Existe un pueblo situado en pleno Parque Nacional de los Montes Sibilinos, cuyos campos se transforman con la llegada del mes de mayo, convirtiéndose en un océano de amapolas, violetas, tulipanes amarillos e incluso acianos que hacen de esta llanura una auténtica obra de arte de la naturaleza. Este es Castelluccio di Norcia, el sueño primaveral de los amantes de la pintura y la fotografía.
Sinfonía de colores y flores
La floritura o floración de esta ciudad italiana, que poco tiene que envidiar a la de Japón, empieza antes o después, dependiendo de lo que haya durado el invierno y de las temperaturas que se hayan alcanzado en la estación más fría. De todos modos, hacia finales del mes de mayo, poco queda de verde impoluto en la llanura de 15 kilómetros de extensión que custodia Castelluccio di Norcia.
Los primeros pétalos que irrumpen en este bucólico escenario son del rojo de las amapolas, que inauguran la temporada con su vivo despertar. Después llegan los tulipanes amarillos, añadiendo una segunda tonalidad al inacabado mosaico. A finales de junio se suman al conjunto la mostaza silvestre, seguida de los azules acianos que brotan al poco tiempo. Con el paso de los días, surgen las moradas violetas, los blancos narcisos y las corolas níveas de la flor de las lentejas que se cultivan a lo largo de este campo. De hecho, este alimento, sembrado desde hace siglos en las llanuras kársticas de Umbría, es la joya culinaria de la región y una promesa de buen augurio en las cenas de Navidad.
Cuando el fresco clima primaveral da paso al calor del verano, los pétalos de las flores se mustian, dejando que las semillas caigan en un campo que las resguarda y alimenta hasta el año siguiente, garantizando así una nueva floritura al cabo de los meses.
Un oasis para los polinizadores
Castelluccio di Norcia presume de ser un oasis de biodiversidad para los polinizadores, que acuden cada año a estas tierras a darse un festín de polen y cumplir así con su cometido como parte del ecosistema. También se enorgullece de albergar, entre sus campos, más de treinta tipos de orquídeas, entre las que se encuentran la orquídea mono y la orquídea abeja, llamadas así por su parecido con los respectivos animales.