La catedral de 600 años que posee la cúpula más grande del mundo


Existen pocas sensaciones comparables a la que experimenta uno al contemplar, por primera vez, la deslumbrante y asombrosa catedral de Santa Maria di Fiore. Situada en pleno corazón del centro histórico de Florencia, esta imponente estructura de mármoles blancos, rosados y verdes se alza por encima de los tejados de la capital de la Toscana como el firme testimonio de una época distante que, sin embargo, continúa siendo la eterna protagonista de la ciudad: el Renacimiento. 

 

Conocida, también, como el Duomo de Florencia, esta magnífica obra de arte de cuatro dimensiones se construyó entre los años 1296 y 1368, bajo las órdenes del arquitecto Arnolfo di Cambio. En su momento fue el templo más importante de Florencia y, actualmente, sigue siendo una de las catedrales más grandes y hermosas del mundo, junto a monumentos como la catedral de San Pedro en Roma o la Catedral de San Pablo en Londres. El edificio principal mide 160 metros de largo, 43 metros de ancho y 90 metros en su nave transversal. Además, posee una extraordinaria cúpula que alcanza los 100 metros de altura, siendo el elemento más visible de la silueta de la ciudad.

 

 

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Florencia

Foto: Shutterstock

La grandiosa cúpula de Brunelleschi

Esta cúpula, construida casi un siglo después de que se finalizara la catedral, fue, por su complejidad técnica y el desafío arquitectónico que supuso, la obra cumbre de la carrera de Filippo Brunelleschi. Todo empezó en 1418, cuando la Opera del Duomo convocó un concurso público para la construcción de la cúpula que completaría Santa Maria di Fiore. Al concurso se presentaron 17 arquitectos, de entre los que fueron seleccionados Filippo Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti. 

 

Dada la excelencia de los proyectos que ambos plantearon, el jurado decidió otorgar la dirección de la obra a los dos arquitectos, obligándoles a formar un equipo para la construcción de la cúpula. Sin embargo, el resultado de esta unión distó mucho de ser afortunado: después de varias disputas, una rivalidad obstaculizante y algunos fallos por parte de Ghiberti, el jurado destituyó al segundo, cediendo el total protagonismo a Filippo Brunelleschi. 

 

Liberado ya de su indeseado compañero, Brunelleschi empezó a buscar una solución ingeniosa que diera respuesta a uno de los mayores retos de la historia de la arquitectura. Pronto advirtió que, para encontrarla, debía mirar más allá del estilo gótico –predominante en Europa desde mediados del siglo XII– con el que se había construido la catedral. De ahí que regresara a los clásicos y hallara inspiración en el Panteón de Agripa y en Santa Sofía. 



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