El restaurante de un pueblo del Empordà donde comerse Girona en clave Michelin


LA PASIÓN COMO ENGRANAJE

Bo (bueno en catalán), Ti (de Tito, un apodo familiar del chef) y C (de Cristina Torrent) componen el nombre del restaurante. Tras esos años de reconocimientos y galardones Michelin y Repsol se esconde una decisión adolescente nada compartida por su familia y un largo proceso de aprendizaje en la Escuela de Hostelería de Girona y el Espai Sucre de Barcelona.

En uno de esos restaurantes en los quecocinó un verano con 19 años conoció a Cristina, estudiante de diseño de moda que combinaba su carrera con el trabajo. Albert lo recuerda como si fuera ayer, pero la verdad es que ha pasado ya mucho más de una década desde que abrió aquel pequeño Bo.TiC en un antiguo molino del escultor y pintor Joan Abras.

Bo.TiC

Albert y Cristina, Bo.Tic | Álex Salcedo

Con apenas un puñado de mesas y muchos sueños por cumplir, la pareja, que en aquel entonces tenía 28 y 25 años respectivamente, pasó muchos días sentada en la puerta del restaurante sin tener ningún cliente. De hecho, muchas veces invitaban a la familia para poder rotar el género.

De aquel punto a la estrella Michelin, aunque parezca extremo, no pasaron ni dos años. En el 2009 recogieron su primer astro, y poco después decidieron trasladar el restaurante a otro lugar emblemático de Corçà, una antigua fábrica de carruajes que tardó tres años en hacerse realidad. En 2017 abrió sus puertas sin que nada hubiera cambiado. Y así sigue, porque la pareja siempre ha tenido claro que lo de renovarse o morir no es lo que ellos buscan, sino que su estilo de cocina sea el mismo con el que empezaron a andar cuando todo era incertidumbre.

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