[ad_1]
Será la fuerza del Atlántico o ese aura de misterio que, con sol, lluvia o niebla, siempre parece flotar por aquí, pero ¿cómo no caer rendidos a los pies de esta comarca de costas sinuosas, retorcidas y salvajes, y paisajes desconcertantes en los que crecen viñedos junto al mar? El poder de atracción de Rías Baixas es innegable. Tierra adentro los caminos serpentean entre centenares de pequeñas parcelas de viña emparrada, arboledas, bosques, riachuelos, pazos, cruceiros y hórreos; un patchwork poco práctico desde el punto de vista del laboreo pero riquísimo en cuanto a lirismo sensorial.
O Rosal, Condado do Tea, Soutomaior, Ribeira do Ulla y Valle del Salnés son las cinco subzonas de la Denominación de Origen en las que se aprecia esa variedad paisajística. Por todas ellas se extiende una completa oferta enoturística agrupada bajo la Ruta del Vino Rías Baixas. Aquí el enoturismo se practica sin ningún tipo de prisa (como debe ser) y todo parece estar guiado por un sencillo hedonismo en el que caben enormes jardines de camelias, el gusto por cuidarse, el placer de la música y una buena mesa en la que no falta el marisco, claro, uno de los productos que mejor combinan con los vinos de esta comarca.
La variedad albariño es la estrella en esta comarca y el monovarietal Albariño Rías Baixas el protagonista. Es un vino blanco seco, fresco, de color amarillo con tonos verdes y dorados, untuoso, afrutado y con un toque de acidez natural que permite un tiempo de guarda o de consumo espaciado, por lo que cada vez es más frecuente la coexistencia de añadas.
LA RIBEIRA DO ULLA
La primera serendipia vinatera asoma en el norte, burlando la frontera política entre A Coruña y Pontevedra. Con el nombre de Ribeira do Ulla, esta subzona es amplia, frondosa, con colinas que, regadas por este río, burlan el horizonte atlántico. Como mejor se vislumbra es desde el mirador de Gundián, un balcón junto a un viaducto ferroviario que permite conquistar con la mirada los meandros y curvas que este cauce dibuja entre las viña.
Después espera el señorial Pazo de Oca, un delirio de piedra barroco cuyos bellos jardines, añadidos en el siglo XIX, le han hecho merecerse el sobrenombre de «Versalles de Galicia». El curso del Ulla también regala sorpresas como la delicada A Estrada o Padrón, la localidad natal de Rosalía de Castro. En la comarca del Salnés los paisajes de Ribeiro se vuelven más marítimos. La capital vinatera, que no política, es Cambados, donde el Albariño se marida con maravillas arquitectónicas como el Pazo de Ulloa o el complejo de la plaza de Fefiñáns y sus balcones redondos.
Esta localidad es el punto de partida para recorrer el litoral de la Ría de Arousa, con emblemas como la playa de A Lanzada o la isla de A Toxa. Al otro lado de la comarca, Sanxenxo es un enclave perfecto para catar el albariño en los restaurantes que salpican su prestigioso paseo marítimo. No muy lejos espera el monasterio de Poio y el pueblo de Cambados, donde los hórreos unen las calles con la orilla del Atlántico.
HACIA EL MIÑO
Rumbo al sur aparece un pequeño retal vinatero. Se trata de Soutomaior, donde las vides solo son eclipsadas por la presencia del castillo homónimo, una poderosa fortaleza en cuyo jardín botánico florece, con un esplendor superlativo, la camelia. Baiona es la puerta de entrada a las dos subzonas del sur de la Denominación de Origen. La belleza del Castillo de Monterreal es un aperitivo perfecto antes se adentrarse en los paisajes vertiginosos del Miño. La región de Rosal ya fue poblada por los celtas, quienes dejaron constancia de su civilización en castros como el de Santa Tecla, desde donde dominaban la desembocadura del río.
Entre vides pronunciadas se llega a Tui, una localidad fronteriza donde todo pivota en torno a su poderosa catedral de Santa María. Aquí comienza la última comarca, la del Condado de Tea, donde este afluente esculpe una tierra con carácter y unos vinos de interior con una personalidad fuerte y digna de ser descubierta in situ.
[ad_2]
Source link