Cuenta la leyenda que el segundo Buda Padmasambhava, también llamado Gurú Rimpoche llegó en el siglo VIII a este monasterio situado a 3.200 metros de altitud. Para arribar a este insólito lugar desde la India no tuvo que caminar, sino que voló a lomos de Yeshe Tsogyel, la venerada yogui convertida en tigresa. Su travesía tenía un doble objetivo: someter a los demonios locales que estaban ocasionando molestias a la población de este entorno y refugiarse en una cueva para meditar durante 3 meses, 3 semanas, 3 días y 3 horas sin interrupción ni distracciones del mundo exterior. De hecho, a este mismo maestro se le conoce por haber llevado el budismo al Tíbet, entre otras regiones, lo que justifica su importancia histórica.
Justamente, este lugar de culto que mira al abismo en el valle del Paro en Bután (sur de Asia) está bautizado como «El Nido del Tigre», aunque su nombre original es Taktshang Palphug. Tomando como punto de referencia la cueva de meditación, los orígenes de este monasterio se remontan al año 1692. El complejo está formado por un total de siete templos que han sufrido numerosas reformas a causa de incendios provocados por las velas de oraciones que hacen arder la madera del recinto.
Además de un paisaje natural que corta la respiración, la arquitectura de este monasterio consigue sorprender por sus imponentes cúpulas doradas, esculturas de dioses que se iluminan, luces parpadeantes y ofrendas.
![Nido del Tigre](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/09/nido-del-tigre_f1fe839d_240409165506_1200x800.jpg)
CÓMO LLEGAR
Para ascender hasta el Taktshang Palphug, hay que caminar poco más de dos horas y media sorteando bosques de coníferas entre las nubes que se filtran a medida que se gana altura. Una ruta que parece idílica hasta que llegar al último tramo. Es prudente comentar que este tipo de visitas podrían resultar complicadas para aquellos viajeros que sufran de vértigo.
La entrada principal se encuentra justo al lado de la sala de las velas, a través de una estrecha escalinata que conduce a una escalera de madera. Se debe seguir el recorrido hasta divisar la famosa cueva, que contiene un altar entre las rocas.
En la actualidad, no todos los templos están abiertos al público, ya que en ellos vive una comunidad de monjes. No obstante, el monasterio sí que se puede visitar y se recomienda contratar a un guía que esté familiarizado con el protocolo para acceder a estos lugares.