Que Navarra tiene una alta densidad patrimonial lo demuestra el hecho de que a tan solo 20 kilómetros del espectacular castillo de Olite se encuentra Artajona, uno de los conjuntos amurallados más sorprendentes de España. El Cerco de Artajona, perfectamente adaptado a la silueta del cerro sobre el que domina un amplio paisaje de trigo, vid y olivo, dibuja una poderosa estampa que evoca pura Edad Media, con sus robustos lienzos de sillería, sus torreones almenados que se mantienen en pie como pecios de otra época pasada.
Historia de un reino fugaz
El origen del Cerco de Artajona se remonta al año 1085, cuando se iniciaron los trabajos encargados por los canónigos de Saint Sernin, de Toulouse. En 1109, cuando se finalizó la construcción, la fortificación sumaba hasta catorce esbeltos torreones unidos por un camino de ronda. Una construcción digna de la capital de un reino, por más que fuera un reino efímero. Ocho años fue el tiempo que el Reino de Artajona ocup�� territorio en los mapas políticos de la época de la mano de doña Urraca, hija de Alfonso VII rey de León y Castilla, quien reinó en solitario desde la muerte de su consorte, el Rey de Pamplona García Ramírez, hasta que regresó a Asturias en 1153. Cinco años después, el pequeño Reino de Artajona quedó reintegrado para siempre en el Reino de Navarra.
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Una iglesia románica y bioclimática
Todo el recinto está coronado por la iglesia-fortaleza de San Saturnino, un sólido e imponente edificio del siglo XIII que esconde un secreto: un techo invertido único en el mundo, preparado para recoger la escasa lluvia del lugar. Se trata de una ingeniería bioclimática que se usa hoy en día en construcciones modernas, ¡pero esta data del románico!
La total escasez de agua en las cercanías y por tanto, la dependencia del agua de la lluvia en el interior del Cerco, hicieron necesario recurrir a esta solución que buscaba aprovechar al máximo la poca pluviometría del lugar.
Una escalera de 77 peldaños permite encaramarse hasta la techumbre de la nave. Las lajas de piedra, dispuestas de manera invertida, descansan sobre la estructura de la bóveda, canalizando el agua hacia el exterior a través de gárgolas hacia un aljibe situado bajo el pavimento del templo, en la parte inferior del sotocoro, con una capacidad de almacenamiento de hasta 83.000 litros. Desde aquí, además, se pueden disfrutar de vistas impresionantes que abarcan los magníficos y paisajes de la zona media de Navarra.