Alicante esconde en el Parque Natural de la Sierra de Mariola un tesoro oculto en Bocairent, un pueblo que emerge de la roca como si fuera el pecio embarrancado de un tiempo pasado. Un lugar por el que pasaron bereberes, árabes y cristianos a lo largo de los siglos, dejando su imprenta fundida en la misma piedra, y del que se saca su mejor panorámica desde el Mirador de darrere la Vila. Está junto a un antiguo puente del S. XVI por el que antiguamente se accedía a la ciudad.
El “barri” de Bocairent en un seguir de callejuelas serpenteantes en forma de laberinto rural que avanza entre escalinatas y placitas y que invita a ser explorado a ritmo lento, dejándose acompañar por el murmullo de sus muchas fuentes dispersas. Es buena idea comenzar a pasear desde la plaza del Ayuntamiento para pasar por debajo del arco e introducirse en este dédalo que conserva su trazado árabe ancestral. En la parte más alta del casco antiguo, se levantó la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción sobre los restos del antiguo castillo árabe. Consagrada en 1516, adoptó primero el estilo gótico para luego adaptarse a los gustos barrocos de la época. Descendiendo hacia la placeta de Sant Vicent, se encuentra el Museo de Oficios y Costumbres, que alberga un antiguo telar en pleno funcionamiento.
Durante el paseo por Bocairent, las casonas señoriales y casas colgantes que desafían la gravedad sobre el barranco, y las sorpresivas ermitas, como la de la Verge d’Agost, la de Sant Joan y la de los Desamparados, se convierten en alto en el camino. No hay que perderse tampoco la singular plaza de toros, del 1843, “la más antigua de la Comunidad Valenciana”, tal como recuerdan los del lugar una y otra vez. Para su construcción se tuvo que hacer tarea de desmonte, tallando hasta los mismos burladeros en la roca.
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Lo que también está tallado en roca y es bien famoso, son les covetes dels moros. Seguramente lo más asombroso de Bocairent sea este conjunto de cuevas-ventanas excavadas en la vertical del barranco, que se asemejan a pequeñas ventanas cuadradas incrustadas en la pared de un acantilado. Estas intrigantes cavidades, cuyo propósito ha sido objeto de especulación a lo largo de los siglos, se cree que fueron graneros-almacenes de seguridad durante la época andalusí, probablemente utilizados por comunidades campesinas de ascendencia bereber.
A medida que uno se aventura a través del laberinto de su laberinto pétreo uno no puede dejar de preguntarse cómo era vivir en estas tierras en época bereber.