Al sur de la provincia, la sierra de Béjar es el punto virtuoso donde se dan la mano Ávila, Cáceres y Salamanca. Desde aquí nacen valles tan sonados como el del Tormes, el del Jerte o del Ambroz, unos apuntando a la cuenca del Duero y otros a la del Tajo. Los abundantes cursos de agua de esta sierra son la seña de identidad de localidades como Béjar y Candelario, que conforman un binomio insuperable para descubrir los secretos de una región discreta, pero sorprendente y llena de magia.
Béjar: entre fábricas olvidadas y hombres de musgo
Protegiendo la ciudad por su escabroso extremo occidental, la muralla del siglo XIII nos recuerda que Béjar se fundó en plena Reconquista, como punto defensivo a caballo entre las dos mesetas que evitara el avance musulmán. Solo quedan cuatro de las quince puertas de la vieja fortaleza en este barrio panorámico de viviendas heroicas que, asomadas a la sierra y sus ventiscas, protegen sus muros de adobe y madera con un ingenioso uso de la teja. Junto a la muralla, una escultura rarísima que pasaría por la de un villano de cómic de superhéroes nos recuerda la leyenda de los hombres de musgo, que se cubrieron de estos vegetales tan abundantes en la zona para hacer huir despavoridos a los musulmanes.
Desde el flanco norte de la muralla, nos asomamos al sombrío barranco del río Cuerpo de Hombre, para cuyo singular hidrónimo, curiosamente, nadie parece haber dado con una leyenda de calado. Desde arriba se aprecian unas imponentes construcciones de corte industrial que, estrechas y alargadas, se adaptan a las angosturas del cañón. Son los vestigios de una poderosa industria textil, la más importante del noroeste español, que empezó a desarrollarse también en el siglo XIII al amparo de la fuerza motriz de la corriente del Cuerpo de Hombre, y que alcanzó su cénit durante el siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, cuando Béjar se convirtió en una especie de Mánchester castellano.
![shutterstock 273992990](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/shutterstock-273992990_e95f5615_240326121442_1200x797.jpg)
Allá abajo, la Ruta de las Fábricas Textiles de Béjar es una propuesta deportivo-cultural que propone un paseo interpretado a orillas de un río que, por momentos, evoca a los paisajes fabriles a orillas del Llobregat. Con ayuda de algunas pasarelas, nos adentramos en rincones inverosímiles en los que la cara más agresiva de la industria se hermana extrañamente con la naturaleza. Casi todas las instalaciones se encuentran en estado ruinoso y poco a poco van siendo devoradas por la maleza, aunque todavía se puede intuir parte de sus ingenios. Una vieja fábrica reconvertida en el Museo Industrial Textil de Béjar es la clave para evocar el paisaje tal como era cuando aquí se empleaban cuatro mil trabajadores en doscientas fábricas.
Desde el sombrío cañón del Cuerpo de Hombre, caminamos hasta la torre más luminosa de Béjar para descubrir, sin embargo, su Cámara Oscura. Se trata de la réplica de un sistema lentes y espejos del siglo XVI que permitía vigilar la ciudad a tiempo real, previniendo incendios y otras calamidades. Muy cerca se encuentra el modesto pero sorprendente Museo Judío David Melul, dedicado a la historia y costumbres de los judíos de Sefarad hasta 1942, y luego a la trágica paranoia inquisitoria, así como a las fascinantes historias de conversiones fingidas que siguieron al triste edicto de expulsión.
![iStock 1423514309](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/istock-1423514309_348e3b51_240326121618_1200x801.jpg)
Hacia Candelario y los techos de Salamanca
El castañar es la seña de identidad de la zona y una visita a la sierra de Béjar quedaría coja sin dar un paseo por uno de estos. De camino a alguno de los muchos que rodean la localidad, podemos rendir tributo a la plaza de toros más antigua de España, apodada “la ancianita”, o al parque de El Bosque, un pedazo del Renacimiento italiano que se trajeron hasta Salamanca los duques de Béjar y Plasencia. Pero hay una fuerza gravitacional que supera incluso al castañar y que nos empuja hacia Candelario, uno de esos pueblos que siempre está en los rankings de los más bellos.
![El Bosque](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/el-bosque_2f03874f_240326122648_1200x802.jpg)
Hechas de roca y musgo, por las calles empinadas de Candelario se escuchan torrentes de agua que corren por sus regaderas semi cubiertas, y que a pesar del estruendo, resultan de lo más relajante. Aquí la vida se ha desarrollado prácticamente en torno a la matanza. Hasta tal punto, que de sus lugareños se dice que, en lugar de correas, usan longanizas para atar en corto a sus animales. Pero el pueblo también ofrece cancha para elevarse de asuntos tan mundanos: la fascinante constelación de estrellas del artesonado de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción nos empuja hacia asuntos celestiales y, de paso, evoca cuentos orientales.
![Candelario](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/candelario_00000000_0c09676e_240326122705_1200x800.jpg)
Candelario es un punto de partida ideal para descubrir la sierra de Béjar. Puede que no esté en el camino hacia la cercana estación invernal de La Covatilla, pero sí en el de otros destinos que, en realidad, son mucho más sugerentes. Los que aspiren a un paseo modesto, pueden salir caminando desde el pueblo rumbo a la Garganta del Oso, al abrigo de los bosques de castaños, para asomarse al final a un aperitivo de los paisajes glaciares de la sierra. Quienes aspiren a un poco más, pueden conducir hasta la plataforma de El Travieso y, desde allí, caminar hasta el techo de Salamanca, es decir, hacia la cumbre del Canchal de la Ceja, a 2.427 m de altitud, desde donde buscar nuevos objetivos en la Reserva de la Biosfera de las sierras de Béjar y Francia.