así es el tren que atraviesa el paso más alto de los Alpes


El Bernina Express es el único tren panorámico y turístico que recorre al completo esta histórica línea. Y lo hace de manera espectacular, con unos vagones premium provistos de unos inmensos ventanales desde donde sumergirse en los diferentes paisajes que asoman al otro lado. Pero esta no es la única conexión con el medio ambiente ya que toda la energía usada proviene de centrales hidroeléctricas. Más sostenible, imposible.

 

Las irresistibles peculiaridades de este tren saltan a la vista con solo mirar el mapa. Y es que sí, el Bernina Express llega a cruzar a territorio italiano, en concreto a ciudad lombarda de Tirano. En los meses de verano, un autobús panorámico permite ir desde esta localidad transalpina hasta Lugano, otra vez en Suiza. Por eso, durante todo el año, la mejor opción es seguir el trayecto que aquí proponemos, partiendo desde Chur y terminando en St. Moritz, a donde se llega tras apearse en la estación de Pontresina y coger un comodísimo autobús. 

 

Sea como fuere, la experiencia es toda una montaña rusa. O, mejor dicho, Suiza en plenitud. Y es que si se observa la altimetría, la oscilación de altitud es tan vertiginosa que resulta casi un milagro. A esta asombrosa cifra de casi 4.000 metros de desnivel acumulado hay que añadirle un elemento que lo hace más épico: el Bernina Express no recurre a ningún tramo con riel de cremallera. 

 

El Bernina Express en datos

  • 144 kilómetros por sentido 
  • 55 túneles
  • 196 puentes 
  • 2.253 metros alcanza el punto más alto (Ospizio Bernina)

 

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Chur

Foto: Shutterstock

punto de partida: la ciudad más antigua de suiza

El viaje comienza en esta coqueta urbe que puede presumir de dos hitos. El primero, el de ser la ciudad más antigua de Suiza, ya que el primer asentamiento humano en este lugar data de hace más de 5.000 años. El segundo, el de ser la capital del cantón de los Grisones, lo que la convierte en una pequeña metrópolis cultura con un conjunto de museos muy interesante. 

 

Por eso, merece la pena pensar en Chur como un destino urbano en sí mismo, dedicándole, al menos, un día muy completo. El paseo comienza callejeando por su centro peatonal, descubriendo rincones como el Stadtverwaltung y sus soportales o la comodísima calle peatonal Postalstrasse. Después espera el casco antiguo medieval, encabezado por la Holfturm y por la catedral de Santa María. Un trío que se completa con el ostentoso Palacio Episcopal que reina en la parte más alta de la ciudad. 

 

Museo de arte cantonal

Foto: Adobe Stock

 

Para continuar con esta serendipia urbana, merece la pena visitar el Museo de Arte de Grisones, cuya ampliación es ya un icono de la arquitectura contemporánea en Suiza. Y para rematar el día, el mirador de Haldenhüttli ofrece unas vistas arrebatadoras en las que los campanarios se yerguen entre los viñedos. 

 

La estación de Chur es cómoda y moderna. Al llegar a ella, es imposible no percatarse de una instalación de neones que compara la silueta de Suiza con la de los Grisones. Dos formas casi idénticas que se sobreponen y que le roban un segundo de interés a los trenes que asoman en el horizonte. La señalética de la estación deja bien claro que aquí el Bernina Express es la joya de la corona. No es que su apeadero sea diferente, pero sí que congrega a viajeros de todo el mundo que sueñan con surcar unos paisajes casi inaccesibles y salvajes. 

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Foto: Adobe Stock

 

VIAJEROS AL TREN… PANORÁMICO

Y de repente, aparece un convoy rojo, poderoso, magnético y con un sex appeal indiscutible. Es el Bernina Express y su singularidad no solo está en el nombre rotulado con estilo en cada vagón. También en unas ventanas panorámicas que cubren tanto las paredes como el techo y que presagian un viaje 100% estético. 

 

La inquietud que sobrevuela el ambiente está más que justificada. En cuanto se sube al tren y arranca el viaje, la comodidad de los asientos deja paso a las vistas y al asombro. Y es que, tal y como se preludia en la estación, este tren está pensado para que la felicidad esté en el camino, para que la conexión entre el pasajero y el entorno sea total. Gracias a sus enormes ventanales, se puede otear cada curiosidad del paisaje y contemplar, incluso, el cielo. Solo faltarían las palomitas para completar lo que sería una experiencia casi cinematográfica. Y sin embargo, el viaje es mucho más que real. Es tangible y emocionante. 

 

La orografía del cantón de los Grisones es caprichosa y un tanto retorcida. Por eso, el primer tramo del viaje a bordo del Bernina Express es una sucesión de pequeñas estaciones sin parada, modernos puentes sobre el Rin y curvas que presagian las panorámicas que vienen después. Pronto se aprende una valiosa lección sobre este tren: después de un túnel llega una postal. Tras la oscuridad, conviene prepararse para sacar una foto de un paraíso nuevo. O, simplemente, para contemplar un paraje puro, clorofílico, coronado por una nieve perenne y esculpido por los cañones. 

 

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