El Geoparque Mundial Montañas do Courel protege uno de los lugares de mayor valor paisajístico, humano y geológico de Galicia: rocas imponentes, tradiciones ancestrales y bosques frondosos que son el hábitat privilegiado de animales emblemáticos como el lobo e incluso el oso.
Millones de años han esculpido estas montañas tapizadas de verdor. Sin embargo, la huella del hombre apenas las ha modificado, a pesar de su estrecha relación con el entorno. Entre caminos y valles glaciares se descubre esa impronta en castros fortificados, vestigios romanos y ruinas medievales mientras.
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Playón natural
La playa de Galicia donde bañarse junto al «Olimpo celta»
Esta playa en la Costa da Morte se salvó de una de las mayores tragedias medioambientales de España y hoy es un espacio protegido.
![Montefurado](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/27/montefurado_db7a6033_240627162505_1200x800.jpg)
ENTRE MINAS ROMANAS Y CASTROS MEDIEVALES
Iniciamos la ruta en Ribas de Sil, localidad a caballo entre el Geoparque y la Ribeira Sacra, donde se ubican dos interesantes visitas: el Museo de la Minería Aurífera Romana y las ruinas de la antigua Abadía de San Clodio de Ribas de Sil, recientemente musealizada.
Tras un breve paseo alcanzamos Quiroga, que acoge dos centros de interpretación del geoparque: el Museo Geológico, que conserva minerales, fósiles y otras muestras valiosas de las ancianas montañas de O Courel; y el Museo Etnográfico, que exhibe una colección de útiles y aperos de antiguos oficios, principalmente la minería, pero también el textil y los relacionados con la producción de vino, castañas, aceite o miel.
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Merece la pena acercarse al Túnel de Montefurado, que se integra entre aguas de color turquesa como un elemento natural del paisaje. Con 52 m de largo –originalmente tenía 120 m–, este pasaje fue horadado en el siglo II por orden del emperador Trajano para aprovechar el oro que arrastraba el Sil. A su lado, la antigua aldea minera muestra vestigios de la actividad aurífera de hace casi dos mil años. Se puede visitar la iglesia barroca de San Miguel, parada tradicional de los peregrinos jacobeos que se desviaban por el Camino de Invierno para evitar las nieves de O Cebreiro.
![Cascada de Vilamor](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/27/cascada-de-vilamor_9b65c5c4_240627162731_1200x900.jpg)
El Sil todavía señorea estas tierras verdes, que en otoño e invierno se tiñen con el tono rojizo o amarronado de las vides que cubren las laderas hasta casi tocar el río. Avanzando hacia el norte el paisaje va mudando su aspecto, y cede protagonismo al imponente macizo. Desde los miradores se percibe claramente el plegamiento de Campodola-Leixazós, uno de los enclaves geológicos más destacados de la zona, que sorprende tanto a especialistas como a los viajeros más curiosos.
Millones de años han esculpido estas montañas tapizadas de verdor. Sin embargo, la huella del hombre apenas las ha modificado, a pesar de su estrecha relación con este entorno natural. Entre caminos y valles glaciares se descubre esa impronta en castros fortificados, vestigios romanos y ruinas medievales mientras van apareciendo pueblos diminutos: Campodola, Froxán, Vilamor, Seceda… como tesoros escondidos en la espesura del bosque.
![shutterstock 2006333732](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/27/shutterstock-2006333732_00000000_11d7fa41_240627162758_1200x776.jpg)
UN LABERINTO PLAGADO DE MOURAS
Llegando a la aldea de Mercurín, resuena la idea de un valle encantado en el que abundan helechos y árboles de aspecto jurásico. Es el Karst Val das Mouras, un laberinto caótico de pasadizos y cuevas donde se dice que habitan criaturas míticas o mouras, acompañadas de trasgos (duendes) burlones y otras rarezas. Dicen que es tal la fascinación que desprenden sus rocas tapizadas de musgo entre la maraña de troncos huecos y retorcidos que este valle mágico atrapa sin piedad.
Asimismo, conviene acercarse a la Ferrería Vella de Seoane, un tesoro de ingeniería civil que conserva una de las pocas muestras que perduran de la pujante industria del hierro. Y visitar el Centro de Interpretación Covas do Courel, un aperitivo de lo que encuentran aficionados y espeleólogos en un subsuelo de galerías y cañones.
La ruta continúa hasta llegar a Seoane do Courel. Entre los tejados de pizarra, el humo se cuela por las chimeneas como un reclamo para hacer una pausa y reponer fuerzas tomando una taza de contundente caldo gallego o una ración de castañas asadas. La tarde transcurre escuchando leyendas y tradiciones al calor de una monumental lareira de piedra, el lar de las antiguas casas gallegas.
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UN BOSQUE 100% GALLEGO
La mañana invita a salir temprano en busca de más lugares de ensueño. En invierno, las brumas llenan de magia y misterio los paisajes. La primavera es una buena época para descubrirlos con la explosión de flores que colorean los valles. El verano trae respiro y sosiego. Pero es en otoño cuando el bosque autóctono exhibe espectaculares matices dorados y rojizos, especialmente en la emblemática Devesa da Rogueira.
Situada en un antiguo circo glaciar, la riqueza y biodiversidad convierten la Devesa en el bosque gallego por excelencia, hábitat de lirones, zorros, martas, corzos y jabalíes, un lugar rebosante de vida. El paseo por este lugar secreto se vuelve enigmático al atardecer, caminando entre los crujidos misteriosos del bosque y el viento que arremolina las hojas de robles y castaños centenarios.
A la salida de A Devesa se encuentra el inicio de uno de los itinerarios más exigentes del Geoparque, que en escasos cinco kilómetros salva un desnivel de hasta mil metros: es la ruta del Kilómetro Vertical de Penaboa, que cruza la cresta del Penaboa para llegar a Pía Paxaro, una cima de 1.607 m. Pero hay opciones más asequibles, como la que parte de A Campa da Lucenza y desciende por un hermoso valle glaciar surcado por senderos y caminos empedrados por donde se transportaba el hierro, recuerdo de la intensa actividad minera de la zona.
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CASCADAS Y ALDEAS PALEOZOICAS
Concluido el descenso, se puede parar en alguna de las bonitas aldeas que salpican los caminos de la sierra de O Courel: Céramo, Visuña, Ferramulín, las denominadas Aldeas Paleozoicas que conservan la arquitectura tradicional de montaña con muros de piedra, balcones y pasadizos de madera. Luego, bajando por un bonito camino poblado de castaños y alisos se llega a la Fervenza de Vieiros, una de las cascadas más hermosas del Geoparque.
Al regreso, retomamos la carretera y a escasos dos kilómetros se divisa A Seara, otra Aldea Paleozoica. Sus acogedoras casas construidas con pizarra y esquisto se apretujan dispuestas a vencer el frío intenso de los meses de invierno en la sierra.
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La aldea es un paraíso apartado del ruido y las prisas, evidenciando que en O Courel la vida tiene otro cariz, marcado por la calma y por un silencio deliciosamente envolvente. Desde la aldea de Seara se accede por un bonito camino poblado de castaños y alisios hasta la Fervenza de Vieiros, una de las cascadas más hermosas de este espacio protegido de la provincia de Lugo.