No es fácil fijarse en ella. La majestuosidad de la Igreja do Carmo, con su gran mural de azulejos, y la llamativa Igreja das Carmelitas, con su campanario revestido también de artesanía típica portuguesa, hacen que algo entre sus fachadas pase desapercibido para la mayoría de los transeúntes. Son apenas dos pasos los que separan un templo de otro, y es que evitando que sus muros se toquen, una pequeña casa cuenta una historia muy curiosa que cualquiera que visite Oporto ha de acercarse a conocer.
Suscríbete a nuestra newsletter para descubrir cada domingo los viajes más sorprendentes
La Igreja das Carmelitas, que perteneció a la Orden de los Carmelitas Descalzos, se construyó en el siglo XVII. Realizada en hormigón coronado por un frontón, el templo tiene en su interior seis capillas laterales de rica ornamentación. Durante la primera mitad del siguiente siglo, se cedieron las tierras colindantes a la Tercera Orden de Nuestra Señora del Carmelopara que construyera una nueva iglesia: la Igreja do Carmo.
Son incontables los turistas que paran a hacerse fotos ante sus azulejos, obra del artista Silvestre Silvestri, que se instalaron en 1912, muchos años después de su construcción, en 1768, obra del arquitecto José Figueiredo Seixas. Su estilo rococó se refleja en sus imágenes, capillas y retablos dorados, donde la gente no puede evitar pararse a admirar este extravagante estilo.
LA CASA ESCONDIDA
Muchos han errado en llamar a ambas ‘las iglesias siamesas’, y es que, aunque de lejos puedan parecer una sola, de cerca también puede verse que no solo son dos, sino que nunca se llegaron a tocar. Al mismo tiempo de la edificación de la Igreja do Carmo se levantó una de las casas más estrechas de Portugal, de una puerta y dos ventanas, que separaba ambos edificios.
Se cree que el motivo de esto tenía su origen en una prohibición del Vaticano, que no permitía que dos iglesias estuvieran juntas. Conocida como A Casa Escondida y habitada hasta los años 80, tiene mucha más historia de la que parece detrás. Al entrar en la Igreja do Carmo, los visitantes realizan un recorrido que acaba en una escalera, la del inmueble que separa las dos iglesias.
En ella vivieron, durante la construcción de la Igreja do Carmo, artesanos y pintores que se encargaban de tallar la madera y cubrir de color cada detalle. Habitada hasta los años 80 por el campanero de la torre, se cree que también pasaron por aquí capellanes, médicos de la orden y otros cargos eclesiásticos. La casa, compuesta de diminutos baños, habitaciones, salones y cocinas, también tuvo su importancia histórica.
En ella se dice que se llegaron a celebrar reuniones secretas durante las invasiones francesas, entre 1807 y 1811, además de durante el Liberalismo y el Asedio del Puerto, entre 1828 y 1834, además de tras la proclamación de la República, en 1910, por temor a la persecución de las órdenes religiosas.