Una niña se columpia bajo unos soportales con los pies en el aire para coger impulso. A pocos metros, un grupo de vecinas se reúnen frente a una vivienda. Dos tareas ocupan su atención: coser y observar a quienes pasean por la calle. En el taller, el herrero doma el metal a su capricho con la ayuda de la fragua. Un burro de pelaje pardo cruza la esquina mientras transporta un cesto de fruta en el lomo. Subidas en los escalones y mucho más ligeras de peso, varias gallinas picotean el suelo de piedra con un ritmo casi mecánico. Es un día más en la localidad de Romangordo en Cáceres (Extremadura), donde sus menos de 250 habitantes viven alejados del bullicio y el ajetreo urbano. A simple vista, ninguno de los elementos que forman este ecosistema costumbrista se salen de lo común… salvo por el hecho de que las escenas descritas anteriormente no son más que una ilusión óptica.
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El juego entre lo real y lo fabricado se conoce como trampantojo y provoca la (engañosa y divertida) sensación de que las figuras y personajes retratados se encuentran de verdad en el espacio al que se dirige la mirada. La colección de pinturas se despliega por diversos puntos de Romangordo, transformando este lugar en un museo al aire libre. Así, las fachadas de los edificios y las puertas de las cocheras funcionan como una cápsula del tiempo en la que plasmar las costumbres del pueblo a través de dibujos y citas célebres de genios de la literatura española.
Pero, ¿cuál es el origen de esta ruta temática en la que el arte cobra vida propia? Esta es una de esas situaciones en las que alguien supo hacer de la necesidad una virtud. Los primeros pasos de este proyecto se dieron en el año 2015, cuando los responsables del ayuntamiento de Romangordo se percataron de que había una zona «poco estética» que pedía una mejora cuanto antes. Fue entonces cuando se dio el contexto ideal para dejar constancia de los oficios que se han perdido con el paso del tiempo a través de unos murales de cerámica.
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La memoria de las calles
En el marco de una semana cultural en el año 2016 se deciden pintar las puertas de varios garajes del pueblo bajo el eslogan: “puerta a puerta, pintamos nuestra vida y nuestra historia”. El proceso de tuneo siguió adelante con una iniciativa que buscaba poner en valor la identidad de Romangordo. Esta vez, las fachadas se convirtieron en lienzos. De ahí surgió el primer mural llamado El rincón del burro, elaborado por Álvaro Quintana, estudiante de la Escuela de Bellas Artes de Madrid. La estampa despertó tanta curiosidad entre la población y entre los visitantes que el borriquito no tardó en convertirse en la estrella de Romangordo.
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EL AYER QUE sigue triunfando HOY
Motivados por el creciente interés turístico se acordó incorporar nuevas obras realizadas de la mano de artistas extremeños como Jonathan Sojo y Jesús Brea. El resultado fue más de un centenar de trampantojos que dan testimonio de los usos y costumbres tradicionales de Romangordo. A ello se sumaron también frases de grandes personajes de la literatura local, autonómica y nacional.
Cómo visitar Romangordo
Se recomienda que la primera parada sea en el Centro Educación Ambiental La Casa de los Aromas, ya que alberga en su interior la Oficina de Turismo. Allí proporcionan a los turistas toda la información necesaria y un mapa del municipio para no perderse ni un solo detalle.
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