El esqueleto del portero y otras leyendas de Praga


El castillo de los defenestrados

La Praga primitiva nació en lo alto de una colina donde se construyó un bastión desde el que se dominaba el entorno y además se estaba a salvo de las inundaciones que regularmente provocaba el río Moldava. Cuando el rey Carlos I de Bohemia (IV de Alemania y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) regresó a su ciudad natal el año 1333, tras pasar su infancia en Francia, encontró la fortaleza inhabitable y tuvo que alojarse en una casa burguesa. Conmovido por esta circunstancia decidió iniciar la reconstrucción de la ciudad y convertir el Castillo de Praga en el centro de su reino: de su reforma afirmaba que era «el jardín de mi placer».

 

Cuando en el siglo XIV finalizaron los trabajos, Praga ocupaba el tercer lugar en esplendor después de Roma y Constantinopla; Londres, París o Moscú eran enclaves menores. Durante aquellos tiempos medievales era costumbre lanzar por las ventanas a delincuentes y enemigos. Así sucedió con el revolucionario teólogo del siglo XIV Jan Hus, hoy héroe popular, que salió despedido desde lo alto del castillo.

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