No se puede culpar a un volcán por hacer erupción. Sacudida por el Tajogaite, cuya ceniza rayaba los cristales de los coches si se encendía el limpiaparabrisas, La Palma vuelve a fascinar a los caminantes.
Mirador de la Concepción
La mejor visión de conjunto de Santa Cruz de La Palma la brinda el Mirador de la Concepción. Desde el abismo de este cráter, que se yergue como el lomo de un dinosaurio junto a la zona portuaria, contemplamos la ciudad encajada entre el mar y las montañas. Puede que un manto de nubes bajas oculte la línea de cumbres. Bajo ese vaporoso edredón, constelaciones de casas dispersas salpican de blanco el verdor general, echando raíces en cualquier rellano al que llegue un camino o una tubería. Es Europa sí, o más bien África, pero el paisaje anticipa los que abundan al otro lado del Atlántico, a orillas del Caribe. La tierra achocolatada, hija del rojo en ascuas y el gris ceniza de las rocas volcánicas, acrecienta esa sensación.
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SANTA CRUZ DE LA PALMA
Otra seña de identidad palmera es su arquitectura vernácula. Bloques de basalto aportan solidez a las aristas de los edificios y enmarcan sus puertas y ventanas, mientras la cal o la pintura revisten los muros. Algunas viviendas todavía conservan los balcones de madera labrada, que desde Canarias se propagaron a Cuba, Venezuela o Perú. Están construidos con tea, la médula del tronco del pino canario, tan densa y rica en resina que se hunde en el agua.
En el claustro del Museo Insular de Santa Cruz, ubicado en el antiguo convento de San Francisco, y en el patio de la Casa Salazar, sede del centro cultural de la ciudad, comprobamos cómo con madera de tea pueden crearse verdaderos oasis de paz.
Santa Cruz es una capital de solo 15.000 habitantes que invita a pasear por calles casi peatonales. Así llegamos al mercado municipal, cuya oferta de frutas y hortalizas aúna lo más granado del Mediterráneo y los trópicos, junto a los excelentes quesos palmeros. Es posible degustar un jugo de caña de azúcar recién exprimido sin echar de menos su conversión en ron.
PLAYA SANTA CRUZ DE LA PALMA
Desde 2017, una playa artificial de arena negra, traída de Puntallana, sustituye a la pedregosa Caleta del Varadero, facilitando así la conexión entre la ciudad, el paseo marítimo y el mar. Al rebasar el espigón que la protege, aparece en tierra firme el Barco de la Virgen, que acoge en sus entrañas el Museo Naval.
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santuario de la Virgen de las Nieves
Estamos en el barranco que cierra la capital por el norte. Remontar la carretera que lo surca como un tobogán conduce al santuario de la Virgen de las Nieves, patrona de la isla. Esta escultura del siglo XIV, engalanada con ricas ropas y joyas, es la imagen mariana más antigua de Canarias. Se cuenta que los benahoaritas la veneraban en una gruta antes de la irrupción de los conquistadores castellanos en 1492.
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La Bajada de la Virgen a Santa Cruz acontece cada lustro y desencadena los mayores festejos de la isla. La Palma es muy joven geológicamente, pues afloró de las aguas hace solo dos millones de años. La notable altura de sus cumbres (2.426 m en el Roque de los Muchachos) y la profundidad del lecho oceánico (4.000 m) dan lugar a una costa muy acantilada. Las playas escasean y las carreteras que bordean el litoral suelen discurrir a bastante altitud.
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playa de nogales
Por eso descender al mar requiere tomar a menudo desvíos vertiginosos. ¿El camino cuenta tanto como el destino? Eso parece en el espectacular sendero tallado en la cornisa que lleva a la salvaje playa de Nogales, 15 km al norte de Santa Cruz. Esta franja de finas arenas negras, guarnecida por una titánica pared y abierta al mar azul, se ensancha considerablemente durante la marea baja. Pasear por ella es un deleite, pero las corrientes exigen bañarse con atención.
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Parque Arqueológico El Tendal
El Parque Arqueológico El Tendal, en el barranco de San Juan, es el yacimiento aborigen más importante de La Palma. Alberga 27 viviendas cueva y tres necrópolis. Las excavaciones han sacado a la luz piezas de cerámica de más de dos mil años.
Los benahoaritas eran un pueblo bereber que arribó a la isla con cabras, ovejas y cerdos. En el suelo volcánico de La Palma no hay metales, así que se valían de piedras, huesos, tendones, conchas y plantas para confeccionar sus útiles. En el siglo XV, los castellanos hallaron una isla dividida en doce cantones; cada uno abarcaba una zona de litoral, terrenos de media altura y otros próximos a las cumbres. Aquella sociedad pastoril, que no cultivaba la tierra, elaboraba gofio con rizomas de helecho y semillas de amagante (Cistus symphytifolius), aparte de consumir piñones y otros frutos silvestres. Pero El Tendal ha permitido verificar que el trigo, la cebada, las habas y las lentejas se cultivaron hasta el siglo IX. Durante la visita al parque arqueológico, los guías exponen muchos singulares aspectos de aquella cultura casi neolítica.
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CUBO DE LA GALGA
Un puesto de información ambiental en una curva de la carretera LP-1 es el punto de partida para adentrarse en el Cubo de la Galga. La oficina ofrece mapas e información al caminante y expone una pequeña colección de nidos. Asombra el ingenio de las aves: usan hasta telarañas como vientos para sujetarlos mejor. Desde los primeros pasos se percibe que la laurisilva no es un bosque monocorde, sino coral. Ninguna especie arbórea prevalece sobre las otras y entre todas crean un espacio sagrado por el que caminamos en reverente silencio.
En ese reino de fragante verdor, las palabras de Rafael Sánchez Ferlosio en Alfanhuí resultan más certeras que nunca: «Había verdes que parecían iguales y, sin embargo, el agua, al mojarlos, sacaba de ellos un brillo oculto y los revelaba diferentes. Y estos eran los llamados ‘verdes de lluvia’, porque solo bajo la lluvia se daban a conocer». Con los helechos a la altura de la cabeza, entre piedras tapizadas de musgo, parece que no hemos venido al Cubo de la Galga a practicar senderismo, sino a adorar un bosque encantado. El arrullo de las palomas turqué pone la música de fondo y por instantes se hace difícil resistir tanta belleza. Ante una enorme roca en prodigioso equilibrio, se abre paso la pregunta de si serán las piedras también seres animados, como creían los antiguos benahoaritas. La laurisilva que cubre las zonas agrestes del noreste de La Palma no existiría sin la montaña. Ella es la que retiene la carpa de nubes que engendran los vientos alisios, sin la cual estos árboles se achicharrarían bajo el sol. Pero el bosque destila a su vez la humedad del aire, que se condensa sobre los tejidos vegetales, captando así más agua de la que consume.
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CASCADA DE LOS TILOS
El fragor de la acequia se amplifica dentro del sinuoso túnel que lleva a la cascada de los Tilos, otro hito de la laurilsilva palmera. La dificultad de la obra indica que el agua en la isla tuvo más valor que la tierra y fue el verdadero capital. La cascada está domesticada pero la belleza del paraje justifica el paseo. Quienes acudieron desde el cercano aparcamiento se hacen selfies antes de retornar. Otros visitantes culminan aquí el exigente descenso por el barranco del Agua, siguiendo el fabuloso sendero de Marcos y Cordero. Requiere acceder con taxi todoterreno al punto de partida y llevar casco y linterna para atravesar sus trece túneles, en algunos de los cuales caen cortinas de agua. En el confín noreste de la isla, los cultivos de plataneras y las balsas que los nutren se escalonan hasta el borde del mar.
![La Fajana.](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/la-fajana_079805a2_240313105741_1200x800.jpg)
EL CHARCO AZUL Y LA FAJANA
La ruta serpentea entre sus muros rumbo a las piscinas naturales del Charco Azul y La Fajana. Varios diques las protegen del embate del oleaje, convirtiéndolas en un destino popular. Cerca se halla la destilería del Ron Aldea, cuya calidad se debe a que no se elabora a partir de melaza (el residuo del azúcar) sino del jugo recién extraído de la caña.
![taburiente](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/taburiente_8468a89c_240313105842_1200x775.jpg)
Caldera de Taburiente
Es un sumidero al interior de la Tierra pero también a los misterios del cosmos. Pasear por su elevada cresta a pleno día permite admirar panoramas fantásticos y una vegetación adaptada a condiciones extremas. La planta estrella es el tajinaste: cada primavera, sus voluminosos y gráciles cilindros se rebozan de flores violáceas.
![roquemuchachos](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/roquemuchachos_ffb926a6_240313105251_1200x901.jpg)
De día se visita también el Grantecán (Gran Telescopio de Canarias), pues de noche ningún curioso puede profanar este templo de la ciencia en cuyo altar opera el ingenio óptico más poderoso del hemisferio norte. Apuntarse a un tour diurno, a cargo de astrónomos que contagian su pasión –como Kike Navarro–, multiplica el asombro ante el artefacto. Su descomunal ojo, de 10,4 m de diámetro, permite desentrañar la información encriptada en la luz de los astros y podría detectar el resplandor de una vela en Nueva York. La estructura que lo sustenta pesa 400 toneladas y se mueve con una sola mano. Pero en La Palma se pasa pronto de lo más moderno a lo más primitivo. Los petroglifos de la fuente de la Zarza son los más bellos de Canarias. Este universo de espirales y círculos concéntricos anticipa las galaxias que fotografía el Grantecán. Estamos en un caboco, nombre canario para las cuevas y oquedades que abre el agua en un barranco.
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las tricias
Siguiéndolo por debajo de la carretera hallamos más petroglifos y la paz que flota en el aire ha ce difícil abandonar el lugar. Cerca, en las Tricias, al oeste de Garafía, crecen los dragos más imponentes de Canarias. Es la zona más querida para los auténticos hippies de la isla.
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Mirador del Time
Bajo la luz del atardecer, vista desde el Mirador del Time, la vertiente oeste de La Palma presenta un aspecto bucólico. El sol luce en ella más horas al año que en el lado oriental y Los Llanos de Aridane, corazón de este vergel agrícola, supera en habitantes a la capital. El barranco de las Angustias se abre a los pies del mirador y no tiene rival en la isla.
![tazacorte](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/tazacorte_28d534f2_240313104701_1200x800.jpg)
Tazacorte
Por este gigantesco tajo se desagua la Caldera de Taburiente rumbo al puerto de Tazacorte. Su oro líquido se canaliza sin escatimar medios. En Tazacorte desembarcó en 1492 Alonso Fernández de Lugo para someter la isla. Solo se rebeló el caudillo Tanausú, que se atrincheró con sus hombres en la inexpugnable caldera. Fue apresado con engaños en Aridane y enviado como cautivo a Castilla en un barco donde se dejó morir de hambre.
Un permiso de acampada permite disfrutar a fondo de la Caldera de Taburiente, cuyos bosques, saltos de agua y cascadas son una delicia. Si solo se dispone de un día, lo idóneo es tomar un taxi de buena mañana a Los Brecitos (1.010 m de altitud) y descender a pie al centro de la caldera (750 m de altitud). Desde ahí se puede enlazar con la senda más exigente que sale de la hondonada por su angosto cauce. Esta excursión completa requiere 6 horas de marcha, entre paisajes de fábula. Y pasa junto al sagrado Roque Idafe. Los benahoaritas lo consideraban el pilar del cielo y solían ofrendarle las vísceras de los animales sacrificados.
![cumbrecita](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/cumbrecita_6c0f00bc_240313105321_1200x800.jpg)
Mirador de la Cumbrecita
La caldera también hechiza a media altura, desde el Mirador de la Cumbrecita, al que se accede con reserva de aparcamiento y del que parten caminos de poca dificultad. En ellos se evidencia que los bosques de pino canario son el otro gran tesoro de La Palma. Los árboles tienen aquí un porte majestuoso. Presentan largas raíces y acículas dispuestas en tríos que llegan a medir 30 cm. Su gruesa corteza, un hojaldre de capas que protege su corazón resinoso (la tea), es capaz de resistir temperaturas de 470 ºC durante 45 minutos. Eso les permite rebrotar tras un incendio… o una erupción como la del otoño de 2021. El pino de la Virgen de El Paso ya estaba en pie cuando Fernández de Lugo conquistó la isla y se considera el más antiguo en su especie.
![VOLCÁN TAJOGAITE](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/volcan-tajogaite_5152ea63_240313103220_1200x800.jpg)
volcán Tajogaite
El jovencísimo volcán Tajogaite, con los alargados labios de su cráter orlados de yeso y azufre, se alza impasible al oeste de la cresta que divide la isla en dos. En 2021, sus coladas sepultaron 1.700 hogares y 1.200 hectáreas de cultivos. Es posible acercarse a él con un guía. Pero aún es mejor recorrer esa cresta rumbo sur.
![cumbrevieja](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/cumbrevieja_81ccda40_240313110504_1200x639.jpg)
Ruta de los Volcanes
El sendero de 18 km, muy bien señalizado, se inicia en el Refugio del Pilar, a 1.450 m, entre espléndidos pinos canarios, asciende a la Cumbre Vieja, y enhebrando los tres hermosos cráteres del volcán de San Juan, que hizo erupción en 1949, más el venerable volcán Martín (año 1646), desciende hasta Fuencaliente (715 m).
Los más aguerridos alargan 7 km la caminata hasta la punta sur de la isla, bordeando el cráter del Teneguía (año 1971), para llegar a las salinas y el faro de Fuencaliente, que constituyen otro destino por sí mismos. Descubrir la Ruta de los Volcanes en junio de 2023, en compañía de Wim Coen, un guía belga políglota afincado en la isla, fue una experiencia fantástica.
![candelaria2](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/13/candelaria2_b5a1ed32_745836098_240313103241_1200x1801.jpg)
proís de candelaria
A los extraordinarios panoramas, que abarcaban las islas vecinas, se añadieron sus brillantes enseñanzas sobre la naturaleza que nos envolvía. Proís de Calendaria es un enclave sin parangón en el mundo. Para acceder desde Tijarafe a este embarcadero la carretera se retuerce como un sacacorchos y desciende 600 m en menos de 4 km. Los últimos 80 m se salvan por escalones al borde del acantilado.
Nos aguarda un entrante del mar con una cavidad bajo la cual los isleños han excavado 40 habitáculos casi rupestres. Pero con luz que alimenta neveras y bombillas y agua corriente, pagada en común, para los baños y cocinas. Quien posee un refugiosuele pasar en él los fines de semana y las vacaciones. Impresiona escuchar cómo lo acondicionaron, o ver las pesadas cargas que acarrean escaleras abajo. Llegué a Proís junto a Lotte von Lignau, guía alemana de Graja Tours, y rehusamos más de una invitación a cenar por falta de tiempo. El espíritu de los antiguos benahoaritas parecía animar a estas personas conviviendo en ese abrigo rocoso. Su hospitalidad transmitía a todas luces que compartir es vivir.