El Bernina Express es el único tren panorámico y turístico que recorre al completo esta histórica línea. Y lo hace de manera espectacular, con unos vagones premium provistos de unos inmensos ventanales desde donde sumergirse en los diferentes paisajes que asoman al otro lado. Pero esta no es la única conexión con el medio ambiente ya que toda la energía usada proviene de centrales hidroeléctricas. Más sostenible, imposible.
Las irresistibles peculiaridades de este tren saltan a la vista con solo mirar el mapa. Y es que sí, el Bernina Express llega a cruzar a territorio italiano, en concreto a ciudad lombarda de Tirano. En los meses de verano, un autobús panorámico permite ir desde esta localidad transalpina hasta Lugano, otra vez en Suiza. Por eso, durante todo el año, la mejor opción es seguir el trayecto que aquí proponemos, partiendo desde Chur y terminando en St. Moritz, a donde se llega tras apearse en la estación de Pontresina y coger un comodísimo autobús.
Sea como fuere, la experiencia es toda una montaña rusa. O, mejor dicho, Suiza en plenitud. Y es que si se observa la altimetría, la oscilación de altitud es tan vertiginosa que resulta casi un milagro. A esta asombrosa cifra de casi 4.000 metros de desnivel acumulado hay que añadirle un elemento que lo hace más épico: el Bernina Express no recurre a ningún tramo con riel de cremallera.
El Bernina Express en datos
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144 kilómetros por sentido
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55 túneles
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196 puentes
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2.253 metros alcanza el punto más alto (Ospizio Bernina)
![suiza pantalla](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/17/suiza-pantalla_d60a81fe_240517073403_550x807.jpg)
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La Suiza más inspiradora: un viaje tras las huellas de sus habitantes y viajeros ilustres
Picasso, Tolkien, Sissi, Wagner… el magnetismo de los paisajes y ciudades de Suiza atrajo a estas personalidades cuya estela se puede visitar en lugares que siguen siendo muy inspiradores.
![Chur](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/chur_3ccece53_240529165538_1200x800.jpg)
punto de partida: la ciudad más antigua de suiza
El viaje comienza en esta coqueta urbe que puede presumir de dos hitos. El primero, el de ser la ciudad más antigua de Suiza, ya que el primer asentamiento humano en este lugar data de hace más de 5.000 años. El segundo, el de ser la capital del cantón de los Grisones, lo que la convierte en una pequeña metrópolis cultura con un conjunto de museos muy interesante.
Por eso, merece la pena pensar en Chur como un destino urbano en sí mismo, dedicándole, al menos, un día muy completo. El paseo comienza callejeando por su centro peatonal, descubriendo rincones como el Stadtverwaltung y sus soportales o la comodísima calle peatonal Postalstrasse. Después espera el casco antiguo medieval, encabezado por la Holfturm y por la catedral de Santa María. Un trío que se completa con el ostentoso Palacio Episcopal que reina en la parte más alta de la ciudad.
![Museo de arte cantonal](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/museo-de-arte-cantonal_c77814f7_240529165710_1200x800.jpg)
Para continuar con esta serendipia urbana, merece la pena visitar el Museo de Arte de Grisones, cuya ampliación es ya un icono de la arquitectura contemporánea en Suiza. Y para rematar el día, el mirador de Haldenhüttli ofrece unas vistas arrebatadoras en las que los campanarios se yerguen entre los viñedos.
La estación de Chur es cómoda y moderna. Al llegar a ella, es imposible no percatarse de una instalación de neones que compara la silueta de Suiza con la de los Grisones. Dos formas casi idénticas que se sobreponen y que le roban un segundo de interés a los trenes que asoman en el horizonte. La señalética de la estación deja bien claro que aquí el Bernina Express es la joya de la corona. No es que su apeadero sea diferente, pero sí que congrega a viajeros de todo el mundo que sueñan con surcar unos paisajes casi inaccesibles y salvajes.
![Tres Cimas de Lavaredo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/tres-cimas-de-lavaredo_446591de_240524151659_550x807.jpg)
Italia alpina
Los lagos donde se reflejan los Dolomitas
Las Tres Cimas de Lavaredo, la Marmolada o el Croda del Becco son algunas de las cumbres que enmarcan los lagos de los Montes Dolomitas, la joya alpina de Italia.
![AdobeStock](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/adobestock_9f6d4dfb_441046856_240529173042_1200x800.jpg)
VIAJEROS AL TREN… PANORÁMICO
Y de repente, aparece un convoy rojo, poderoso, magnético y con un sex appeal indiscutible. Es el Bernina Express y su singularidad no solo está en el nombre rotulado con estilo en cada vagón. También en unas ventanas panorámicas que cubren tanto las paredes como el techo y que presagian un viaje 100% estético.
La inquietud que sobrevuela el ambiente está más que justificada. En cuanto se sube al tren y arranca el viaje, la comodidad de los asientos deja paso a las vistas y al asombro. Y es que, tal y como se preludia en la estación, este tren está pensado para que la felicidad esté en el camino, para que la conexión entre el pasajero y el entorno sea total. Gracias a sus enormes ventanales, se puede otear cada curiosidad del paisaje y contemplar, incluso, el cielo. Solo faltarían las palomitas para completar lo que sería una experiencia casi cinematográfica. Y sin embargo, el viaje es mucho más que real. Es tangible y emocionante.
La orografía del cantón de los Grisones es caprichosa y un tanto retorcida. Por eso, el primer tramo del viaje a bordo del Bernina Express es una sucesión de pequeñas estaciones sin parada, modernos puentes sobre el Rin y curvas que presagian las panorámicas que vienen después. Pronto se aprende una valiosa lección sobre este tren: después de un túnel llega una postal. Tras la oscuridad, conviene prepararse para sacar una foto de un paraíso nuevo. O, simplemente, para contemplar un paraje puro, clorofílico, coronado por una nieve perenne y esculpido por los cañones.
![ST0047990 2](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/st0047990-2_3abdab27_240529170409_1200x800.jpg)
UNOS RAÍLES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Un pequeño aviso por los altavoces anuncia la llegada al viaducto de Solis, un coloso de piedra que se eleva 89 metros por encima de la presa Stausee. Y es, a su vez, la perfecta bienvenida al tramo del Albula. Es decir, a una línea ferroviaria que presume de ser Patrimonio de la Humanidad.
Fue en la 32 sesión del comité de Patrimonio Mundial de la Unesco cuando se aprobó la inclusión de las líneas ferroviarias réticas de Albula y Bernina, hoy unificadas, dentro del Olimpo de la ONU. Esta noticia fue todo un hito. Por un lado, se convertía en el sexto bien cultural de Suiza protegido por este organismo. Por el otro, suponía un reconocimiento a un hito de la ingeniería helvética.
Este organismo reconoció la singularidad y la importancia de ambos tramos en base a dos criterios. El primero, el valor de esta construcción como un ejemplo de pericia constructiva y técnica. Es decir, cómo a inicios del siglo XX se diseñaron los túneles, viaductos y giros helicoidales para ganar altura y poder cruzar los Alpes de forma transversal. El segundo, la relevancia de esta obra de ingeniería a la hora de construir otros trenes alpinos posteriores. Y es que esta línea no invade el paisaje sino que penetra en él respetando el entorno, proponiendo una comunión entre hombre y naturaleza, entre progreso y conservación. Todo un hito.
El Bernina Express es consciente de que transcurre por una vías privilegiadas y contagia esta sensación a todos los pasajeros.
![Landwasser](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/landwasser_46e96e57_240529172959_1200x801.jpg)
EL MAGNETISMO DEL LANDWASSER VIADUKT
Hay un instante compartido por todos los pasajeros, un momento casi de silencio en el que la expectación se apodera de todo. Sucede justo después de que en los altavoces suene el aviso de que se está llegando al viaducto de Landwasser. Y es que hay una especie de consenso grupal: solo por cruzar este puente merece la pena coger el Bernina Express.
La experiencia no defrauda. Tras cruzar un poderoso torrente, el tren traza una leve curva desde donde se empiezan a vislumbrar los seis arcos de piedra de esta icónica construcción. Poco a poco se acerca el momento de girar definitivamente para burlar el cauce del río Landwasser y cruzarlo con decisión.
El tren tan solo necesita menos de un minuto para cruzar los seis arcos y los 136 metros que mide este puente. No da tiempo a mirar abajo, ni siquiera para sucumbir al vértigo que provocan sus 65 metros de altura. Y es que el asombro se apodera de todo. Un momento de incredulidad que se rompe al entrar en el túnel que espera justo al otro lado de la garganta. Una oscuridad que es como un parpadeo y que relaja las pulsaciones.
![Glaciar](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/glaciar_2ee3ae88_240529170554_1200x786.jpg)
Túneles y glaciares
La ascensión hasta los 2.253 metros que mide el paso Bernina es una curiosa sucesión de laderas empinadas y ostentosos valles. Cuando el tren avanza por los tramos más silvestres, las vías se abren paso entre árboles y laderas mediante un ingenioso trazado que, en ocasiones, recurre a largos túneles helicoidales ideados para ganar altitud de forma rápida y efectiva.
Estos tramos oscuros se alternan con el paso por espesos bosques entre los cuales, de repente, aparece la visión de un glaciar lejano o de una cumbre nevada. Pero antes de llegar a la parte más inhóspita y montañosa del viaje, espera el largo valle de Engadina, famoso por sus resorts invernales. El más emblemático es St. Moritz, aunque el Bernina lo regatea rumbo sudeste para llegar a Pontresina.
Los minutos previos a esta parada están flanqueados por suntuosos hoteles de montaña que son puro lujo alpino. El más llamativo es el Muottas Muragl, un alojamiento aislado en la cumbre homónima al que se accede mediante un tren cremallera vintage.
![Bernina Pass](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/bernina-pass_ede1e1fb_240529173121_1200x791.jpg)
A 2.253 metros
Pontresina es la última parada antes de afrontar el último gran tramo de subida. Tras abandonar esta localidad, el Bernina Express se viste de aventurero para hollar el punto más alto del recorrido. Aquí la altitud se intuye por la ausencia de vegetación y por la presencia de gigantes montañosos que superan los 4.000 metros como es el caso del pico Bernina.
Como no podría ser menos en este país, el paisaje se completa con mucha agua, en este caso recogida en el lago Bianco. El tren circula bordeando la orilla, como si pudiera caminar sobre el agua. En esos instantes la inmensidad es total y la belleza panorámica es superlativa. Al frente, un remanso acuático que parece irreal. A los lados: las cumbres más poderosas de los Grisones.
![shutterstock 1226640937](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/shutterstock-1226640937_ea1f9a95_240529172703_1200x899.jpg)
El paisaje tras cruzar el paso Bernina es un stendhalazo en toda regla. Tras las ventanas panorámicas se dibuja un indiscutible paraíso alpino formado por el glaciar Palü, el torrente Cavagliasch y el lago Palü. Todo ello bajo la protección de la cordillera del Bernina.
Ante este regalo de la naturaleza, el cuerpo pide parar y respirar. Dicho y hecho. Y es que el Bernina realiza en la estación de Alp Grüm un receso de 10 minutos, lo suficiente como para apearse y contemplar la inmensidad desde su mirador. Y también para fijarse en los detalles de una locomotora que, pese a estar parada, no pierde ni un ápice de su majestuosidad.
![Poschiavo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/poschiavo_afe41ab0_240529171128_1200x799.jpg)
Acento italiano
Si la ascensión hasta el paso Bernina es impresionante, el descenso por Val Poschiavo es puro vértigo. En apenas 20 kilómetros se salvan más de 1.200 metros de desnivel en un zigzagueo propio de un puerto del Tour de Francia. Las vistas del lago de Poschiavo se convierten en el mejor punto de fuga. Esta pequeña meta permite ubicarse, tanto en altitud como en proximidad.
Antes de llegar hasta esta inmensidad acuática, el tren recupera cierta horizontalidad al atravesar la localidad de Poschiavo. Por que sí, el Bernina Express parte en dos este pueblo ya que circula como si fuera un tranvía por sus calles. Al parar en su mínima estación se puede bajar unos minutos y divisar a lo lejos la torre románica del monasterio de Santa Maria Presentata.
Poschiavo es la principal localidad de un valle que se resiste a ser italiano. De hecho, pese a hablar este idioma, este rinconcito de los Grisones se enorgullece de ser Suiza y de estar conectada a ella mediante esta línea ferroviaria. No es para menos.
![ST0035673](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/st0035673_a852f3dd_240529171148_1200x800.jpg)
EL RETORCIDO VIADUCTO DE BRUSIO
Aunque el paso junto al espléndido lago Poschiavo podría parecer el highlight de la cuenca de este valle, la fascinación por la ingeniería vuelve a encandilar la retina de los viajeros. Y es que, cuando parece que el tren solo se conforma con deslizarse por esta suave pendiente aparece un último escalón que salvar.
El desnivel al que se enfrenta el Bernina Express al pasar por Brusio se soluciona con la pericia más fotogénica e hipnótica posible: un viaducto helicoidal. O, lo que es lo mismo, un giro en el que la línea ferroviaria realiza una espiral en un puente que acaba atravesando. Es decir, que se retuerce sobre sí misma.
Aunque desde fuera esta estructura ya es un subidón por su peculiar forma, vivirla desde dentro es una experiencia total. Los 110 metros que mide se disfrutan con la ilusión de un niño que ha visto cómo sus delirios constructivos de sus juegos de infancia se han hecho realidad.
![Tirano](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/tirano_9f5bdc01_240529171243_1200x799.jpg)
Peregrinaje a Tirano
La llegada a Tirano, ya en Italia, tiene un cierto encanto fronterizo. Y no es porque el entorno cambie ni porque haya un despliegue de banderas. Es, más bien, por el paso por la vieja aduana de Campocologno, un edificio poderoso y en desuso que el tren deja a su izquierda. Más allá de su presencia, lo que llama la atención de todos los pasajeros es la memoria de aquellos tiempos en los que los límites entre países eran mucho más tangibles.
Casi sin dar tiempo a izar la tricolore aparece tras las ventanas la torre del santuario de Santa Madonna di Tirano, un templo imponente del siglo XVI que se levantó como lugar de peregrinación. No en vano, según cuenta la leyenda, la virgen se le apareció a un clérigo en un huerto de esta localidad, justo en el lugar donde hoy se yergue esta construcción.
El Bernina Express pasa justo por su puerta, como si quisiera rendir un homenaje a este lugar de peregrinación. Al llegar a este punto, el convoy, que avanza en unas vías de tranvía, cruza de un lado a otro de la calle y, como si quisiera trazar un movimiento de cámara, ofrece una visión cinematográfica de este monumento. La estación de Tirano recibe al viajero con unos carteles que indican dónde se toma el autobús panorámico que conduce hasta Lugano en los meses de verano. El resto del año, esta coqueta localidad es ideal para dar un paseo, disfrutar de la gastronomía alpina y volver a subir al Bernina Express. Las emociones continúan.
![Saint Moritz](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/saint-moritz_86d91ca7_240529171807_1200x800.jpg)
Regreso a Sankt Moritz
Realizar el trayecto inverso no es volver a ver la misma película. De hecho, realizar el trayecto de sur a norte, de Tirano a Pontresina, tiene como aliciente disfrutar del viaducto de Brusio desde otro punto de vista, además de contemplar el lago de Poschiavo desde un ángulo mucho más majestuoso. El ascenso hasta el paso Bernina resulta mucho más épico y empinado desde esta vertiente, mientras que el paso por el lago Bianco permite percatarse de otros detalles de este paisaje casi lunar.
A la llegada a Pontresina espera un coqueto autobús que conecta esta ciudad con St. Moritz. El coste del mismo está incluido en el Swiss Travel Pass mientras que los horarios se pueden encontrar actualizados en la aplicación de la SBB. En poco más de diez minutos se llega a la localidad más icónica de los Grisones, un lugar donde el lujo lleva más de un siglo tejiéndolo todo.
El autobús deja al viajero en la estación de St. Moritz, justo al lado de una pequeña exposición al aire libre que habla de la inclusión de las líneas de Albula y Bernina en el listado de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este es el último guiño al Bernina Express en una ciudad que se extiende junto a un lago homónimo.
![Chesa Futura](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/29/chesa-futura_c46a1af8_240529171846_1200x676.jpg)
Recorrerla es pasear entre hoteles de lujo y boutiques de moda, entre terrazas agradables y escaparates fastuosos. Y merece mucho la pena. Sobre todo, descubrir sus edificios más antiguos, aquellos que, como la torre de San Mauricio o la iglesia Reformista, han visto crecer y enriquecerse este lugar.
El futuro se disfruta más allá de los hoteles. De hecho, en esta localidad se ubica Chiesa Futura, un precioso edificio de viviendas diseñado por Norman Foster que aúna arquitectura, madera y sostenibilidad. En la parte más alta de la ciudad se encuentran, también, los remontes que suben a las pistas de esquí que tan famoso han hecho a este lugar. Góndolas y telesillas que salvan con facilidad la pendiente de estas laderas y que son una clara demostración de cómo el hombre se las ha ingeniado para convivir y disfrutar de la naturaleza.
Eso sí, nada de esto habría sido posible sin trenes como el Bernina Express que, hace más de un siglo, logró conectar estos valles con el resto del país y, a la vez, demostrar al resto de la humanidad que el tren era (y sigue siendo) el futuro.