EMPEZAR DE CERO
Enamorada del Empordà, aunque originaria de Alella y prendada del estilo de los vinos del Priorat. La travesía de pasión por el vino de Carme Casacuberta desembocaba, casi necesariamente, en materializar en realidad aquel deseo. “Su sueño era un día poder hacer su vino”, ilustra Carlota sobre aquel lejano 2007. Con apenas 12 años ya recordaba las intenciones de su madre y cómo convirtió un pequeño terreno en Capmany, en el Baix Empordà, en aquella fantasía enológica largamente imaginada que hoy vibra como Vinyes d’Olivardots.
“Se enamoró de la zona y empezó a hacer vino con las cuatro cepas que había en la casa, pero se acabó animando tanto que decidió ir a por más”, bucea Carlota en su memoria sobre aquellos inicios en los que ella era aún adolescente. “Vendimos la casa de Capmany y compramos un terreno cercano de cuatro hectáreas, el Paraje Olivardots, donde todo comenzó”, confiesa. En ese mismo viaje a la Ítaca infantil, Carlota parece revivirlo en cada palabra: “Era esa escena de bosque ampurdanés de encina y de pino, de sotobosque…”. Hubo viñedo en su día, pero se había arrancado y quedaban varios olivos, de ahí el nombre.
![02 Carme Casacuberta min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/02-carme-casacuberta-min_3f8f8d07_240402125706_1200x800.jpg)
MUCHO POTENCIAL
A sus 40 años, Carme Casacuberta se atrevió a lo impensable: volver a la universidad y reciclarse por completo. “Estudió Enología en la Universidad de Tarragona y, como conocía muchas bodegas de Priorat, empezó a buscar un estilo de vino que se parecía a esos vinos que le habían conquistado”, puntualiza Carlota sobre aquellos primeros años en los que, además, la familia contócon el asesoramiento de un buen amigo enólogo y viticultor para esos compases iniciales. “Fue empezar de cero. Las viñas; conocer el suelo y las vendimias; comprender los ciclos de la uva…”, rememora Carlota del inicio en el que su madre se sumergió y al que ella, por pasión, se sumó años más tarde.
![03 Carlota Pena durante una visita al viñedo min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/03-carlota-pena-durante-una-visita-al-vinedo-min_201b0f34_240402125802_1200x800.jpg)
SEGUNDA GENERACIÓN
“Yo tenía claro que quería dedicarme al vino”, responde sin dudar Carlota. En 2015, tras formarse como enóloga en las mismas aulas que su madre había pisado casi una década antes, se incorpora al proyecto familiar. Aquellas cuatro hectáreas iniciales también habían crecido. “Luego ampliamos a 15 hectáreas de viñedo viejo por la zona”, además de apostar por variedades autóctonas. “Todo lo que hacemos queremos que represente el terroir y también su historia”, resume. Savia nueva, al fin y al cabo, pero valiéndose de métodos tradicionales.
![04 Viñedo en lira min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/04-vinedo-en-lira-min_db8f3c92_240402125846_1200x801.jpg)
RESCATES DE LA EXTINCIÓN
“Mi madre empezó con variedades que se habían dejado de trabajar aquí, pero que eran las tradicionales. Es el caso de la cariñena blanca o la garnacha rosada”, resume sobre un enamoramiento que hizo de este rincón del Empordà el auténtico sitio de su recreo. “Es la única zona vitícola que tiene las tres garnachas y las tres cariñenas”, enfatiza sobre esas trilogías de blanca, rosada y tinta, completamente inusual.
A esos mimbres, que también han llevado al binomio Carme – Carlota a buscar esos esos sarmientos de recuperación con los que han ido creciendo como las cuatro hectáreas de cariñena gris que ya tiene. “Son variedades casi extintas, pero que eran las autóctonas” desde las que se suma a una apuesta por la ecología que, explica, “no tiene que ver con la certificación, sino con el convencimiento”.
![05B Mesa de selección tras vendimia min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/05b-mesa-de-seleccion-tras-vendimia-min_1806a50f_240402130025_1200x800.jpg)
LO VERDE COMO BANDERA
Motivo por el que también apuestan por la autosuficiencia, tanto energética como hídrica. “Todo lo que consumimos es a través de placas solares y baterías de acumulación, y el agua depende dos pozos que nosotras construimos porque aquí no llega ni el tendido eléctrico ni la canalización desde el pueblo”, confiesa.
“No entendemos otra forma de trabajar la viña o de entender la viticultura o el vino: tiene que ser sostenible”, reflexiona Carlota, que sintió esa llamada de la Tierra ya desde el inicio. “Yo me encargo de la viticultura y del viñedo y la enología la hacemos a medias mi madre y yo”, resume, lo que también se traslada a esos mimbres de rebeldía necesaria. “Hemos encontrado cierto equilibrio en los vinos que hacemos porque a ella le gustan más los vinos tintos complejos y con más extracción. Yo soy de vinos más frescos, pero no busco esa complejidad y por eso prefiero maceraciones más cortas”, apunta sobre esas pinceladas de enología.
![06 Vinyes d'Olivardots apuesta desde hace 13 años por la crianza en ánforas min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/06-vinyes-dolivardots-apuesta-desde-hace-13-anos-por-la-crianza-en-anforas-min_4a13428e_240402130151_1200x801.jpg)
UNA REVOLUCIÓN DE LAS FLORES
En lo que sí van a una es en la conciencia ecológica que es leit motiv en Vinyes d’Olivardots. “En un proyecto familiar así, de bodega pequeño, no puedes ser otra cosa”, defiende Carlota lo que es su modus vivendi. Una filosofía natural y vegetal que se traslada al respeto al viñedo. “Hemos apostado por la fitoterapia, nos hemos formado y hemos comprobado que hay una docena de plantas que crecen en los alrededores del viñedo que, convenientemente utilizadas, pueden servir para curar, abonar o enriquecer el viñedo”, indica sobre un trabajo de investigación que, literalmente, exige muchas horas de campo. “Es ver las plantas, secarlas, cocerlas, hacer la dilución… No es un trabajo sencillo, pero da sus frutos”, responde también casi desde la misma literalidad.
![07B También elaboran distintos monovarietales con el nombre Vd’O min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/07b-tambien-elaboran-distintos-monovarietales-con-el-nombre-vdo-min_e79104db_240402130339_1200x800.jpg)
Con un ojo pendiente de la cepa y con otro del cielo, ansiando la lluvia que se hace de rogar en el Mediterráneo, Carlota Pena es abanderada de un ejemplo de vitivinicultura donde el concepto natural es total. “Estamos en un territorio de lavandas, de ginestas, de tomillo, de romero, de pinar…”, enfatiza sobre una visión de un territorio que bien habría valido utilizar el Mediterráneo de Joan Manuel Serrat como banda sonora.
![08 Sala de catas de Vinyes d'Olivardots min](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/02/08-sala-de-catas-de-vinyes-dolivardots-min_82483782_240402130426_1200x800.jpg)
HISTORIA Y PROXIMIDAD
Una música celestial que, trabajo mediante, ha ido posicionando a Vinyes d’Olivardots como una realidad cargada de futuro en la viticultura del Empordà. Gresa es su primera referencia y con la que llegaron al mercado. “Es el reflejo de la zona, es el suelo de granito que tenemos, ese suelo casi deshecho que parece una falsa piedra cuando lo coges, pero que luego se quiebra”, indica. Apuestas terrenales y por el terreno, como también demuestran con las vinificaciones en ánfora que llevan a cabo. “Cuando los romanos estaban aquí e iban al puerto de Roses, que era uno de los más importantes del Mediterráneo, el vino se iba en ánforas. Es lo que siempre se ha hecho aquí”, explica como compendio de historia del vino y que los llevó a trabajar con ánforas de barro desde hace más de una década.
Un leit motiv de sostenibilidad que también se replica en la forma de venderlo. “Es nuestro vino, nuestro territorio y también queremos que el vino se quede en casa”, sostiene. Casi todo, cuenta, “se vende entre Girona y Barcelona”. Habla de un 85% de la producción y lo razona: “no tiene sentido que hagas un vino sostenible y luego lo quieras transportar lejos”.