A mediados del siglo IX, las comunidades vikingas que se habían asentado en la costa francesa navegaron a través del golfo de Vizcaya hasta desembarcar en las vecinas playas de la península ibérica. Allí llevaron a cabo cuatro grandes oleadas de ataques, empezando por los reinos del norte, siguiendo por las ciudades del sur y terminando en el Mediterráneo. Los historiadores árabes de aquellos tiempos dejaron por escrito que los temidos barcos vikingos aparecían en el horizonte como “pájaros marineros rojinegros”, presagiando asaltos violentos y batallas sangrientas.
En la actualidad, poco queda en España de los guerreros nórdicos que saquearon e invadieron villas y pueblos, sin embargo, la innegable huella que dejaron en nuestro territorio todavía se percibe en la arqueología y la historia. Siendo, esta última, una brújula ideal para realizar un viaje a través de las localidades que sufrieron la presencia vikinga.
![Playa de San Lorenzo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/playa-de-san-lorenzo_826894ba_240515103138_1200x800.jpg)
Asturias, el primer reino en el que desembarcaron
Los primeros que se tuvieron que enfrentar a los navegantes normandos fueron los astures. Según registraron los historiadores, el 1 de agosto del año 844, los primeros drakkars o barcos vikingos desembarcaron en la playa de San Lorenzo, punto de partida desde el que empezaron a atacar a las ciudades portuarias repartidas por la costa, incluyendo Gijón.
Decidido a expulsar a los invasores de sus tierras, el rey Ramiro I de Asturias constituyó una armada con la que atacó a los vikingos, logrando que estos regresaran a sus barcos y desaparecieran mar adentro. Sin embargo, lejos de regresar a la costa francesa, los normandos navegaron hacia el oeste, anclando nuevamente en Galicia. Y, años después, regresarían a las playas de Asturias, en otro de sus feroces ataques a la península ibérica.
Uno de los vínculos más curiosos entre Asturias y los vikingos es la leyenda que asegura que los habitantes de Cudillero, uno de los pueblos más bonitos de España, son los descendientes de los hombres del norte que decidieron abandonar a su grupa para instalarse en aquel enclave y empezar una nueva vida tranquila, alejada de las batallas y los asaltos.
![Sevilla](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/sevilla_0e98e74e_240515103315_1200x802.jpg)
Córdoba y Sevilla, después de atacar Portugal
Tras ser expulsados de Asturias y posteriormente de Galicia por las tropas de Ramiro I (soberano de ambos territorios), los drakkars vikingos navegaron rumbo sur hasta llegar a Lisboa, ciudad que saquearon antes de proseguir su camino hacia Al-Andalus. Antes de atravesar el estrecho de Gibraltar, asaltaron Cádiz y Algeciras. Después se abalanzaron sobre las poblaciones de Córdoba y Sevilla, ciudad a la que llegaron siguiendo el curso del río Guadalquivir.
Viendo cómo los hombres de su reino estaban siendo asesinados, y las mujeres y los niños secuestrados para servir como esclavos, el emir Abderramán II reunió un gran ejército para tender una trampa a los vikingos, usando tropas como señuelo para que salieran de sus campamentos en una zona llamada “Quintos de Mufar”. La treta funcionó y una gran parte de las tropas vikingas fueron derrotadas por el ejército de Abderramán II. Esto tuvo un impacto tan grande sobre los vikingos, que no se atrevieron a poner un pie en tierra andalusí durante los siguientes quince años.
![Formentera](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/formentera_5854df1f_240515103929_1200x649.jpg)
Hacia las Islas Baleares
El segundo gran ataque que llevaron a cabo los normandos en tierra española –aunque, por aquel entonces, no existiera esta denominación– sucedió alrededor del año 858. Los comandantes que dirigieron la operación fueron el vikingo Hasting y el legendario Bjön Ragnarsson, apodado Björn Costado de Hierro, porque siempre conseguía salir airoso de sus batallas.
Esta vez, los guerreros nórdicos recorrieron el litoral de la península, atravesaron el estrecho de Gibraltar y navegaron hasta llegar al primer archipiélago que se encuentra en la zona oeste del Mediterráneo: las islas Baleares. Los vikingos pasaron por Ibiza, Formentera, Mallorca y Menorca, sin embargo, al hallar pocas poblaciones y poca resistencia, las tropas decidieron abandonar las islas.
Después, la gran flota se dividió en pequeñas flotas que tomaron rumbos distintos: algunas avanzaron hasta alcanzar la costa de Italia, Grecia, Constantinopla e incluso Egipto; otros, en cambio, se dirigieron otra vez a la península ibérica, adentrándose por el delta del Ebro.
![Pamplona](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/pamplona_73bc89d0_240515104152_1200x768.jpg)
Pamplona y Euskadi, navegando por el Ebro
Navegando por las aguas del río Ebro, los vikingos llegaron hasta Navarra y arrasaron ferozmente la ciudad de Pamplona. De hecho, durante el ataque, los guerreros capturaron a varios rehenes, incluyendo al rey García Íñiquez, por quien pidieron un rescate de 70.0000 dinares. Algunos historiadores creen que, después de atacar Navarra, los vikingos se dirigieron a Euskadi, aunque no existen tantas evidencias de su paso por la tierra vasca en comparación con el sello que dejaron en Navarra, de ahí que el debate histórico siga abierto.
Poco después, las flotas que se habían quedado en el Mediterráneo decidieron regresar a Francia, cruzando –como no podía ser de otra manera– por el estrecho de Gibraltar. Al llegar ahí, los vikingos se encontraron, por sorpresa, con una enorme flota andalusí que los esperaba, listos para librar una de las batallas más salvajes entre normandos y musulmanes. Los andalusíes consiguieron hundir a dos tercios de los barcos vikingos, sin embargo, fueron incapaces de acabar con el gran líder vikingo Björn Costado de Hierro que, haciendo honor a su sobrenombre, logró escapar y llegó a Francia sano y salvo.
![Torre de Hércules](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/torre-de-hercules_6dc20dda_240515115554_1200x899.jpg)
Galicia, el territorio más atacado
Uno de los lugares que sufrió más ataques vikingos a lo largo de los siglos IX, X y XI, fue Galicia. Ya en la primera oleada de ataques, los pueblos gallegos se tuvieron que enfrentar a las flotas vikingas que desembarcaron cerca de la Torre de Hércules, impulsados por la errónea creencia de que allí iban a encontrar una importante población. Los aldeanos, unidos a las tropas de Ramiro I, consiguieron ahuyentar a los guerreros del norte, sin embargo, aquel no fue su último encuentro.
Casi un siglo después, alrededor de 951, los vikingos volvieron a pisar Galicia en su tercera oleada de ataques. Esta vez, lograron establecerse cerca de Santiago de Compostela, base que les sirvió para saquear las poblaciones vecinas durante tres años. Las disputas políticas entre Ramiro III Y Bermudo III (quien gobernaba en parte de Galicia y parte de Portugal), facilitaron que los invasores se hicieran con el control de varios territorios. Sin embargo, llegados a un punto, Gonzalo Sánchez, conde de Galicia, consiguió reunir una gran fuerza armada formada por gente cuyas tierras habían sido arrasadas por los vikingos, con la que lograron vencer al enemigo común.
La localidad gallega en la que más se percibe el sello que dejaron los vikingos es Catoira, situada en la provincia de Pontevedra. Cada año, este pueblo en el que antaño se construyeron torres y murallas –conocidas como Torres del Oeste– para protegerse de los guerreros del norte, celebra una Romería Vikinga en la que se representa un desembarco vikingo, como culminación de una de las fiestas más impresionantes de Galicia.
![x](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/15/x_d008317c_240515104415_1200x800.jpg)
Los últimos asentamientos entre Almería y Valencia
La cuarta y última oleada afectó, sobre todo, a la costa de levante. Como siempre, los vikingos pasaron primero por Asturias y Galicia, para después dirigirse a por el sur a las aguas mediterráneas. Durante la primera mitad del siglo XI, los normandos establecieron pequeños reinos o principados en, por lo menos, Almería, Alicante, Denia, Valencia y Baleares. Les ayudó mucho que, en aquel momento, se empezara a desintegrar el califato de Córdoba, dando lugar a los primeros –y pequeños– reinos de taifas, que no fueron capaces de hacer frente a las invasiones vikingas.
Cuando, tiempo después, los reinos de taifas unieron sus fuerzas, los vikingos fueron derrotados y, finalmente, expulsados de la península ibérica. Así fue como terminó esta compleja y sangrienta época de drakkars en el horizonte y gritos vikingos en las playas indefensas.