En la ribera del río Spaarne y a pocos kilómetros al oeste de la siempre bulliciosa Ámsterdam, se encuentra Haarlem, una joya neerlandesa que merece ser explorada y cuyo nombre seguro que recuerda otro topónimo mucho más famoso: y es que, con una historia que se remonta a la Edad Media, este Haarlem tiene estrechas raíces con la historia de Estados Unidos.
Haarlem se menciona por primera vez en un documento histórico del s. X. Etimológicamente, su nombre es casi una descripción literal ya que parece que proviene de «Haarloheim» o «Haralem», o lo que es lo mismo, «lugar en un suelo arenoso alto en el bosque». Desde sus orígenes, prosperó como un centro textil y cervecero, y fue en 1658 cuando un grupo de emigrados encabezados por Peter Stuyvesant fundaron su propia colonia a la que llamaron Nieuw Haarlem. Hoy es el famoso barrio de Harlem, en Manhattan.
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Junto al río Spaarne que le da mote a la ciudad, Haarlem es también es conocida como la Bloemenstad (ciudad de las flores) por la cercanía de extensos campos de bulbos y flores. Se trata de una ciudad pequeña de apenas unos 200.000 habitantes que,pese a pasar desapercibida bajo la enorme influencia de Ámsterdam, es todo un festín visual al que se le puede dedicar unos días. Conocida como la «ciudad de los pintores» durante siglos, Haarlem atrajo a artistas, arquitectos de renombre y pintores de paisajes invernales que fueron dejando su huella en sus calles adoquinadas y edificios históricos. Figuras como el arquitecto Lieven de Key y el pintor Frans Hals han dejado un legado duradero en la arquitectura y la cultura de la ciudad.
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Para tomarle el pulso hay que hacer un poco el flâneur y sumergirse por sus laberínticas callejuelas empedradas, salpicadas por coquetas casas medievales rematadas por gabletes. Por supuesto, como siempre que se trata de topografía urbana neerlandesa, la La Grote Markt, o Plaza Mayor, es la coordenada principal para orientarse. La imponente iglesia de San Bavón domina la plaza, en cuyo centro se encuentra la estatua de Laurens Janszoon Coster, el posadero que para algunos cronistas fue, por delante de Gutenberg, en el legítimo inventor de la imprenta de tipos móviles.
Para quienes busquen hitos históricos más recientes, hay que marcar en el plano la Casa Corrie Ten Boom, un emotivo homenaje al valiente papel que jugó la familia Ten Boom durante la Segunda Guerra Mundial al refugiar y dar apoyo a la resistencia holandesa contra la ocupación nazi. Y para quienes busquen el bucólico molino holandés, el Molen De Adriaan es su sitio. Construido originalmente en 1778 (el de ahora es una reconstrucción moderna), supone una bella estampa de la ciudad.
Tras este repaso, ahora ya solo queda escoger: ¿Harlem con una o con dos aes?