Cerca del aeropuerto de Maputo, la capital, se encuentra la plaza de toros portuguesa, cerrada y abandonada tras la independencia en 1975. Aún aguantan allí los carteles de toreros y rejoneadores colgando de su fachada que dan hoy sombra a una colección de talleres y tienduchas de accesorios de coches. El viejo coso taurino –quedan ocho en toda África– es un aviso del sincretismo cultural que espera a lo largo del país. La plaza de toros resume esa mezcla de la huella portuguesa con la profunda vida rural y tribal africana.
La gran joya por descubrir del África meridional fue durante décadas el país más pobre del mundo según la ONU. Hoy, Mozambique no es solo un inmenso sitio bellísimo: es un inmenso sitio bellísimo sin apenas turistas y con una rica vida animal. Un 16% de la superficie del país está protegida, de ahí que sea considerado uno de los mejores destinos del continente para observar fauna, especialmente en los parques Limpopo y Gorongosa, donde habitan elefantes, rinocerontes y grandes felinos, mientras que en las islas Quirimbas y Bazaruto se ven ballenas, delfines, dugones, tortugas y varios tipos de coral.
![Maputo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/maputo_5f5d05c4_240523165300_1200x899.jpg)
MAPUTO, UNA CURIOSA CAPITAL
Las capitales africanas suelen ser ásperas, masificadas y caóticas. Normalmente son solo el punto donde comienza el viaje. Maputo, sin embargo, merece una parada. Lo primero que se advierte son sus tres texturas: caña, cemento y agua, por el material de sus construcciones. La caña es la zona de los suburbios pobres, con sus mercadillos y sus barracas donde suena y se baila la marrabenta, que combina ritmos africanos y música popular portuguesa.
Luego, poco a poco, va apareciendo el cemento. Son las casas de los tiempos de la colonia portuguesa, llamada entonces Lourenço Marques, que se mezclan con nuevas construcciones. Entre la Avenida 24 de julio, la Avenida Julius Nyerere y la costera Avenida Marginal, hay una ciudad que invita a pasear, especialmente durante la primavera austral, cuando los framboyanes y las jacarandas en flor pintan de colores las calles.
![Museo Nacional de Historia](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/museo-nacional-de-historia_680a173e_240523171041_1200x751.jpg)
LA MAPUTO MÁS COLONIAL
El Jardín Botánico, la Casa do Ferro y la bella estación de tren, estas dos últimas diseñadas por el estudio de Gustav Eiffel, son sus principales monumentos. Maputo es, en todo caso, música, cultura y buena mesa. Un concierto en el Club Cultural Franco Moçambicano o en el Núcleo de Arte un domingo –cuando se reúnen los artistas locales– son casi obligatorios.
La oferta gastronómica de Maputo es amplia y sabrosa. Hay que probar un pollo al piri piri (salsa picante patria), una buena matapa con gambas y arroz, plato preparado con hojas de yuca y cacahuetes, o alguno de sus fabulosos mariscos. Los clásicos restaurantes como Piri Piri, Sagres, Taverna Portuguesa, Campo di Mare o Zambi son un seguro de buena comida.
La última textura de Maputo es el agua. La ciudad está rodeada por un mar tan bello como descuidado. Sin embargo, para disfrutar de esas aguas sin emprender el viaje al norte, hay la opción de tomar el coche y dirigirse a la Reserva de Ponta do Ouro, fronteriza con Sudáfrica. Tras 120 km, menos de dos horas de trayecto, se alcanzan playas paradisiacas, con arrecifes de coral, manglares y unas aguas en las que se ven delfines, ballenas y tortugas marinas.
![Playa Mozambique](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/playa-mozambique_4af4f412_240523172522_1200x800.jpg)
En busca de las playas del norte
Tras la capital, enclavada al sur del país, queda todo el norte por descubrir. Mozambique es un espectáculo visual desde la ventanilla del coche.Una exuberante vegetación verde, caudalosos ríos, pequeños poblados, montañas de roca, mercadillos en los que reina el bullicio… En el tramo de carretera hasta la playa de Tofo se ve una imagen curiosa: árboles con bolsas de plástico colgando o vendedores que ofrecen esas bolsas con castanha de cajú; son anacardos tostados y están buenísimos.
Antes de llegar a la Bahía de Tofo, hay dos playas en las que merece la pena pernoctar: Chidenguele y Chizavane. En ambos casos, hay que estar atentos a los indicadores de los hoteles que señalan el desvío de la carretera principal; un camino de tierra de unos 15 km conduce hasta las altas dunas que preceden un salvaje y solitario mar. Hace falta un vehículo todoterreno y cierta pericia en conducir por la arena para alcanzar la playa.
![Playa de Tofo, buceo tiburón ballena](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/playa-de-tofo-buceo-tiburon-ballena_adffc6b1_240523174729_1200x675.jpg)
Playa de Tofo, buceo tiburón ballena
En Chidenguele hay una laguna de agua dulce antes del mar, con varios hotelitos a su orilla, en el que destaca el singular Naara Eco Lodge. En Chizavane, el Nascer do Sol, sobre las mismas dunas, es otra buena opción para grupos. Los amaneceres son inolvidables tanto si se contemplan desde una playa como desde la otra.
Algo más de 200 km al norte se localiza la Bahía de Tofo y la colonial ciudad de Inhambane, fundada por los árabes en el siglo X. Tofo es un paraíso para buceadores en el que abundan los hoteles de estilo mochilero y algunos alojamientos de calidad que no rompen el carácter joven y alternativo de este pueblito marinero. Su mayor atractivo, sin embargo, no son las playas, sino la posibilidad de avistar el imponente tiburón ballena y diversos tipos de cetáceos.
![Isla Bazaruto](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/isla-bazaruto_f4deb1dc_240523174954_1200x764.jpg)
bazaruto, el archipiélago deseado
La próxima parada es una de las grandes joyas naturales del país: Vilankulo y el Parque Nacional de las Islas de Bazaruto, que por sí solos ya justificarían el viaje a Mozambique. Antes de emprender la ruta conviene cargar gasolina en la ciudad de Maxixe porque en los siguientes 320 km de carretera no es siempre fácil llenar el depósito. Vilankulo es una pequeña aldea con algunos hoteles, supermercados, un mercado, tienditas y algunos restaurantes y bares. Cuenta además con un aeropuerto y, lo más importante, se halla cerca del archipiélago de Bazaruto. El planeta está lleno de bellos espacios y, luego, de contados sitios como estas islas, merecedoras del sobreutilizado adjetivo «paradisiaco».
![Magaruque](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/magaruque_1037a0aa_240524093143_1200x800.jpg)
bazaruto de isla en isla
Las islas Benguerra, Bazaruto, Santa Carolina, Magaruque y Bangué son una rareza geográfica. Las dos primeras son las de mayor tamaño, están casi pegadas y tienen unas dunas de arena, altas como colinas, que acaban en un mar de tonos verdes y azules. Es como si un desierto flotara en medio del océano. Benguerra cuenta además con una laguna de agua dulce en la que hay una colonia de cocodrilos del Nilo que se escaparon hace años de un hotel tras unas inundaciones.
Ambas islas comparten un arrecife de coral que pinta el fondo marino de colores y tienen extensas lenguas de arena blanca que se alargan y estrechan según la marea. En las playas se reúnen bandadas de flamencos mientras que en el mar se ven delfines, ballenas, mantarrayas y, con suerte, dugongos (mamífero marino en peligro de extinción), además de los típicos dhow, embarcaciones a vela de la costa suajili.
La oferta hotelera en Bazaruto y Benguerra es de categoría alta a precios muy elevados. Pero existe la opción de alojarse en el continente, en Vilankulo, con más variedad de alojamientos y empresas que organizan excursiones diarias a las islas. Santa Carolina es la isla más lejana del archipiélago de Bazaruto. Se trata de un pequeño islote deshabitado de arena blanca como la nieve, con un viejo hotel abandonado como único vestigio humano. Resulta irresistible bañarse en sus aguas, tan transparentes que casi parecen de cristal. La llaman la Isla del Paraíso. Lo es.
![Leopardo, Parque Nacional Limpopo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/leopardo-parque-nacional-limpopo_b27b327d_240524124936_1200x800.jpg)
de safari por el singular parque de gorongosa
Mozambique tiene también el privilegio de contar con una vida salvaje única. A 450 km de Vilankulo, unas seis horas de coche por una carretera asfaltada que en algunos tramos no está en buen estado, el país cuenta con quizá el parque nacional más especial que se puede ver en África: Gorongosa.
El documental Africa’s Lost Eden (El último Edén de África), de National Geographic, permite entender por qué es especial este lugar. El reconocido cámara y documentalista Bob Poole, que trabajó en ese film en 2010 y dirigió un posterior trabajo en 2015, Gorongosa: Rebirth of Paradise (Gorongosa: el renacer del paraíso), me dijo en cierta ocasión precisamente en el campamento de Gorongosa: «Este es el parque más especial que he visto en África. Documentar lo que está pasando aquí es único».
![Gorongosa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/gorongosa_06709241_240524124512_1200x800.jpg)
¿Y qué es eso único para alguien que ha filmado la mayoría de reservas de África? Gorongosa en los años 60 era uno de los grandes espacios naturales africanos. En 1972, el parque presumía de tener la mayor densidad de elefantes del continente. Pero entonces llegó la guerra de independencia y luego la civil. La segunda fue un conflicto atroz en el que los animales fueron masacrados por soldados hambrientos que se escondían en esta selva. Prácticamente desapareció la fauna y al parque le cayó un manto verde de olvido que tapó hasta los caminos. Gorongosa tuvo la suerte de que el filántropo estadounidense Greg Carr se enamorara del parque y que, en 2008, impulsara un proyecto complejo y apasionante de recuperación de la vida salvaje. A partir de entonces, lo que era otro más de los espacios naturales devastados por las guerras se convirtió en ese edén renacido del que habla el documental de 2015 de Bob Poole.
El actual parque nacional es fruto de un gran trabajo científico y social en el que se ha implicado a la población local. En Gorongosa las especies que se van reintroduciendo tienen un comportamiento salvaje, instintivo, que permite contemplar cómo la naturaleza se abre paso de nuevo sin haberse acostumbrado aún a la presencia humana. La laguna y la explanada de Gorongosa, llena ahora de cientos de animales, son dos espectáculos que podrían contemplarse durante horas. Es recomendable hacer también la excursión a la cascada, en lo alto de la montaña, donde el agua se despeña por rocas invadidas por árboles.
![Paisaje interior](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/paisaje-interior_282c3b45_44487075_240524124950_1200x834.jpg)
rumbo al interior
Tras Gorongosa, hay dos opciones: regresar a la N1 y tomar rumbo a la Isla de Mozambique; o dirigirse hacia el interior para alcanzar el Parque Nacional Chimanimani y allí emprender una aventura que termina días después en un tren. Escogemos la segunda. Chimanimani es un espacio de montaña compartido con Zimbabue en el que emerge el monte Binga, el pico más alto del país con 2440 m de altitud, y en el que habitan diversas especies de ungulados y aves. Dentro de la reserva hay cuevas con pinturas rupestres, itinerarios de senderismo y vías de escalada. Es imprescindible acceder allí con un vehículo todoterreno.
![Morondova, baobabs](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/morondova-baobabs_3a370185_240524103815_1200x800.jpg)
la silueta de los baobabs
Los baobabs son la nota más llamativa del viaje desde en dirección a Tete. Es un viaje de casi nueve horas por un paisaje árido sin apenas vegetación en el que sobresalen esos árboles que parecen crecer con las raíces apuntando al cielo. Si se quiere acortar las horas de coche se puede dormir en Chimoio, una fea ciudad fronteriza con Zimbabue pero que dispone de algún hotel aceptable.
Tete queda a unas cinco horas y media. Es una ciudad calurosa, minera, cuyo único atractivo es el río Zambeze. El cauce cruza la urbe y constituye un elemento esencial en la vida de sus habitantes, que acuden a sus orillas a diario a bañarse. Se dividen la orilla entre mujeres y hombres porque algunos se sumergen desnudos. También es el lugar en el que muchas mujeres van a lavar la ropa. Las estampas, para los amantes de la fotografía, son impactantes. El Massolossolo Lodge, un hotelito con cabañas y restaurante junto al río, es una buena opción para contemplar toda esa vida del Zambeze desde un balcón.
![Malaui, Lago Niassa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/malaui-lago-niassa_00ec56e8_240524104737_1200x800.jpg)
un requiebro al lago malaui
Para seguir el viaje, lo más fácil es cruzar la frontera con el pequeño estado de Malaui y volver a entrar después en Mozambique. La frontera está cerca y si se va con coche propio conviene llenar el depósito en Mozambique; las autoridades de Malaui suelen exigir un seguro para el coche, aunque ya se disponga de uno que incluya circular por el país. El corto trayecto transfronterizo puede servir para dormir en Monkey Bay o Cape Maclear, a orillas del famoso lago Malaui, que comparte con Mozambique donde se llama lago Niassa.
Visitar el lago Malaui en la parte mozambiqueña es complicado porque las carreteras están en mal estado y hay que dar un largo rodeo, pero para quien quiera darse un capricho existe el Nkwichi Lodge, cerca de la aldea de Cobue. Al lujoso lodge, en un enclave remoto, se llega con avioneta desde la Capital de Malaui, Lilongwe, o por tierra atravesando caminos de tierra de Mozambique. Desde Tete son casi dieciocho horas de coche.
Tras la estancia en Malaui, la aventura continúa y el siguiente paso es tomar un tren. Para ello hay que alcanzar la localidad de Cuamba. Desde Cape Maclear son casi 300 km, unas cinco horas de coche por una carretera de tierra que atraviesa una frondosa selva verde. En los desplazamientos siempre hay que calcular más tiempo porque las lluvias pueden empeorar la pista y los pasos de frontera se pueden complicar.
![Isla de Mozambique, Fuerte de São Sebastião](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/isla-de-mozambique-fuerte-de-sao-sebastiao_70b8e44a_240524105851_1200x675.jpg)
isla de mozambique, un reducto patrimonio de la humanidad
Desde Cuamba, una aldea del Mozambique profundo, a la mañana siguiente se toma un tren que lleva hasta la ciudad de Nampula. Si se va con un conductor, este puede esperar en Nampula. Y si son más de dos personas en el viaje, pueden turnarse los que suben y bajan del tren porque el convoy hace diversas paradas. Tanto la carretera como la vía férrea atraviesan un espacio natural salvaje, de peñas graníticas que se alzan entre la selva, aldeas y vegetación exuberante. Pero, sobre todo, el tren muestra una explosión de vida en cada parada, donde vendedores de todo tipo de productos se mezclan con los cientos de pasajeros.
Tras casi doce horas de trayecto en un tren de otro tiempo, se llega a la ciudad Nampula. A partir de ahí, quedan 180 km hasta la Isla de Mozambique, el colofón de este gran viaje. La isla que dio nombre al país nació, tras el paso de Vasco de Gama en 1498, como fortaleza y punto de control y abastecimiento en la ruta de las especias hacia la India. Se cruza un estrecho puente y se llega a un islote mitad cañizo y mitad cemento que es Patrimonio Mundial. Un lugar con una bellísima decadencia en la que quedan viejos palacios, iglesias y casas de los tiempos de la colonia portuguesa, mezclados con la vida de cientos de personas que habitan en viviendas de caña. Todo parece viejo, irreal, cubierto de polvo. Y todo tiene un encanto especial: un edificio medio en ruinas acoge un concierto, una obra de teatro o una exposición; en otro, abrieron hace poco un bar o un hotelito…
![Vilanculos](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/vilanculos_780ff301_240524113159_1200x800.jpg)
la vida tranquila
La vida es allí tranquila, amigable, ajena al resto del mundo. Los dhow surcan las aguas verdes y azules, algunos pescadores lanzan sus anzuelos sin prisas, los niños juegan bajo las sombras mientras una mujer macua cruza la calle con la cara pintada de blanco, como se hacía tradicionalmente en su tribu.
El tiempo no existe en Isla de Mozambique. Lo mismo sucede en todo el país, donde los relojes miden olas, vientos y hogueras. Medir el resto es inservible.
![Leopardo, Parque Nacional Limpopo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/23/leopardo-parque-nacional-limpopo_b27b327d_240523164730_1200x800.jpg)