La estatua de Kafka que no deja de darle vueltas a la cabeza


Frente a la estación de metro Národní Třída, situada entre las calles Bladislavova y Charvátova, se encuentra la escultura más famosa de Praga: K, de David Černý. Esta sorprendente estructura se instaló en 2014, después de que finalizaran las obras de reconstrucción de la estación, para servir como antesala del centro comercial Quadrio, ubicado exactamente detrás de la estatua. Con esta original propuesta, Černý quiso rendir un especial homenaje al escritor más universal de la República Checa –con permiso de Milan Kundera–, sumándose a los guiños a su obra que hay repartidos por toda la ciudad.

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Kafka

Foto: Shutterstock

Una eterna metamorfosis

La composición está hecha con 42 láminas móviles que pesan aproximadamente 38 toneladas, y que van rotando de forma aparentemente aleatoria, dibujando el busto de Franz Kafka. Todas las láminas pueden dar giros de 360 grados, sin embargo, la mayor parte del tiempo, están quietas, ya que la escultura únicamente se pone en marcha los 10 primeros minutos de cada hora del día. 

 

David Černý, nacido en la misma ciudad que el escritor, ha desarrollado una obra con un claro sello checo, inspirándose en elementos culturales, históricos y religiosos de la República Checa, y llevándolos a otros países del mundo. De hecho, K tiene una hermana lejana en el parque tecnológico de Whitehall, en Carolina del Norte (Estados Unidos), donde luce la escultura de acero Metamorfosis, realizada años antes que K

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Guiño al Reloj Astronómico de Praga

Se ha teorizado mucho sobre el significado de la escultura, más allá del claro tributo a Franz Kafka. Algunos aseguran que representa la obra más corta y famosa del autor, La Metamorfosis, dado el carácter cambiante de la escultura. Otros creen que la obra simboliza la transformación del propio Kafka, cuya literatura no fue reconocida hasta años después de su muerte, tras la caída del régimen comunista. Hay quienes afirman que K refleja la lucha interna del escritor y su personalidad llena de dudas, que se va transformando a medida que pasa el tiempo, hasta alcanzar la completa reconstrucción. Otros incluso se atreven a adivinar que es un guiño al Reloj Astronómico de Praga, ya que gira igual que las manecillas del famoso reloj. 

 

El artista no ha confirmado ni desmentido ninguna de las teorías. Lo único que explicó en su momento es que la obra está compuesta de 42 láminas, por los 42 años que vivió Franz Kafka, entre 1883 y 1924. De todos modos, no han hecho falta más explicaciones para que se haya convertido en la escultura más visitada de Praga y el lugar en el que está expuesta en uno de los enclaves más concurridos por los viajeros y literatos que recorren la ciudad.

 




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