La playa del País Vasco con dos amantes petrificados

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El bosque de pinos y coníferas parece volcarse sobre la arena dorada en una densa frondosidad casi alpina, las olas salpican en la orilla de bolos y las gaviotas peinan el cielo.  Entre Ondarroa y Mutriku, en el extremo occidental del litoral guipuzcoano y dentro del Geoparque de la Costa Vasca, el lugar que ocupa la Playa de Saturrarán es tan idílico que en la segunda mitad del siglo XIX se construyó un hotel balneario. El éxito de los baños de mar en esta playa fue tal que pronto se replicó el edificio original y se construyeron otros dos. Pero, en un giro abrupto de la historia, el complejo acabó convirtiéndose en una de las prisiones para mujeres más crueles del franquismo. 

 

Un paisaje de leyenda

En la actualidad, no queda rastro de aquellos edificios. Sólo una placa recuerda para siempre la triste historia. El protagonismo queda entero para el paisaje, para ese bosque, para la arena gruesa, el salteado de piedras y bolos de la orilla y, sobre todo, para el peculiar perfil de dos peñascos que se recortan en la parte oriental, justo donde acaba la playa. Precisamente allí se levanta el único caserío marino de Guipúzcoa, el caserío Saturraran Zahar, un edificio del s. XVIII que sirviera de inspiración al escritor Pío Baroja para ‘Las inquietudes de Shanti Andía’.


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