COLMADOS
Bombonería, charcutería y colmado, La Pajarita se esconde en una pequeña calle del intrincado casco histórico de Palma, pero su llamativo escaparate de 1872 lo hace imposible. Seis generaciones han trabajado tras su mostrador, elaborando también recetas familiares, como su fiambre de castaña y pistacho, que se mezclan con destilados, vinos, quesos y otros productos gourmet.
En otra de las arterias más transitadas de Palma se encuentra el Colmado Santo Domingo, un comercio que abrió en 1886 vendiendo sobrasada, camallot y queso y que con el tiempo ha ampliado el género, haciendo del lugar una especie de cueva gastronómica que se gana las miradas curiosas de los transeúntes.
![Embutido Colmado La Pajarita](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/embutido-colmado-la-pajarita_3da1fde8_240326191640_1200x1499.jpg)
A unos metros de la Plaza Mayor, el Colmado La Montaña cuenta la historia de su fundador, que se encargó de recorrer las granjas y los campos para proveerse de los mejores quesos de la isla. En el Colmado Maneu, Margarita y Francisca siguen el negocio de sus padres, seña de identidad del barrio, donde proveerse de harinas, legumbres a granel, embutidos y todo tipo de víveres.
En el Colmado Colom, Natalia Vaquer sigue el negocio familiar de 1881 con un toque más gourmet que su abuelo, tras un viaje a París, quiso implementar. Sin embargo, no se pueden dejar pasar lugares más modernos que apuestan por este antiguo modelo de negocio, como el Colmado Sant Jaume, liderado por una joven sevillana, o el Colmado de la Rosa, junto a la vermutería del mismo nombre, que recupera la cocina sencilla y de conservas, encurtidos y tapas.
![Fornet de la Soca, Palma Mallorca](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/fornet-de-la-soca-palma-mallorca_c808d069_240326193138_1200x800.jpg)
HORNOS
Ensaimadas, rubiols, crespells, pan moreno, cocas de trempó, panades… Los hornos son otro de los emblemas culinarios de la ciudad, repletos de bocados deliciosos y de los sabores únicos de su repostería. El Fornet de la Soca, a pesar de no ser el más antiguo, es uno de los más conocidos. El trabajo de Tomeu y María José en este horno es el de hacer ‘arqueología gastronómica’, recuperando recetas antiguas de la isla, como la de la tortada reial.
El Horno de Santo Cristo es otro de los míticos de Palma. Funciona desde 1910 y cuenta con más establecimientos en la ciudad, siendo muy famosos por sus ensaimadas dentro y fuera de la isla ya desde los 60. Pero no son pocos los hornos tradicionales que se reparten por Palma.
![Panades](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/panades_17f9a6fb_240326193159_1200x1500.jpg)
El Forn de Ca Sa Camena, junto al Mercado de Santa Catalina, nació en 1845 y sigue haciendo felices a los vecinos del barrio con su pan moreno y sus dulces, pero también a la gran población germana con su variedad de panes alemanes. De este lugar dicen que son originarios los panecillos que se usan para el llonguet, creado por casualidad en su horno de piedra giratorio. En el Forn Fondo son cuatro las generaciones que, detrás del mostrador, han surtido a la clientela de bombones artesanos y pasteles de nata y trufa.
El Forn de la Gloria es, seguramente, el más antiguo, ya que su origen se remonta al siglo XIII y es famoso por su pan especial para sopa mallorquina y sus magranetas, bollos redondos y blandos típicos de Mallorca. Y aunque hay muchos otros, no se puede dejar de mencionar el Forn de la Pau, dentro del cual se puede viajar tres siglos atrás en el tiempo, combinando las recetas de toda la vida con panes con tinta de calamar o ensaimadas alargadas.
![Can Joan de s'Aigo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/can-joan-de-saigo_936bf270_240326232040_1200x801.jpg)
paradas DULCES
Más allá de sus hornos están esos lugares donde sentarse a saborear un buen desayuno o merienda, conservando la tradición, la experiencia y el aspecto, motivos por los que la clientela pone su confianza en ellos desde hace siglos. El más conocido es Can Joan de s’Aigo, que abrió sus puertas por primera vez en 1700 y mantiene su curiosa decoración.
Ahora son dos más los locales que tiene en Palma. Helados caseros (ojo con el de almendra), cocas de patata, quartos, duqueses, cremadillos y muchos más postres típicos se pueden ver sobre sus mesas. Es un lugar auténtico, donde los abuelos llevan a sus nietos, aún se lee el periódico y muchos siguen cumpliendo con la tradición de tomar sus deliciosas ensaimadas acompañadas de chocolate después de la misa del gallo cada Navidad.
![Heladería Can Miquel](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/heladeria-can-miquel_3804bbd2_240326232057_1200x1500.jpg)
Y en una ciudad con este clima, tampoco podían faltar los helados. La Heladería Can Miquel es, sin lugar a dudas, la más famosa de Palma. En 1979, Miquel Solivellas fue pionero en crear una carta de helados innovadora, donde los sabores salados se hicieron santo y seña del negocio. La familia mantiene ahora las más de 150 recetas que les dejó el maestro, utilizando producto de la isla y de temporada.
Otro de los lugares más dulces de la capital es la Pastelería Pomar, que tiene sus orígenes en el pueblo de Campos en el 1902. Francesc Pomar Aguiló trajo de Barcelona sus conocimientos sobre pastelería, suponiendo una innovación para la repostería de la época en la isla, donde creó la primera escuela de pastelería. Robiols, panades, cocarrois o sus famosos brioches y su pastel vienés, el cardinal, siguen enamorando a sus clientes.
![Mercado del Olivar Palma Mallorca](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/mercado-del-olivar-palma-mallorca_3c91a2b7_240326234935_1200x801.jpg)
MERCADOS
Una de las mejores maneras de vivir la vida de barrio más auténtica en Palma es acercarse a alguno de sus tres mercados más característicos, cada uno de ellos en un barrio con su propia idiosincrasia. El Mercado de Pere Garau es, quizás, el más auténtico de todos ellos, y el más antiguo. Aunque con pocos puestos, tiene algunos míticos, como Peixos Bonnín, la Casquería Ca Na Miquela o tiendas como la de conservas y salazones de Don Pere.
De mediados del siglo XX es el Mercado de l’Olivar, más cercano al centro, lo que le ha llevado a adaptarse a visitantes y precios. En él, los puestos de pescado y marisco ocupan todo un ala, destacando también los bares como el Bar del Peix o el Bacalao Cocedero, además de una gran oferta de sushi.
![La Coquería, Mercado de Santa Catalina](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/26/la-coqueria-mercado-de-santa-catalina_b75dcd70_240326234947_1200x800.jpg)
Entre frutas, verduras y especias también hay lugar para un paraíso de veganos, Pasen & Vegan, y otro para amantes del queso, como s’Aglà; los de encurtidos y salazones, como Aceitunera Balear; o los del café, con Cafès Llofriu. Por último, Santa Catalina es el más boutique de todos, ubicado en uno de los barrios más gentrificados de la capital mallorquina.
En él, resiste uno de los bares más tradicionales de toda la ciudad, Can Frau, donde los sábados por la mañana no cabe un alfiler ni detrás ni delante de la barrapara probar sus berenars mallorquines. Sin embargo, también quedan algunos puestos que ponen en valor el producto local, como La Coquería, donde novedosas cocas mallorquinas hechas con xeixa y productos de temporada de la isla comparten lugar con sopas y pancuit servidos en vajilla también de Mallorca.
![Bar Savoy](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/27/bar-savoy_33b919ca_240327131217_1200x1600.jpg)
BARES
Los lugares más genuinos de la capital son pequeños locales en los que rara vez se ven turistas. Estos bares normales, que arremolinan en sus fachadas mesas metálicas redondas donde las sillas miran hacia la calle como quien espera un espectáculo, guardan en su interior antiguas mesas de mármol, barras de toda la vida y parroquianos fieles, además de bocados típicos de la isla.
Templos del llonguet – por algo es el mote que reciben los palmesanos –, de los variats, los frits y sopas mallorquinas y, en definitiva, del berenar de buena mañana, son lugares como el céntrico Bar Cristal, donde los pamboli, el cachopo balear y los bocadillos más famosos de la isla tienen cabida.
![bar cristal](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/27/bar-cristal_ae24ed7e_240327110939_1200x1800.jpg)
El Bar Savoy, como el Bar Plata y el Bar Tony, no solo tienen mucha historia a sus espaldas, sino que es curioso ver cómo se mezclan funcionarios y vecinos entre panets de trempó, cafés y llonguets de camallot. Las vistas de estos dos últimos tampoco tienen desperdicio.
En la bocatería Merendero Minyones se sirve desde 1948 el que dicen que es el mejor pamboli del mundo, con anchoas, caballa, sardina o boquerones, además de tumbets y sugerencias diarias. El almuerzo de los fines de semana frente al Mercado de Santa Catalina viene patrocinado por el Bar Isleño, que tuvo su propio cameo en ‘Cuéntame’, pero tampoco pueden obviarse otros lugares, como el Bar Es Vaixell, con alma de chiringuito, pero esencia y bocados de barrio.
![sopas mallorquinas balanguera](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/27/sopas-mallorquinas-balanguera_6fb44790_240327121547_1200x1500.jpg)
restaurantes
Aunque dicen los mallorquines que donde mejor se comen los platos tradicionales es fuera de la capital, en ella hay pequeños reductos de sabor que siguen atrayendo a los de siempre. La Balanguera, decorada como un antiguo café, sus suelos de azulejo y sus mesas de mármol prometen, junto a su carta, que aquí se come buena comida casera, con menú del día donde se leen sus famosos callos con garbanzos, la sopa mallorquina o el arrós brut.
Si se habla de clásicos, hay que destacar que, en la isla, y sobre todo en localidades como Inca, hay algunas bodegas reconvertidas en restaurantes. Entre estos cellers, de los que quedan unos pocos en la capital, destaca el Celler Pagès, que lleva desde 1956 con un menú del día que atrae a trabajadores y transeúntes del casco antiguo con platos como el pato con salsa de ciruelas, las berenjenas con calabacín y miel de caña o el frit mallorquín.
![variat celler sa premsa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/27/variat-celler-sa-premsa_331c3761_240327121558_1200x800.jpg)
También el Celler Sa Premsa, dos años más joven, guarda su estilo en un gran comedor con enormes botas y fotos de época que abrió un banquero sin experiencia y que ahora dirige la tercera generación, cocinando platos como la lengua con alcaparras, sobrasada frita y caracoles con alioli.
Tanto aquí como en Bodega Bellver cuidan muy bien de la carta de vinos. Este pequeño local donde las botellas históricas se mezclan con botas y recuerdos de antaño es famoso por sus llonguets tradicionales, como el de lomo o el de panceta, pero también por otros más actuales, como el de queso de cabra con beicon y confitura de tomate, además de sus tablas de embutidos y quesos.