los aquellos primeros asentamientos son las pinturas rupestres de Val del Charco del Agua Amarga, declaradas en conjunto a otros ejemplos de Aragón y Levante Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Asimismo se han localizado en la comarca vestigios de poblados íberos en El Palao, Tito de Cañón, la Redehuerta, El Taratrato y en la necrópolis de El Cascarujo, todos incluidos en la Ruta de los Íberos que se puede seguir en Aragón, y que cuenta en Alcañiz con una exposición permanente en el CIBA-Centros de los Íberos del Bajo Aragón.
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