El Puente de la Merced, uno de los puentes más transitados de Bilbao, actúa como un enlace entre el puente del Arenal y el puente de la Ribera. Famoso por sus vistas, muchos transeúntes pasan por él cada día sin darle mucha importancia a los detalles que se reparten por sus ocho farolas.
Sin embargo, las farolas que lo adornan también son una de las características más fotografiadas de la ciudad, por extraño que pueda parecer. Y es que las criaturas más enigmáticas de Bilbao se encuentran esculpidas en ellas gracias al ingeniero Manuel Gil de Santibáñez, que decidió honrar una leyenda que muchos turistas (y algunos bilbaínos) desconocen.
Cerca del antiguo Casco Viejo, y con vistas al reconocido mercado de la ciudad vasca, estas ocho farolas de fundición albergan un total de dieciséis gárgolas aladas, organizadas en parejas. Estas figuras están inspiradas en una leyenda medieval del siglo XV, según la cual estos seres místicos habitaban antiguamente las áreas forestales cercanas al barrio de San Francisco.
Por lo que se cuenta, aquellos seres alados solían pasarse por la villa para esparcir felicidad, suerte y amor a aquellos que eran más desdichados. Ahora estos seres alados son un punto de interés muy significativo de Bilbao. Pero nunca se ha sabido cómo interpretarlos, pues en realidad esos personajes mágicos de los bosques podrían haber sido dragones o incluso leones alados, según diversas versiones de la leyenda.
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Una de las curiosidades de esta historia es que el ingeniero Manuel Gil de Santibáñez no contó a nadie el significado de la colocación de estos seres en las farolas del Puente de la Merced. Entre sus apuntes, el equipo de investigación de BilbaoHistoriko descubrió que se había inspirado para su reconstrucción en una leyenda que el también ingeniero Ernesto de Hoffmeyer, a su vez, había intentado imprimir en el puente original, destruido durante la Guerra Civil y vuelto a construir en 1937.
El origen pagano de la leyenda hizo que los monjes del Convento de San Francisco y las autoridades se opusieran a materializarla a los ojos de los transeúntes en el nuevo puente. Tal es así, que cuando se diseñaron las farolas, Santibáñez decidió recuperar la historia, representando a los seres con gárgolas aladas emparejadas.
Su cometido: buscar a aquellas personas solas que necesitaran de su ayuda y rozándoles para bendecirles con suerte y amor. Por eso, aquellos que conocen la leyenda, toman la costumbre de tocar estas gárgolas por si la leyenda es cierta y les conceden su bendición.