El renacido Bosque de Oma, cómo visitar el bosque más artístico del País Vasco


Un sendero bosque a través

El camino que conduce al Bosque de Oma empieza en el parking del restaurante Lezika, un caserío dedicado a la cocina tradicional vasca situado a los pies del yacimiento arqueológico más importante de Bizkaia, la Cueva de Santimamiñe. Pronto, el sendero asfaltado se convierte en un paseo de tierra entre los altos árboles que sumergen a los caminantes en el bosque. 

Durante los aproximadamente cincuenta minutos que dura la ruta, se alternan pasajes en los que no se alcanza a ver más allá de los pinos, con otros en los que el horizonte despejado revela el contraste entre las montañas de siluetas piramidales y los valles. Al llegar al Bosque de Oma, los tonos verdes y marrones de la naturaleza se convierten en el paisaje de fondo de la obra de Agustín Ibarrola, cediendo el protagonismo a los trazos coloridos que cautivan la mirada de quienes llegan al bosque. 

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Bosque de Oma

Foto: Shutterstock

Arte pintado sobre el paisaje

El artista bilbaíno comenzó este proyecto en 1982 y terminó de pintar el último árbol dieciocho años más tarde, en el 2000. Durante aquel tiempo, Agustín Ibarrola trasladó a Urdaibai la esencia del Land Art, una corriente artística surgida en los años 60 en los Estados Unidos, cuya principal finalidad es transportar el trabajo artístico al medio natural para crear obras que, al estar expuestas a la intemperie, se transformarán e incluso se perderán con el paso de las estaciones. 

Utilizando principalmente colores planos, Ibarrola le dio una nueva vida al bosque, colmándolo de siluetas figurativas y abstractas. Trazó un arcoíris, un rayo, formas animales, humanas e incluso el recuerdo de los niños que se acercaban a verle mientras pintaba. También marcó las cortezas de los árboles con unos labios  y unos ojos que parecen vigilar a los visitantes.

Bosque de Oma

Foto: Shutterstock

Estudió esas figuras detenidamente y las proyectó en diversos troncos, creando un juego de perspectivas que hacía que las imágenes se completaran al observar el paisaje en su conjunto y no los árboles de forma individual. De esta manera, Ibarrola impulsaba a los visitantes a moverse a través del bosque para ver cómo las figuras cambiaban con sus pasos, cómo el entorno se moldeaba dependiendo del punto de visión de cada uno. 

Sin embargo, precisamente por formar parte de un entorno natural, este juego colorido se vio afectado por las lluvias y las temperaturas que hicieron desaparecer algunos de los conjuntos, por los rayos ultravioleta que decoloraron las obras, por el crecimiento inevitable del bosque y, finalmente, por una plaga que afectó al pino insigne (y al 80% de los conjuntos) y provocó el cierre del Bosque de Oma en 2018.

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Bosque de Oma

Foto: Shutterstock

El nuevo Bosque de Oma

En vistas de la situación crítica en la que se encontraba el proyecto, la Diputación Foral de Bizkaia puso en marcha un plan para trasladar la obra de Agustín Ibarrola a otro terreno. Estudiaron hasta 27 posibilidades, de las que analizaron la orografía del bosque y la distribución de los árboles para seleccionar el lugar que se pareciera más al espacio original.

Finalmente, eligieron una nueva ubicación de 10 hectáreas, situada a pocos pasos del primer bosque, en la que se llevó a cabo la migración de la obra de Agustín Ibarrola. La primera fase de restauración, en la que se pintaron 14 conjuntos artísticos, finalizó en septiembre del 2022, y la segunda, en la que se pintaron los 34 conjuntos que completan el Bosque de Oma, terminó en octubre del 2023, poco antes de la inauguración del espacio.

Bosque de Oma

Foto: Shutterstock

En el nuevo bosque se han pintado alrededor de 800 árboles, 300 más que en el original, se han recuperado 4 conjuntos que habían desaparecido con el paso del tiempo, y se han añadido unos bancos de madera y unas flechas amarillas que permiten identificar fácilmente los conjuntos. Además, la pintura que se ha utilizado para la restauración (que es inocua y no penetra más allá de la corteza de los árboles) ha sido fabricada exclusivamente para el proyecto, garantizando así el menor impacto en el medio ambiente.

El último cambio, propuesto por la Diputación Foral de Bizkaia, ha sido incorporar una entrada gratuita, que se puede validar en el punto de información de la Cueva de Santimamiñe antes de empezar la ruta, para controlar el aforo. De esta manera, el Bosque de Oma seguirá siendo un lugar mágico en el que el visitante se sitúa en el centro de la experiencia, convirtiéndose en una parte esencial de esta extraordinaria obra de arte. 



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