Se divisa el castillo de Predjama sobre una pared rocosa de 123 metros casi como si estuviera enganchado sobre la roca con algún tipo de cola de impacto. Sólo imaginar el esfuerzo constructivo en el siglo XVI para levantarlo ya produce agotamiento visual. Ubicado en tal nido de águila, se antoja inexpugnable… Se trata de un logro de mímesis con el entorno kárstico que da lecciones de arquitectura sostenible hasta el día de hoy.
Más allá de lo espectacular que resulta su ubicación, su punto fuerte estaba más bien en una enorme puerta trasera secreta y subterránea. Y es que, como su propio nombre indica (en esloveno, jama significa “cueva”), este es un castillo a una cueva pegado.
Paisajes épicos
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La provincia aragonesa cumplió un papel crucial durante la Edad Media de la que quedan un buen conjunto de fortificaciones y otras construcciones defensivas que trasladan al viajero en el tiempo.
Desde luego no es cualquier cueva, sino todo un entramado de túneles que constituyen uno de los sistemas kársticos más grandes de Europa. En concreto, hasta ahora se han descubierto casi 20 kilómetros de recorrido y espacios interconectados que dan a una pequeña galería que se habilitó como salida secreta, oculta a las miradas de todo el mundo. Fue precisamente este laberinto secreto una ventaja estratégica para el inigualable barón Erazem Luegger, una especie de bandido bueno o algo así como un Robin Hood local que, según cuenta la leyenda, utilizó la cueva del castillo para esconderse tras sus asaltos a las caravanas comerciales que pasaban por allí entre Viena y Trieste.
Lamentablemente, el castillo y la cueva no estaban hechos contra conjuras. Así que a pesar de su valentía e ingenio, parece ser que Erazem Luegger acabó muriendo en el baño, después de haber sido traicionado.