La ermita francesa levantada sobre una aguja volcánica


Chartres es uno de los santuarios marianos más antiguos de Francia, famoso por su catedral gótica y unos vitrales con un azul cobalto cuya fórmula se llevaron a la tumba los maestros vidrieros. El otro es Le Puy-en-Velay, una tranquila ciudad de la Auvernia, la región volcánica incrustada en el Macizo Central Francés. Durante la Edad Media este santuario se convirtió en el mayor foco de peregrinación del reino. Los devotos acudían para dormir en la ‘Piedra de las Fiebres’ –la losa superior de un dolmen, con fama de milagrosa, que coronaba la colina donde se levantó la catedral– y para venerar a una Virgen negra traída de las Cruzadas, con ojos de cristal y una nariz asombrosamente larga. 

Como la de Chartres, esa virgen fue quemada en los disturbios posteriores a la Revolución francesa. Un soldado le cortó la nariz de un sablazo y se observó que era de cedro. Cuando el fuego consumió las telas que vendaban su cuerpo, apareció una cavidad en su espalda conteniendo un pergamino enrollado que ardió al instante. Entre las cenizas se halló una piedra ovalada de jaspe sanguíneo cubierta de jeroglíficos, vinculados al parecer con el culto a Isis. Una nueva Virgen negra preside hoy el altar mayor de la catedral de Notre-Dame du Puy y en un ábside se puede ver la ‘Piedra de las Fiebres’.

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