Nadie puede negar que Tossa de Mar es uno de los grandes emblemas de la Costa Brava. Y sin embargo, a pesar de esta gran viralidad, la mayoría de los viajeros se conforman con dar un pequeño paseo y desvelar los rincones más medievales. Toda una pena. Sobre todo, porque tras esta fachada de torres y murallas, esta localidad guarda un conjunto de atractivos insólitos e inesperados. Si Tossa logró ser magnética en los años 30 por su playa y su clima, casi un siglo después puede presumir de sorprender con numerosos hallazgos.
![Romano](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/romano_00000000_ea56c79d_240524150351_1200x720.jpg)
Sí, los primeros fueron los romanos
La falta de aparcamiento en el casco histórico no es solo una medida restrictiva. Es, sobre todo, un preludio de lo que aquí espera. Y es que a Tossa de Mar se viene a callejear con calma y no siempre con rumbo. Eso sí, todo queda cerca. De hecho, no muy lejos del parking principal donde se ubica la oficina de turismo local se encuentra la curiosa villa romana dels Ametllers (siglo I-IV d.C), un yacimiento que se puede visitar.
En ella se encuentran los restos de una enorme casa dedicada al cultivo de la vid y a la exportación de vino. Fue descubierta en 1914 y destaca por la ingente cantidad de objetos que atesora, como céramicas, fíbulas, monedas… Sus principales hallazgos se muestran en el Museo Municipal, aunque esta villa guarda un as en la manga para quien la visita: un conjunto de mosaicos muy bien conservados. Y sí, uno cuenta con una inscripción del primer nombre romano de esta localidad: Turissa. Un viaje turístico que también es un viaje en tiempo.
![SALON PATIO 268](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/salon-patio-268_00000000_693873cd_240524150409_1200x800.jpg)
UN SECRETO MODERNISTA
Dejando atrás este yacimiento romano, y virando por la calle La Guardia se llega a un microcosmos urbano de callejuelas estrechas repletas de tiendecitas y tabernas. Entre ellas, de repente, asoman plazuelas muy acogedoras como la de la Iglesia o pasajes flanqueados por casas blancas salpicadas por macetas floridas.
Lo ideal es deambular sin rumbo fijo descubriendo su centro, asequible y arrebatador. Es así como se llega a la Platja Gran (playa grande) y el Paseig del Mar (paseo del mar), una curba de 400 metros de largo con forma de media luna. Aquí es donde se halla la peculiar Casa Sans, un edificio modernista con guiños marineros transformado en un hotel boutique. En lo alto acoge una terraza con vistas al mar donde se aprecia mejor esta joya arquitectónica. Desde este lugar no solo asombran panorámicas sobre el mar, también las vistas de su patio interior donde fascinan unas caleidoscópicas vidrieras y serigrafías con motivos vegetales de color azul que contrastan con los dorados de la estatua dedicada a la diosa Diana.
![Tossa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/tossa_6142c886_240524150952_1200x799.jpg)
EN DEFENSA DE LOS PIRATAS
El recinto amurallado con sus almenas y estilizadas torres asomando al mar, símbolo de este municipio, atrae todas las miradas. El paseo marítimo se fusiona con el Passeig de la Vila, que conduce al corazón de Tossa. Esta fortificación, erigida entre los siglos XII y XIV, protegía a la entonces aldea de pescadores de los ataques piratas, incluido el temido Barbarroja. Los bien conservados cañones apuntando al mar, las torres de vigía a lo largo de la costa y las mismas murallas son testimonios de esa época turbulenta.
Por suerte, hoy es un encantador y tranquilo casco antiguo medieval. Pasear por sus plazas y fachadas de piedra, con la ropa tendida, flores en las ventanas y una pequeña iglesia en ruinas, es una delicia. Pero lo más distintivo son las calles empedradas con guijarros traídos de la playa, conservadas como antaño. Si a esta belleza se le suman las magníficas vistas al Mediterráneo, la experiencia es inigualable.
![shutterstock 1756974155](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/shutterstock-1756974155_00000000_037e712f_240524150549_1200x900.jpg)
la estela de ava gardner
Unos metros más arriba, el viajero se encuentra con una glamourosa estatua de la mítica Ava Gardner en una plazoleta con magníficas vistas. Este bronce recuerda que, en 1951, Tossa se convirtió en escenario de Hollywood, lo que atrajo paparazzis, le dio fama mundial y generó cotilleos. La buena química entre el apuesto torero y actor español Mario Cabré y la actriz americana provocó que su prometido, el cantante Frank Sinatra, apareciera en Tossa con la excusa de necesitar unos días de descanso para su voz.
No se sabe si hubo romance entre los protagonistas de la película Pandora y el holandés errante, pero lo cierto es que no se puede abandonar el casco medieval a sin una foto junto a la estatua a escala real. Los más cinéfilos encuentran pueden encontrar imágenes curiosas del rodaje, tomadas por un fotógrafo local, expuestas en el bar del hotel Tonet, en la plaza de la Iglesia. En cambio, los más golosos se pueden llevar de recuerdo los «besos» de Ava Gardner: riquísimos merengues de distintos sabores en una caja con la foto de la estrella de Hollywood. Se venden en la Granja Tomás, una pastelería de 1885 que es toda una institución en este lugar.
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En lo alto del Faro
El punto más alto es el Faro, situado en el Cabo de Tossa, dentro de la Vila Vella. Sus vistas panorámicas del mar abierto hacen que se olvide por completo el esfuerzo de la subida. Estas vistas impresionantes son razón suficiente para detenerse un buen rato y tomar algo en su terraza. Construido sobre las ruinas de un castillo que ya no existe, fue inaugurado en 1919. Actualmente, además de cumplir con sus funciones de faro, alberga el Centro de Interpretación de Faros del Mediterráneo, un espacio de referencia que ofrece una visión profunda del mundo de los faros.
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EL AGUJERO DEL DEMONIO
Después de contemplar la inmensidad del mar que aporta esas dosis de desconexión tan necesarias en una escapada, toca ir pensando en volver a la Vila Nova o bien alargar un poco más cenando en algunos de sus restaurantes. Sin necesidad de tomar el camino inverso, se continúa la ruta hasta llegar a la bella plaza Pintor Roig Soler, toda en piedra, que acoge el Museo Municipal. Pero aquí la sorpresa es salir por una especie de hoyo en la muralla llamado Forat del Dimoni (agujero del demonio) en que el visitante, agachándose, abandona el recinto. Más que una salida es la entrada a un espectacular mirador a la Cala Codolar, una pequeña playa de antiguos pescadores encastrada entre los acantilados.
![iStock-1062994416 (1)](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/istock-1062994416-1_00000000_ed3904ef_240524150652_1200x800.jpg)
ENTRE ALMENAS
Siguiendo el perímetro de la muralla en dirección descendente, en la calle del Portal, los restaurantes con la terraza tocando la muralla generan un ambiente único. Rápidamente sorprende la Torre de las Horas y su magnífico portal con dovelas que invita a entrar al antiguo patio de armas. En este mismo sitio, unas escaleras de piedra llevan hacia arriba, a las murallas, para recorrer esta maravillosa almendra medieval, pero esta vez desde las alturas, paseando entre las almenas como si fuera un juego de niños.
![5 Interior Museu](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/5-interior-museu_00000000_88f9796d_240524150708_1200x800.jpg)
EL PARAÍSO AZUL DE MARC CHAGALL
Tossa de Mar ya fascinaba mucho antes de la llegada del turismo de sol y playa. En los años 30, atrajo a toda la bohemia de Europa. Artistas e intelectuales como Marc Chagall, Jean Metzinger, Georges Bataille, Francis Picabia y André Masson pasaron largas temporadas aquí. Encontraron refugio e inspiración, lo que llevó a Chagall a describirla como el «paraíso azul».
Este pueblo se convirtió en un importante núcleo de vanguardia, y muchos artistas donaron sus obras de arte. Gracias a esta generosidad, el Museo Municipal presume de ser el primero en toda España (abrió en 1935) en exponer obras de artistas extranjeros contemporáneos. Esculturas y pinturas de importantes artistas nacionales de esa fructífera época también se encuentran en este museo, aunque su pieza estrella es el cuadro El violinista celeste de Chagall.
![Tossa de Mar](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/tossa-de-mar_8cb1333d_240524150928_1200x575.jpg)
TODO TIPO DE PLAYAS
La visita a la Vila Vella ya justifica este viaje y es un destino con suficientes alicientes para venir en cualquier época del año. Pero si viene en verano, la oferta playera hace de esta escapada inolvidable. Por si no apetece moverse, el mismo municipio dispone de tres playas. La principal es Platja Gran, donde se puede realizar un paseo en barco y adentrarse en la Cova d’Es Berganti, en que una de sus rocas, esconde la figura de Napoleón, o eso dicen. En dirección al norte, des de Platja Gran, se encuentra la Mar Menuda, muy accesible y familiar en que esconde la cala “bañera de las mujeres”, que antaño solo ellas se podían bañar. Al otro lado del recinto amurallado, al sur, está la idílica Cala Codolar.
![3 Dolmen Tossa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/3-dolmen-tossa_00000000_c17b942c_240524151016_1200x797.jpg)
TOSSA ANTERIOR
Tossa atesora vestigios aún más antiguos que la Tarraco romana: los dólmens y menhires. Una ruta circular por el bosque los descubre. A pesar de ser un pueblo de tradición marinera, es también un destino perfecto para los amantes del senderismo. Su ubicación es inmejorable: escondida dentro de un valle que se extiende a una bahía y al abrigo de la sierra de Ardenya-Cadiretes que alcanza los 520 metros de altitud. De hecho, la localidad presume de ser la capital del senderismo de la Costa Brava por la gran cantidad de rutas que dispone tanto de bosques interiores como las que bordean el mar. Es también un destino ideal para practicar bicicleta de montaña o cicloturismo. Incluso la terapia forestal shinrin-yoku, muy popular en Japón y con grandes beneficios para la salud, se puede realizar en esta zona boscosa.
![Cala Bona](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/05/24/cala-bona_03201c40_240524151158_1200x800.jpg)
CAMINO ENTRE CALAS
Si vienen ganas de ejercitar las piernas y andar entre pinos y acantilados, el Camino de Ronda está esperando. La primera parada es Cala Bona, a solo 40 minutos andando desde el centro, ubicada en un entrante de mar, donde apenas hay arena para plantar la toalla y su chiringuito es el protagonista. A poca distancia, se encuentra la Cala Pola, votada como una de las mejores playas del país según los lectores de esta web.
Y razones no faltan: agua de color turquesa y transparente. Un paraíso a pesar de estar al final de un camping. Le sigue, a unos 20 minutos a pie, la Cala Giverola, donde se practica un sinfín de deportes acuáticos y recibe los barcos de fondo de cristal que parten desde Tossa. Es quizá la más concurrida pero eso no le resta belleza. Pero si el viajero busca una playa más abrupta, de difícil acceso, sin ningún tipo de servicio, y por supuesto, con menos gente, también la encuentra: Cala Futadera.