El pueblo de Girona que se embelleció protegiéndose de los piratas


Nadie puede negar que Tossa de Mar es uno de los grandes emblemas de la Costa Brava. Y sin embargo, a pesar de esta gran viralidad, la mayoría de los viajeros se conforman con dar un pequeño paseo y desvelar los rincones más medievales. Toda una pena. Sobre todo, porque tras esta fachada de torres y murallas, esta localidad guarda un conjunto de atractivos insólitos e inesperados. Si Tossa logró ser magnética en los años 30 por su playa y su clima, casi un siglo después puede presumir de sorprender con numerosos hallazgos. 

 

 

 

Romano

Foto: Museo Municipal de Tossa de Mar

Sí, los primeros fueron los romanos

La falta de aparcamiento en el casco histórico no es solo una medida restrictiva. Es, sobre todo, un preludio de lo que aquí espera. Y es que a Tossa de Mar se viene a callejear con calma y no siempre con rumbo. Eso sí, todo queda cerca. De hecho, no muy lejos del parking principal donde se ubica la oficina de turismo local se encuentra la curiosa  villa romana dels Ametllers (siglo I-IV d.C), un yacimiento que se puede visitar. 

 

En ella se encuentran los restos de una enorme casa dedicada al cultivo de la vid y a la exportación de vino. Fue descubierta en 1914 y destaca por la ingente cantidad de objetos que atesora, como céramicas, fíbulas, monedas… Sus principales hallazgos se muestran en el Museo Municipal, aunque esta villa guarda un as en la manga para quien la visita: un conjunto de mosaicos muy bien conservados. Y sí, uno cuenta con una inscripción del primer nombre romano de esta localidad: Turissa. Un viaje turístico que también es un viaje en tiempo. 

 



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