El afán de coleccionar ciudades de todo el mundo y escribirles miles de pasos se divide en otros tantos microdeseos que pueblan las listas de los viajeros: los barrios. En ellos se encuentra el carácter de una comunidad, la diversidad de esta, las costumbres sociales y la cultura que abrazan. Algunos gozan de una gran vida nocturna, mientras que otros son verdaderas joyas etnográficas, epicentros gastronómicos o museos al aire libre donde la forma de vivir, a pesar de compartir ciudad, tiene sus maravillosas particularidades, esas por las que merece la pena viajar.
Empezando por España, son varios los barrios que son Patrimonio de la Humanidad por su peso histórico, que se cuela entre sus calles, sus edificios y su día a día. Desde las famosas cuestas del Albaicín, con sus cuevas que han hecho de almacenes, establos, casas e incluso tablaos flamencos, hasta el de San Cristóbal de la Laguna, ejemplo del intercambio entre Europa y América, son trece los reconocidos por la UNESCO, aunque muchos otros sin distinción son dignos de recorrer.
Fuera de nuestro país, son muchos los que se esconden en las ciudades más famosas y visitadas, esperando a mostrar sus recogidos encantos a los visitantes. En Toulouse, el barrio de Les Carmes es conocido por sus anticuarios, repartidos entre callejuelas de cuento. En Oporto, el barrio de Foz do Douro conserva su vestigio majestuoso, pero también su pasado marinero bañado de los mejores atardeceres.
Sin duda, Londres también tiene algunos de los más pintorescos. Islington es uno de los pocos en los que se puede ver una mezcla de cultura posh y trabajador de a pie, pero si nos vamos a Bergen, en Noruega, el barrio Bryggen es la viva imagen de la Liga Hanseática y de los oficios que se llevaban a cabo en sus coloridas casas.
Pero hay más mundo fuera de Europa, y es que Lima, en Perú, también ha convertido uno de sus barrios en destino: Barranco, donde artistas, foodies y culturetas se pasean como Pedro por su casa. Y si de carisma se trata, Ciudad de México tiene en San Ángel y Coyoacán dos colonias donde se evidencia la historia de Frida Kahlo, pero también otro México en el que la sensación de oasis se despliega entre sus fachadas de colores, mercados artesanales y jardines que demuestran que no hay duda de que las ciudades son más grandes y diversas de lo que parece a simple vista.