A simple vista parecería que Lloret de Mar vive totalmente volcada al turismo internacional y que ha perdido la vinculación marinera a pesar de su topónimo que la vincula con el mar desde sus mismos orígenes. Sin embargo, si se atiende bien a los detalles se apreciará que, a pesar de haberse dimensionado turísticamente con el paso del tiempo, aún conserva mucho del espíritu de la antigua villa marinera que fue en el pasado.
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Ahí está, por ejemplo, su museo; la escultura de La dona Marinera; o más evidente aún, la ermita de Santa Cristina, con sus exvotos que consisten en miniaturas detalladas de barcos que cuelgan del techo. Si a todo ello se le suma el puñado de descubrimientos hedonistas inesperados que alberga y el conjunto de playas -cuenta hasta trece arenales- que hay en su término municipal, da como resultado uno de los destinos más polivalentes de la Costa Brava.
![shutterstock 367911941](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/18/shutterstock-367911941_75cf4dd6_240618133530_1200x1700.jpg)
Una playa con tradición marinera
Santa Cristina es la patrona de Lloret de Mar y constituye por sí sola una de las tradiciones marineras que aún se conservan en la población. Cada 24 de julio, durante la Fiesta Mayor, se celebra una procesión marítima que consiste en el traslado de las reliquias de la santa, desde la Playa Gran de Lloret hasta la playa de Santa Cristina, a los pies del acantilado donde se encuentra la ermita que, aunque el edificio actual data del siglo XVIII, parece que su presencia en el lugar se remonta a finales del siglo XIV. Bella, de estilo neoclásico, con un altar de lo más interesante y su curiosa colección de exvotos y de barcos en miniatura, es un lugar desde el que conectar intensamente con el paisaje.
![Santa Cristina](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/18/santa-cristina_15c870e5_240618133736_1200x857.jpg)
La costa que pintó Joaquín Sorolla
Una vez que la procesión llega a su destino, las hermandades marineras lo celebran de la mejor forma: con un sabroso y tradicional estofat, a los pies de un pino centenario que proveé de buena sombra. Quienes se asomen a la terraza de la ermita, disfrutarán además unas vistas fabulosas sobre la popular playa de Santa Cristina, a la izquierda, y la pequeña cala de Treumal, a la derecha. Una costa, entre marítima y boscosa, que ya enamoró a Joaquín Sorolla, quien pasó por estos lares en 1915. El artista valenciano pintó por encargo del hispanófilo Archer Milton Huntington un lienzo para la colección Visión de España de la Hispanic Society de Nueva York.
En el lienzo se pueden ver unos pinos mediterráneos en primer plano, justo en el límite de un acantilado que se recorta de fondo. Por entre sus ramas se observa el mar de un atractivo azul verdoso y las rocas bañadas por el mar, iluminadas por el sol mediterráneo. Una panorámica fiel a como el pintor la observó y tal como dejó evidencia en una carta que escribió a su familia fechada el 30 de septiembre de 1915: “Santa Cristina es una maravilla. Grandes pinos sobre la montaña, con escollos claros de color, sobre un mar maravilloso, de azul y verde. Algo griego y estupendo.”
![Treumal Lloret](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/19/treumal-lloret_80538ba5_240619130706_1200x900.jpg)
Treumal, El pequeño satélite playero de la Playa de Santa Cristina
Esas rocas rematadas por los pinos que pintó Sorolla abren un pasillo de aires mágicos para llegar a la Cala Treumal, en el flanco derecho de Santa Cristina, entre los acantilados del jardín Botánico de Pinya de Rosa, justo en el límite que separa Lloret de mar y Blanes. La pequeña cala está rodeada de una espesa vegetación y, lo mejor de todo, sin construcciones a la vista.
Además, por estar algo alejada de las zonas más turísticas de Lloret de Mar, no es una cala con demasiada afluencia de gente. Sin embargo, no es una playa para pasar todo el día tomando el sol, pues por su ubicación, cuando el sol comienza a declinar, la sombra llega pronto hasta la arena. Lo bueno es que debido a que están encaradas al sudeste, permanecen resguardadas de los vientos fuertes y el oleaje. Esto, añadido a que sus aguas tienen poca profundidad, hace que se trate de una playa perfecta para disfrutar de un día tranquilo en familia. Eso sí, debido a la pronunciada pendiente justo antes de entrar al agua, en Treumal hay que tener más cuidado al golpe de la ola en la orilla.