la habitación más poética del mundo


Reclinada sobre el escritorio, vestida con un largo traje blanco, Emily Dickinson trazaba sus poemas. Componía versos repletos de abejas, flores, mayúsculas y guiones en diminutos pedazos de papel: la esquina de un periódico, el revés de un sobre, el final vacío de una carta. Así pasó la autora la mayor parte de su vida, recluida en la intimidad de su cuarto, sumergida en la profundidad de un pensamiento que la llevó a prescindir del mundo exterior, encomendada a una única tarea: escribir poesía.

 

Más de cien años después de su muerte, este espacio que fue el cobijo de una de las escritoras más prolíficas y extraordinarias de la literatura estadounidense se ha convertido en la joya de un museo al que artistas, poetas y compositores de todos los países acuden con la esperanza de encontrar, entre aquellas cuatro paredes floridas, la inspiración que alumbró la obra de Emily Dickinson.

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una hora en la habitación de Emily Dickinson

La casa en la que la poeta nació y vivió hasta su muerte se encuentra en Amherst, un pequeño pueblo de Massachusetts situado a dos horas en coche del Boston de Sylvia Plath y a hora y media del Concord de Louisa May Alcott. El color amarillo de su fachada (El amarillo en la naturaleza / es más raro que todos los colores, aseguró Dickinson en uno de sus poemas) distingue la vivienda de los demás edificios de la calle principal, destacándola sobre el verde de los árboles y los jardines que la rodean.

 

En el 2003, el Amherst College, uno de los centros universitarios más prestigiosos de los Estados Unidos, adquirió tanto The Homestead, el hogar de la escritora, como The Evergreens, la casa vecina a la que se trasladó su hermano Austin después de casarse, para convertirlos en la sede del Museo Emily Dickinson. La entrada a este fascinante museo dedicado a «despertar la imaginación, amplificando la revolucionaria voz poética de Emily Dickinson» permite descubrir las diversas estancias de la primera vivienda y recorrer los espacios de la segunda, en la que también residió una de las personas más importantes de la vida de la poeta: Susan Huntington Gilbert, esposa de Austin y amante de Emily (además de protagonista de varios de sus poemas) desde la juventud. 

Emily Dickinson

Foto: CC

Manuscrito original del poema ‘Wild Nights’ de Emily Dickinson.

Sin embargo, la experiencia más curiosa y deseada que ofrece el museo es la posibilidad de alquilar la habitación de Emily Dickinson, pagando entre 300 y 600 dólares, para pasar una o dos horas en el cuarto en el que la escritora compuso sus 1789 poemas y más de 2000 cartas.

 

Durante aquellos preciados minutos, los invitados pueden leer, escribir, pensar o divagar por el espacio, siempre que cumplan con las siguientes condiciones: permanecer en el área designada de la sala histórica, no tocar los muebles originales, mantener la puerta abierta en todo momento, escribir únicamente a lápiz (como hacía la autora) o con un portátil y, bajo ningún concepto, utilizar bolígrafos, plumas o cualquier utensilio que contenga pintura o tinta.

Habitación mejorada

Foto: Emily Dickinson Museum

¿Dónde encontrar a Emily Dickinson?

Algunos se preguntarán qué interés tiene entrar en la antigua habitación de la poeta y curiosear su escritorio de madera de cerezo, su lámpara de aceite, la cama en la que ideaba sus versos o las ventanas desde las que contemplaba el paisaje. Tal y como explica la escritora y editora Luna Miguel en el prólogo de la antología de poemas de Emily Dickinson publicada por Austral: “En el caso de Emily Dickinson, hablar de su vida y de su obra es hablar de su cuarto propio. Pisar los suelos de la que fue su casa en Amherst, de hecho, se parece más a colarse en su mente que a hacer una sencilla visita a su propiedad”. 

 

De esta manera, para encontrar a Emily Dickinson podríamos partir de su mente-habitación y, siguiendo las pistas que dejó en sus poemas, trazar un mapa o ruta alrededor de Amherst que nos conduciría a los escenarios naturales que obsesionaron e inspiraron a la escritora: el invernadero en el que cultivaba sus flores, el huerto en el que crecían sus árboles frutales, el bosque por el que merodeaba e incluso el cielo y las constelaciones cuyos nombres conocía de memoria.

Black white photograph of Emily Dickinson (Restored)

Foto: CC

En la introducción del maravilloso libro Emily Dickinson. Herbario y Antología Botánica, de la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, Eva Gallud y Marcos Almendros sostienen que “los poemas de Dickinson recorren los bosques en mitad de la noche, trepan a los árboles, encuentran pájaros dormidos y recolectan flores y hojas a diario para convertirse en un registro del entorno”.

 

De ahí que para hallar a la autora que acuñó el famoso verso Vivo en la Posibilidad / Una Casa más justa que la prosa sea indispensable visitar, más allá de la casa, la naturaleza que la envuelve. Y más allá de su ciudad natal, las palabras que derramó sobre la página. Poemas como el 1767 que se revelan como una puerta por la que entrar, desde cualquier parte del mundo, a la habitación de Emily Dickinson. Dice así: Las horas dulces han perecido aquí; / Esta es una habitación poderosa; / Dentro de sus recintos han jugado esperanzas, – / Ahora sombras en la tumba.




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