Antiguamente, el acceso al núcleo poblacional de Benasque sobre el río Ésera estaba salvado por un puente románico, después reconvertido en un elemento medieval. Una vez allí el escenario adopta la forma de casas de piedra que exhiben tejados de pizarra, muy del estilo montañés típico del Valle de Benasque. Muchas de estas viviendas tienen nombre propio, el mismo por el que se reconoce a sus habitantes cuando pasean por la calle. Según la tradición, este viene dado por el oficio de la familia o por el apellido del hijo varón.
![torre](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/05/torre_c55f28d4_240305113716_1200x1600.jpg)
Lo más habitual es encontrarse «casa patio», en las que la vivienda se sitúa en la planta superior y el resto del espacio se destina a huertos, pajares o cuadras. La entrada a las casas está protegida por robustos portones de madera decorados con un trucador o llamador con diseño único que sirve para repeler la mala suerte o atraer la fertilidad al hogar, entre otros.
También era común adosar una torre almenada a estas construcciones, como la de la Casa Juste (1567). Con 18 metros de altura, es la única que se conserva en pie del conjunto de estructuras fortificadas que salpicaban el valle.
![benasque](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/02/20/benasque_5e982d94_240220164356_1200x900.jpg)
En la plaza del Ayuntamiento se encuentra la Iglesia de Santa María la Mayor, que esconde en su interior unas coloridas pinturas a modo de retablo. Si se continúa caminando por las callecitas de piedra es muy fácil toparse con el Palacio de los Condes de Ribagorza, de inspiración renacentista y con una colección de bustos de los condes que encargaron esta edificación.
![ribagorza](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/02/20/ribagorza_3236a9d0_240220164534_1200x1600.jpg)
Fort de Benás: Pagar por hacer pan
Otra inscripción recuerda la historia del Fort de Benás, cuyos residentes «tuvieron el privilegio del horno de cocer pan, que obligaba a todos los vecinos a cocer sus panes en este horno». Previo pago para utilizar este servicio, claro. En plena calle mayor se encuentra Rabason, la taberna más antigua de Benasque y parada obligatoria para paladear el vermut casero y el pacharán.
![DSC 2224CP](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/05/dsc-2224cp_d2240789_240305122011_1200x801.jpg)
SOMMOS Hotel Aneto
Otro de los protagonistas que conforman el paisaje montañoso de Benasque es este alojamiento de cuatro estrellas con una propuesta basada en gastronomía de proximidad, planes de bienestar y deportes al aire libre.
Desdibujar líneas para unir dos mundos. Esta construcción de piedra excavada con detalles de madera y amplias ventanas está pensada para que la naturaleza se cuele por las cuatro esquinas del recinto en una simbiosis entre lo orgánico y lo fabricado.
El proyecto lleva la firma del arquitecto Jesús Godoy y la visión del artista Vicente García Plana, a quien se le atribuye la decoración del interior del hotel y también las esculturas de doce metros que reciben a los visitantes en la entrada.
![DSC 2265CC](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/05/dsc-2265cc_2bce6067_240305122106_1200x801.jpg)
Cuenta con piscina climatizada con chorros relajantes, terraza solarium, cafetería, salón de lectura y espaciosas habitaciones entre las que destaca la Junior Suite con chimenea.
Cabe mencionar el Restaurante Tres mil 404, imprescindible para degustar la cocina local, así como el Restaurante Sotobosque, donde los sabores danzan al ritmo de los vinos de la Bodega SOMMOS.
Igualmente, todo el conjunto se alinea con los criterios de sostenibilidad y eficiencia energética: placas solares térmicas, aprovechamiento del caudal del río Ésera para refrigerar el edificio durante la época de más calor y puntos de recarga para vehículos eléctricos, entre otros.
la magia continúa
¿Cómo se puede mejorar (todavía más) una escapada de relax y diversión en la naturaleza? Con una excursión a Anciles, situada a dos kilómetros de Benasque. Cumbres afiladas y casas solariegas de piedra con tejados de pizarra convierten a esta pequeña villa en un enclave sacado de los cuentos de hadas y elfos. El paseo hasta aquí no puede ser más agradable: a orillas del río y a través del bosque.