Como no podía ser de otra forma, este ferrocarril forma parte del Grand Train Tour de Suiza, un viaje que permite descubrir este país de estación en estación. Junto al Gothard Panorama Express y el Bernina Express, es uno de los trenes panorámicos imprescindibles de los Alpes.
Antes de hacer zoom en el recorrido, queda claro que el Glacier Express es una apasionante travesía por los Alpes. Su trazado cruza el país por donde nadie se lo espera, por su confín más montañoso. De este a oeste (y viceversa), va buscando ríos que le ayudan a conquistar gargantas y, ayudado por algunos tramos de rieles en cremallera, consigue escalar más allá de los 2.000 metros a su paso por Oberalp.
En total, 291 kilómetros de vías que atraviesan hasta 91 túneles y 291 puentes. Todo diseñado con un objetivo: que este entorno alpino se pueda contemplar desde la comodidad de estas sofisticadas butacas.
El Glacier Express en datos
- 291 kilómetros por sentido
- 91 túneles
- 1291 puentes
- Más de 2.000 metros en Oberlap
![St. Moritz](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/st-moritz_65438e37_240603112535_1200x800.jpg)
Inicio en St. Moritz
St. Moritz acoge la salida de este tren con la sofisticación que se le presupone por su fama. Este resort alpino combina el lujo de sus hoteles y tiendas con un entorno sobrecogedor en el que el lago homónimo sirve de espejo a los picos de más de 2.400 metros de altitud que lo rodean.
Antes de subir al vagón, merece la pena perderse entre sus calles que combinan la sofisticación de los escaparates de sus boutiques con el hallazgo de los monumentos con más historia de este lugar. En este baile de épocas y de eras sobresalen los campanarios de la iglesia reformista y el del templo de San Mauricio, una torre con una inclinación mayor que la de Pisa. También sorprende la fachada de Hanselmann, una confitería donde elaboran la famosa tarta de nueces de esta ciudad. Un capricho asequible y para todos los gustos.
Más arriba espera Chiesa Futura, un edificio de viviendas diseñado por Norman Foster que se ha convertido en el icono de la ciudad. Y abajo, en el lago, su coqueto paseo permite imaginarse cómo son los partidos de polo sobre hielo que aquí se organizan en invierno.
Eso sí, la exquisitez no se queda fuera. Da igual si se coge desde St. Moritz o desde Zermatt, el Glacier Express consigue trasladar el ambiente exclusivo de ambas localidades a bordo. La estación de St. Moritz ofrece una cálida bienvenida al viajero gracias a una oficina de turismo llena de información y simpatía y a unos paneles explicativos que hablan sobre la historia de las líneas ferroviarias del Bernina y del Albula. Dos pasos de montaña cuyas vías son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por las que transcurre un tramo del Glacier Express.
En el andén se nota la expectación y la emoción de todos aquellos que emprenden este viaje. Así que, después de este guiño a la cultura y a la historia, solo queda descubrir su interior.
![Glacier Express](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/glacier-express_24f8ee4e_240603113209_1200x880.jpg)
El interior del Glacier Express
El Glacier Express se podría definir como el Titanic de los trenes. Al menos, en cuanto a grandiosidad y detalles de su interior. Sus vagones, rediseñados hace unos años, son la sublimación de la estética alpina de Suiza. Aquí la madera es la protagonista, así como los relieves que representan algunos de los paisajes y puentes más característicos del recorrido.
Como no podía ser de otro modo, sus ventanas son impresionantes. Es difícil no caer en la tentación de perder la vista en las claraboyas del techo donde el cielo es el protagonista. La vista, aquí, es panorámica a más no poder. Luego en la butaca esperan los detalles de un asiento comodísimo y una atención inmejorable. No falta la conexión a internet ni los auriculares que, a lo largo del viaje, van anunciando los paisajes imprescindibles que aquí se acompañan de una breve pero interesante explicación en inglés.
Más allá de la primera y la segunda clase, el Glacier Express se guarda una última sorpresa antes de arrancar. Se trata de la Excellence Class, un vagón premium que cuenta con un concierge propio que asiste a los pasajeros durante todo el trayecto. A bordo todo es champagne y canapés con los que se preludia una comida de cinco platos. Al fondo, su icónico bar cuenta con botellas de las bebidas más cotizadas del mundo mientras que en los asientos, todos ellos ubicados en la ventana, unos iPads amenizan el viaje y complementan al espectáculo del exterior.
![Albula Landwasser](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/albula-landwasser_7a65af7f_240603113837_1200x794.jpg)
Albula y el fascinante viaducto
Comienza el viaje y, tras serpentear por los valles que dan acceso a St. Moritz, el Glacier Express se sube a las vías de la línea del Albula. Inaugurada en 1903, este trazado ferroviario logra atravesar este paso gracias a una serie de túneles, giros helicoidales y viaductos con los que salva el desnivel. Es Patrimonio de la Humanidad desde 2008 junto a la línea del Bernina, siendo las únicas rutas ferroviarias en recibir este reconocimiento en todo el país. Su singularidad va más allá de su belleza ya que es una mezcla perfecta entre paisaje, pericia humana y espectacularidad.
Sin ninguna duda, su icono es el viaducto de Landwasser, un puente de piedra que se eleva 65 metros sobre el río que lleva el mismo nombre. Al ser un tramo en curva, su fotogenia se multiplica y es inevitable que todo el vagón se levante a intentar inmortalizar el momento en el que se ve, desde dentro, a un precioso tren rojo cruzando una obra de ingeniería centenaria.
El refinamiento clásico y deslumbrante de este tren no está reñido con las últimas tecnologías de entretenimiento a bordo. De hecho, nada más entrar llama la atención las grandes televisiones que están ubicadas a cada extremo de los vagones en las que se actualiza la próxima estación y se ofrece información de cada uno de los highlights del viaje.
Pero ahí no acaba la información. Gracias a la eficiente red WiFi todos los viajeros se pueden conectar a una web app donde hay desde datos curiosos de cada paisaje hasta una playlist para alegrar el viaje con música local, tanto moderna como tradicional. La guinda la pone un sistema de audioguía que, a través de unos auriculares que se conectan con la butaca, permite escuchar en inglés una serie de curiosidades sobre cada lugar que se recorre con el Glaciar Express. Está claro: aburrirse o desorientarse en este tren es imposible.
![Chur](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/chur_b15dc37d_240603114309_1200x801.jpg)
Primera Parada: Chur
Chur es la primera parada del Glacier Express. La capital de los Grisones es una ciudad pequeña, con un visible pasado medieval y que ejerce de metrópolis de este cantón. Muchos pasajeros optan por comenzar aquí, aunque esto supone perderse el imprescindible paso por Landwasser.
De Chur se sale por la misma vía por la que se entra a esta urbe, aunque el río Rin rápido aparece para monopolizar este tramo. Y es que, en cuanto el trazado comienza a ascender por el valle, el cañón se estrecha formando el Ruinaulta. Es en ese preciso instante en el que el viajero se da cuenta de lo insólito de este tren ya que va serpenteando y jugando con el caudal a su antojo.
![Riunaulta](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/riunaulta_a0012f2a_240603114843_1200x960.jpg)
A través de la ventana panorámica se puede observar a algún atrevido haciendo rafting por el Rin mientras que el paisaje sorprende en cada meandro. Eso sí, siempre con un Rin joven y vigoroso como protagonista cuyas aguas, en estas latitudes, tienen colores tropicales debido a su origen glaciar. Se mire por donde se mire, el contraste de las paredes desnudas con el caudal eléctrico es hipnótico y embelesa al viajero durante el transcurrir por esta garganta.
En Disentis el tren realiza una parada técnica. Esta localidad se ubica en el corazón de la región romanche, un idioma que, pese a ser hablado por poco más de 60.000 personas, es oficial y desde todas las instituciones se lucha por preservar y difundir. La toponimia de las localidades de todo este área dan fe del origen latino de esta lengua.
![Disentis](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/disentis_f6c91dff_240603114526_1200x800.jpg)
cambio de tren en Disentis
Es en este punto en el que se realiza un cambio de locomotora. Los apasionados de los trenes identifican esta maniobra como el momento en el que el Glacier Express pasa de estar gestionado por la empresa de ferrocarriles réticos a formar parte de la red de la compañía Matterhorn Gotthard Bahn.
Otros se percatan de que la nueva locomotora está preparada para usar rieles de cremallera con los que poder ganar altitud mediante vías que ascienden con mayor inclinación. Sea como fuere, es un simpático alto en el camino antes de afrontar la travesía más alpina del viaje. La llegada y salida de Disentis suele coincidir con el momento en el que el vagón se convierte en restaurante. Es entonces cuando aparecen los camareros para vestir la mesa y prepararlo todo para el festín gastronómico.
El Glacier Express cuenta con una cocina de proximidad, sabrosa y muy conectada con el entorno que se ofrece tanto a la carta como en un menú. En su bodega están presentes los diversos vinos del país, incluyendo los del cantón de Valais cuyas viñas se rozan un poco más adelante. Eso sí, esta no es la única opción para comer a bordo. En todos los vagones está permitido traer comida de fuera lo que provoca que muchos pasajeros improvisen un picnic en las montañas… sin levantarse del asiento.
![el paso de Oberlap](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/el-paso-de-oberlap_bd64b7d8_240603115105_1200x796.jpg)
El paso de Oberalp se presagia gracias a la ausencia de árboles en el valle. Pero no es el único indicio. Y es que tras la ventana se va dibujando un paisaje heidiano idílico que se contempla como si fuera una aparición divina. Prados frondosos, montañas poderosas, cabañas frágiles y alguna que otra vaca tranquilota. Suiza es esto. A más de 2000 metros de altitud todo es épico. La vía se abre paso a través de túneles y de paredes de madera construidas para contener la nieve en invierno. Aún así, la conquista de este puerto de montaña tiene como recompensa las vistas sobre el lago homónimo.
Sorprende que en estas coordenadas haya un lago tan extenso y amplio en el que se reflejan las montañas. Es como si se hubiera puesto ahí adrede para alegrar el paso del expreso más lento del mundo. En esta postal idílica hay un elemento extraño y sorprendente. Se trata del faro de Oberalp, una réplica más pequeña del que, durante 70 años, anunciaba la desembocadura del Rin en la ciudad holandesa de Hook. Una curiosa forma de vincular el principio y el final de este río y, de paso, añadirle una construcción icónica y poco invasiva a este precioso paraje.
![Niederwald in Goms](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/niederwald-in-goms_b490604e_240603120214_1200x800.jpg)
Tras la parada en Andermatt, el tren se sumerge en el túnel de Furka, una obra de ingeniería de 1982 que permite que, desde entonces, el Glacier Express circule durante todas las estaciones del año. A su salida es como si floreciera la primavera. La región de Goms espera regada por otro gran río, el Ródano, y tapizada con unos prados que se van inclinando hasta formar poderosas cumbres. Sin duda, es el valle perfecto.
El audioguía, al pasar por este paraje, hace referencia a la arquitectura de madera propia de toda esta zona que deja como regalo pueblecitos levantados con este material como es el caso de Niederwald. Pero esta localidad no es solo notable por su aspecto, sino por ser la cuna de César Ritz, el gran hotelero suizo al que el Glacier Express homenajea reconociendo su labor en el sector turístico.
![Glaciar Aletch](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/glaciar-aletch_7b36b31a_240603120521_1200x801.jpg)
El Ródano baja orgulloso y gallardo y a su paso no solo marca el final de los torrentes y arroyos que riegan su cuenca sino que también deja un puente emblemático. Se trata de la pasarela colgante que conecta Fürgangen con Mühlebach. Por un instante, es inevitable soñar con bajar del vagón y adentrarse en el verdor del parque natural de Landschaftspark Binntal que espera en la otra orilla.
De repente, el paisaje se estrecha y el Ródano parece ponerse nervioso. En consonancia, el tren comienza a pasar de una orilla a otra, ofreciendo pequeños chispazos panorámicos sobre esta coqueta garganta. Apenas son unos kilómetros, los suficientes como para percibir el aumento de terminales de telesillas y góndolas que se aglutinan en esta zona y que anuncian el ascenso al glaciar Aletsch, un bien natural protegido como Patrimonio de la Humanidad.
![Brig](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/03/brig_3eed789b_240603120843_1200x804.jpg)
Brig y su castillo
Al llegar a Brig, el Glacier Express realiza su última parada, una ocasión ideal para bajarse del vagón y contemplar las preciosas casonas neoclásicas que caracterizan a esta ciudad del cantón de Valais. Tras pasar de largo por la localidad de Visp, el Glacier Express encara su último gran esfuerzo: remontar el curso del río Matter Vispa hasta alcanzar el final del trayecto. Ayudada de sus rieles de cremallera, la locomotora vence el desnivel con empeño y paciencia, mientras que en los vagones se suceden los comentarios de asombro.
Este valle es estrecho y de difícil acceso. De hecho, sin el embrujo y el magnetismo del Matterhorn sería difícil entender que el hombre haya conquistado este lugar con tan buenos resultados y con este alarde de infraestructuras. A su paso por la localidad de St. Niklaus, la audioguía habla sobre este pueblo famoso por sus guías de montaña, una profesión a la que le dedica un museo dentro de una torre medieval. Y mientras tanto, el paisaje se va llenando de picos nevados y poderosos. El Matterhorn no se ve, pero se empieza a intuir.
![Zermatt](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/04/zermatt_5205ddcf_240604093620_1200x838.jpg)
Zermatt y el Matterhorn
Zermatt tiene el mismo poder deslumbrante de St. Moritz. Aquí asombran sus chalets, su ambiente alpino y sus taxis eléctricos que se mueven por la ciudad a sus anchas. No en vano, aquí los vehículos a motor están prohibidos, permitiendo que el viajero camine a sus anchas.
El fin del recorrido es el inicio de otro viaje. Visitar Zermatt es mucho más que ir de hotel en hotel, de restaurante en restaurante, de tienda en tienda. Es descubrir una pequeña ciudad donde todo es alpinismo. Por eso cuenta con un pequeño cementerio dedicado a los montañeros fallecidos donde es difícil no emocionarse. Y también con un pequeño museo que habla sobre las gestas realizadas para conquistar las cumbres que rodean a este valle. Junto a su entrada, la plaza de la iglesia permite contemplar por primera vez el majestuoso Matterhorn. Ante su estampa es imposible no emocionarse.
Por cierto, la iglesia que aquí rige, con sus campanadas, el día a día, está dedicada a San Mauricio, como si la conexión entre esta localidad y St. Moritz fuese casi divina. ¿Tendrá el Glacier Express la culpa? Sea como fuere, el viaje en este tren no es una experiencia cualquiera. Es, sencillamente, inolvidable.