Llegar a La Ceiba podría parecer la culminación de cualquier sueño viajero. Sobre todo, si antes de aterrizar en el aeropuerto de El Golosón el avión decide planear sobre el lienzo añil del Caribe hondureño. El pasajero más paranoico podría pensar que al otro lado de la ventanilla el cielo y el mar juegan a despistar al piloto. El más hedonista, barrunta lo que le espera al llegar a este litoral aún inédito para el turismo: un paraíso por descubrir donde no hay tópicos tropicales que valgan, aquí los azules son de otro planeta. 

Pero La Ceiba, con su alegres casonas -muchas reconvertidas en alojamientos- y su animado Malecón es solo el principio de una aventura ulterior. Aquí es donde parten los ferries públicos y los barcos privados que, en apenas 40 minutos, conectan esta localidad costera con Turtle Bay, el muelle que da la bienvenida a Cayo Cochino Grande, una de las dos islas habitadas de Cayos Cochinos, el archipiélago más salvaje y exuberante de todo Honduras.