He vivido en Bolonia y esto es lo que nunca recomiendo visitar ni hacer


Se le conoce por sus apodos: la dotta (porque alberga la universidad más antigua de Europa, conocida como Alma Mater Studiorum), la rossa (por el color típico de su arquitectura urbana), y la grassa (por su gastronomía, o quizá por la influencia de las familias pudientes que vivieron en ella). Es una de las ciudades-universitarias que goza de mayor tirón en Italia y destino predilecto de aquellos que quieren vivir la experiencia de estudiar fuera de casa. Su combinación de arquitectura renacentista, naturaleza e incontables opciones de ocio de día y de noche hacen de esta urbe italiana todo un tesoro para locales y viajeros. Aquí van unos consejos de primera mano para exprimir la visita al máximo:

 

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Foto: iStock

NO resistirse a descubrir los siete secretos de la ciudad

Es cierto que algunas de estas curiosidades ya son secretos a voces, pero aún así hay quien se marcha de Bolonia sin averiguarlas todas. Se trata de leyendas cuanto menos peculiares: la sonrisa del diablo, la virilidad de cierto dios romano de los mares, el sistema de comunicación previo a los smartphones, la ventana que revela una Venecia en miniatura…  La mejor manera de no perderte un solo detalle es a través de un free walking tour en compañía de un guía o preguntando a algún local. Las bromitas no se harán esperar.

 

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Foto: Adobe Stock

No dejar de probar los platos y productos típicos

Dentro del panorama gastronómico italiano, la región de la Emilia-Romagna y esta ciudad en concreto ofrecen más de un motivo para dejarse llevar por la gula y enamorarse de la gastronomía local que cobra vida en trattorias, mercados, osterias y pequeños locales de comidas. Toma nota de las recomendaciones que te harán la boca agua: mortadela acompañada de crescentine (buñuelos que recuerdan a una empanadilla y se sirven como entrante junto a otros embutidos y quesos), piadina (tortas de harina de trigo rellenas de varios ingredientes), tagliatelle al ragù, tortellini bañados en caldo de ave, lasaña de carne o también una cotoletta alla bolognese o chuleta de ternera empanada con un toque de jamón y queso parmesano. El viaje de sabores no se debe dar por concluido sin antes conocer al rey de los vinos boloñeses: el Pignoletto, que nace arropado entre las colinas y saca su potencial como espumoso y también como reposado en los que se revelan notas minerales.



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