El monasterio cartujo en ruinas de Tarragona donde nació un vino muy especial

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FUNDACIÓN DIVINA

Para conocer la historia de la Cartuja de Escaladei se ha de retroceder hasta el reinado de Alfonso II de Aragón, en el que se recuperan tierras catalanas ocupadas antaño por los árabes. El deseo del monarca era repoblar el territorio recién conquistado y cristianizar la Cataluña nueva, con lo cual ofreció a la Orden de la Cartuja de la Provenza, fundada por San Bruno, que se establecieran en sus tierras.

En 1194 llegaron los primeros monjes para investigar cuál podría ser el mejor lugar del Valle de Oliver para establecer la que sería la primera cartuja de la Península Ibérica. Fue entonces cuando se encontraron con un campesino que les contó un sueño que había tenido en el que se veían unas escaleras que subían hasta el cielo y por las que se elevaban unos ángeles. Los cartujanos no dudaron en ver en ello un símbolo divino para iniciar en 1204 la construcción del que sería su hogar espiritual.

Mientras tanto, se establecieron en Santa María de Poboleda, un antiguo eremitorio abandonado. Finalmente, en 1215 se inaugura la Cartuja de Santa María de Escaladei, del latín scala dei (escalera a Dios), aunque no fue hasta 1228 que contó con todos los servicios necesarios. Durante años, la Casa Real les cedió más y más terrenos para aumentar su poder, ocupando lugares como Vilella Alta, Poboleda, Gratallops, Torroja del Priorat y la Morera del Montsant.

Lejos de ser solo un remanso de paz y de contemplación religiosa, la cartuja se convirtió en un gran señor feudal, con una gran colección de territorios donados y comprados, que desembocaron más tarde en la comarca del priorato histórico. En ella, el aceite y la uva fueron los cultivos predominantes y que marcaron el dinamismo comercial de la región.

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SIETE SIGLOS

El cultivo de la viña por parte de los monjes dio sus frutos en los primeros vinos en 1263. Pero su actividad iba mucho más allá, pues también ayudaron a fundar otras cartujas en la península, como la de Sant Pol de Mar en Catalunya, la Vall de Cristo en Valencia o la de Miraflores en Castilla, entre muchas otras.

Pero, sin duda, su momento de máximo esplendor se inició en el siglo XVI. Gracias a su gran prestigio y su influencia, además de su gran patrimonio, favorecieron la gran transformación de la cartuja, que se convirtió en un foco de expansión del Renacimiento en Cataluña hasta bien entrado el siglo XVIII.

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Durante siete siglos de bonanza, los campos, molinos, olivos y viña aportaron todo lo necesario para subsistir y mucho más para comerciar. El gran poder que reunió el prior lo convirtió en alcalde general de los pueblos de la comarca, que hoy en día coinciden con la Denominación de Origen de Calidad Priorat, lo que da fe de su gran papel en la fundación de la DOC.

Sin embargo, esta gran época llegó a su fin en 1835 con la desamortización de Mendizabal y la privación por decreto de sus tierras. El 25 de julio, y tras las revueltas que se iniciaron en Reus y que se estaban extendiendo por algunos monasterios, los monjes decidieron huir, y en tan solo un par de días, la cartuja quedó saqueada y destruida.

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ENTRE RUINAS

Durante muchos años, la Cartuja de Santa María de Escaladei estuvo abandonada. Las celdas, los claustros, la iglesia y la hospedería, al igual que sus campos y viñedos quedaron desiertos y sin uso. Finalmente, en 1884 cinco familias compraron la propiedad y sus tierras para fundar la Sociedad Agrícola La Unión. Bajo su nombre, comenzaron a producir vino e impulsar el cultivo de la vid.

Esta sociedad fue, más tarde, el origen de la bodega Cellers de Scala Dei, de donde salieron en 1878 las primeras botellas de vino del Priorat para la Exposición Universal de París. En los años 30 se reconoce por fin el Priorat de Scala Dei como zona vitivinícola a proteger, pero no será hasta después de la Guerra Civil, en el1954, que se ratifica por fin la DO Priorat.

Finalmente, en 1991, las familias propietarias de Cellers Scala Dei ceden la antigua cartuja a la Generalitat de Cataluña para impulsar su recuperación arqueológica y que sea visitable. Desde 1993 es posible visitar las ruinas del complejo, declarado Bien de Interés Nacional en la categoría de monumento. El recorrido, que discurre por el exterior de los tres claustros (uno de ellos reconstruido), la iglesia y el refectorio, así comouna celda reconstruida con todo detalle, permite imaginar el modo de vida que llevaban los monjes cartujos.