Oaxaca y Chiapas reúnen la esencia del México selvático e indígena, una sucesión de ciudades, pueblos, enclaves arqueológicos y paisajes que van trenzando belleza para convertirse en algunos de los más interesantes del país. Huevos rancheros. Con este par de palabras podría liquidarse satisfactoriamente la lista de principales motivos por los que visitar los valles centrales del estado mexicano de Oaxaca. Dos temblequeantes yemas cabalgando unas tortillas de maíz, orillando un estanque de salsa de chipotle, tropezones de pico de gallo y lascas de aguacate cubiertos por una abundante nevada de queso panela. Habrá un obligado riego con uno de los sagrados moles, esas salsas que parecen la invención de un brujo.
![oaxaca](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/oaxaca_cf5f511e_240315104705_1200x798.jpg)
Oaxaca de Juárez
Y la mágica manduca se empujará garganta abajo con pozol, una bebida fría a base de cacao pero no dulzona sino áspera y aromática, servida en una calabaza. Un desayuno de gladiadores que pone en marcha con una alegría de vivir sin parangón. Tras la ingesta –que posiblemente habrá ocurrido apoyado el codo contra la misma articulación de un recién conocido cuate que hay en la gran mesa corrida de un mercado popular–, el viajero se levanta con energía desbordada a conocer una de las ciudades más fascinantes de México: Oaxaca de Juárez. Es sensacional que tantas villas de ese país tengan apellido. A veces de general, ingeniero, licenciado o líder rebelde. En este caso, de presidente zapoteca.
El centro de Oaxaca dibuja una cuadrícula aseada, fácil de navegar. Para admirar algunas de sus principales claves culturales vale la pena situarse en la plaza sin bautizar encerrada entre las calles Reforma, Berriozábal, Burrión y Alcalá y desde allí, a saltitos de rayuela, conocer lo más importante de la inabarcable oferta oaxaqueña.
El templo de Santo Domingo, robusta iglesia, la más fenomenal de la villa, que en las misas vespertinas tiembla dorada por los adornos barrocos y los centenares de velas encendidas; el Museo de las Culturas de Oaxaca, con una colección de arte prehispánico de primer nivel, en la que destaca el tesoro mixteca, con piezas del siglo XIV; el jardín etnobotánico, un delicioso remanso de cactus y otras plantas utilitarias, entre las que se hallan algunas que han ayudado a los pueblos originarios a formar su alucinada cosmología.
![stdomingo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/stdomingo_618d2b42_240315101136_1200x800.jpg)
Roba esta manzana de Oaxaca protagonismo al Zócalo, en principio epicentro de la ciudad, con una catedral compacta, anclada al suelo como si fuera un peñasco natural y que –de tan rico que es el patrimonio de la ciudad– ni siquiera se trata de la basílica más imponente. Entre una plaza y otra, oaxaqueños y extraños caminan relajadamente por el llamado Andador Turístico. Se trata de la calle Alcalá, con espectaculares casas coloniales, pavimento de adoquines pulimentado por millones de pisadas, flanqueado por hechizantes tiendas de artesanía, restaurantes que incitan a la gula desatada y encuentros con la historia de los próceres de la nación, como Benito Juárez, Emiliano Zapata o Rufino Tamayo.
Oaxaca es sedante, todo sucede a un ritmo pausado. Excepto cuando se penetra en sus agitados mercados. El Central de Abastos, el 20 de noviembre o el Sánchez Pascuas, donde el trajín y los efluvios de textiles, estofados, plásticos, chiles o cacao y las múltiples variedades de moles que distinguen a la cocina oaxaqueña como una de las más ricas de México (negro, coloradito, verde, de piñón, de camarón, amarillo, manteles, chichilo, de ajonjolí, blanco) emborrachan.
Subiendo las escaleras del Fortín y llegando a los pies de la estatua dedicada a Benito Juárez se obtiene la mejor panorámica de Oaxaca. Se aprecia su ordenada estructura urbana, se sitúan sus recios campanarios, se aprecian los colores pastel de las fachadas del centro, se oye, atenuado, el rumor de una ciudad vital que te infecta de mexicanismo.
![montealban](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/montealban_a55ce2ed_240315095535_1200x800.jpg)
yacimiento arqueológico de monte albán
Una manera suave de atenuar el trauma de abandonar Oaxaca de Juárez es visitar el yacimiento arqueológico de Monte Albán, situado en las afueras de la ciudad, a unos pocos minutos en el transporte colectivo de los vociferantes vendedores de asientos, que literalmente te empujan para que entres en sus microfurgonetas. No hay tiempo que perder –deben pensar– para conocer los prodigios en forma de palacios, templos, campos de juego, plataformas y pirámides. Un asentamiento que alargó su vida trece siglos, que enlazó las culturas zapoteca y olmeca y que desapareció súbitamente antes de la llegada de los españoles en 1520.
Monte Albán se alarga en sentido norte-sur, enlaza tumbas de las élites, canchas para el tradicional juego de pelota, frisos grabados como el de los Danzantes (que pese a su sugestivo nombre reproduce los últimos momentos de jefes rivales que iban a ser sacrificados), la Gran Plaza que sería el corazón de la ciudad y varias plataformas columnadas que servían como templo, observatorio astronómico y certificado histórico donde plasmar triunfos militares. El llamado Patio Hundido era un recinto ceremonial donde nobles y aristócratas podían celebrar sus ritos en el altar central sin ser vistos desde fuera por las clases inferiores. El yacimiento de Monte Albán es uno de los más ricos de México por su diversidad de espacios y, sin embargo, no lo acechan multitudes como en otros de los más destacados del país.
![Catedral de Tuxtla Gutiérrez](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/catedral-de-tuxtla-gutierrez_cc053a0d_240315100154_1200x900.jpg)
Tuxtla Gutiérrez
Saltando la frontera estatal entre Oaxaca y Chiapas se atraviesa la cinturita de México, el punto donde el Golfo y el océano Pacífico se hallan más cercanos entre sí. ¿Una paradita en Tuxtla Gutiérrez por el capricho de visitar otra ciudad con apellido? ¿O porque es la capital chiapaneca? Por ambas cosas, pero hay más motivos. Los viajeros han oído tantas maravillas de la selva Lacandona que suelen tener prisa por llegar hasta ella. Y al pasar por Tuxtla Gutiérrez suelen transbordar de vehículo y seguir camino. No deberían hacerlo. Sin ser una beldad, Tuxtla tiene suficientes argumentos para detenerse en ella un par de días.
Los aficionados a la música, a las juerguitas sin desmanes y quienes tengan caderas bailonas deben acercarse por las tardes a la plaza de la Marimba. Allí, un quiosco de música de hierro forjado pintado en blanco con el tejado de color verde salvia se erige en el epicentro de una fiestita diaria. Bandas aficionadas hacen bailar a centenares de personas que saben que durante tres o cuatro horas –hasta el anochecer– precisamente será el sonido de las marimbas lo que hará que matrimonios, novios, hermanos, padres, hijos e incluso desconocidos se tomen de la mano y rueden sin descanso en ambiente festivo. Todos los días es vacación en Tuxtla.
En un lateral de la plaza, un pequeño museo rinde homenaje al instrumento musical que lo provoca todo, la marimba. Por lo demás, Tuxtla es una ciudad hacendosa, organizada, sin grandes monumentos, aunque cuente con un hermoso museo del café y una catedral dedicada a San Marcos que se afinca en la Plaza Cívica, el corazón de la villa. Años atrás Tuxtla se coló en la lista de mejores ciudades para vivir en México por su fama de limpia y ordenada.
![Cañón del Sumidero](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/14/canon-del-sumidero_d668b19d_240314130037_1200x733.jpg)
Cañón del Sumidero
Si el meneíto de pelvis de la plaza de la Marimba no ha sido bastante, puede uno embarcarse en las lanchas rápidas que visitan el cercano Cañón del Sumidero, un imponente desfiladero que el río Grijalva ha tallado en la roca. En las glaucas y marronosas aguas, las embarcaciones mecen al viajero, que podrá admirar aves y monos colgados de las ramas de los árboles que rozan el agua, encerrada por paredones que se alzan verticales más de doscientos metros. En la parte superior hay un sendero que une varios miradores, desde donde se tiene una perspectiva bastante ajustada del portento geográfico.
![La Pila, Chiapa de Corzo.](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/la-pila-chiapa-de-corzo_d8e365ce_609688390_240315094511_1200x901.jpg)
chiapa de corzo
Reteniendo algo más las ganas por llegar a la selva, Chiapa de Corzo merece bajarse del autobús. Está pegada a Tuxtla por su salida oriental, y es la primera ciudad fundada por españoles en este territorio. Es una villa más grande de lo que aparenta, la quinta del estado en población. Y en ella destacan numerosos ejemplos de arquitectura colonial. Desde su propio trazado urbano a los soportales de la plaza principal, pasando por los restos la iglesia de Santo Domingo de Guzmán o la fuente ornamental conocida como La Corona (por su forma), de estilo mudéjar.
Cuando Diego de Mazariegos llegó para fundar la ciudad en 1528, la zona ya estaba habitada por los chiapas, que veneraban la ceiba que ahora se alza como un monstruo lloroso en el centro de Chiapa de Corzo. Indígenas que, por cierto, prefirieron lanzarse por el desfiladero del Cañón Sumidero antes que rendirse a los conquistadores.
![Catedral de San Cristóbal](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/catedral-de-san-cristobal_f5cd5316_240315094312_1200x800.jpg)
San Cristóbal de las Casas
Subrayado en rojo por los viajeros que tienen previsto moverse por el extremo meridional mexicano. Todo el mundo habla bien de esta ciudad, deteniéndose en los aspectos que les parecen más interesantes: desde su arquitectura colonial, la presencia todavía mayoritaria de los pueblos originarios y sus museos e iglesias, hasta la inventiva de sus restaurantes y cafés, las excursiones que pueden hacerse por la floresta o el aroma que todavía desprende la revolución emprendida por el Ejército Zapatista en 1994… Todo ello es cierto. El romance con San Cristóbal de las Casas es completo e inmediato.
En San Cristóbal se vive un ambiente un poquillo hippie. Es parte de su encanto. Por la calles de aceras estrechas y casas coloreadas deambulan extranjeros fascinados por la artesanía y la vida relajada, a la búsqueda de algunas plantas estimulantes que proporciona la selva o el contacto con los revolucionarios enmascarados que pusieron en jaque al estado mexicano e hicieron pensar a los pueblos indígenas que un trato más digno sería posible.
![cristobal](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/cristobal_2b2f363a_240315095825_1200x800.jpg)
Quedan cenizas y algunas ascuas de aquel movimiento político, sobre todo en cooperativas agrícolas y productivas de los alrededores. Y en tiendas que venden memorabilia del subcomandante Marcos y compañía. Pero el tiempo ha hecho estragos, y aquel sueño revolucionario de 1994 se ha ido difuminando como la humedad de la selva, que se levanta cada día en forma gaseosa y desaparece en el cielo. Sin embargo, San Cristóbal sigue siendo hechizante por muchos más motivos.
![na bolom](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/na-bolom_288a712c_240315104526_1200x800.jpg)
Museos dedicados a la recolección de ámbar, al café, al cacao, a los textiles mayas, al jade. El centro cultural El Carmen, donde las exposiciones de fotografía suelen ser las protagonistas. La casa Na Bolom, donde la antropóloga Gertrude Duby-Blom y el arqueólogo Frans Blom vivieron desde 1950, estudiando la cultura maya y luchando por la salvaguarda de las costumbres lacandonas y la selva que habitan. Hoy, la llamada Casa del Jaguar es homenaje a sus creadores, pero también centro de estudios, biblioteca venerable e incluso casa de huéspedes.
La catedral, que alargó su construcción durante trescientos años y encima se cayó a pedazos con los terremotos de principios del siglo XIX. Aunque fue reconstruida hace ahora una centuria. El templo de Santo Domingo, que da a una luminosa plaza donde sucede todo: los vendedores de estridentes globos y juguetes encandilan a los niños; los indígenas extienden una mantita y venden su cosecha o algo de artesanía; los guías de viajes quedan con sus clientes para emprender los tours por la villa y sus cercanías; los jornaleros se arrumban cerca de los soportales sorbiendo un pozol o algo más fuerte, a ver si alguien necesita de sus servicios; las mujeres tironean de pesadas cargas camino de casa o provenientes de ella…
![stdomingo2](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/stdomingo2_b5fbf1c8_240315104759_1200x1800.jpg)
En el antiguo convento de Santo Domingo se afinca el Museo de las Tierras Altas, con una impresionante colección arqueológica cuyos más rutilantes astros son las estelas de Chinkultic y un montón de objetos relacionados con la cruzada evangelizadora de los conquistadores.
Fruto de la belleza de su emplazamiento, su encanto arquitectónico y su vitalidad cultural, San Cristóbal de las Casas es un hervidero de casas de huéspedes que compiten en coquetería. Y de restaurantes que ponen de manifiesto que en cualquier chiringuito mexicano hay un chef estelar que pone alhajas en los platos. San Cristóbal, por añadidura, es una ciudad segura, un auténtico dodo en la violenta México. Allí cualquiera puede pasear sin temor a la hora que sea del día o de la noche.
No es fácil ni corto ordeñar a conciencia San Cristóbal de las Casas. Amén de lo que sucede en la estricta médula urbana, hay multitud de antros interesantes en los que tomar copas de noche, pequeños centros culturales, foros de discusión política, cooperativas indígenas de tejido de huipiles, tiendas de comercio justo de los agricultores cercanos… Pero una vez se haya escrudiñado a fondo, hay que guardar un rinconcito del itinerario para escapar a la cercana San Juan Chamula.
![iglesiasanjuan](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/iglesiasanjuan_684caefc_240315094912_1200x800.jpg)
san juan chamula
Articulada en torno a una amplia plaza desnuda que sirve de mercado de productos frescos está la iglesia de San Juan. Los foráneos pagan por entrar y observar con silencio religioso cómo los chamules han fundido el cristianismo con las creencias anteriores. El suelo está alfombrado de pinaza, las velas llenan cada espacio libre, y una brigada de voluntarios cuida día y noche del orden dentro del templo y de que un accidente no lo consuma, pues su estructura es de madera. Un ejército de imágenes que se corresponden con santos cristianos conviven con figuras veneradas por los mayas tzotziles.
Chamanes atienden, susurrando, las cuitas de quienes van a consultarles, y les aplican remedios caseros tradicionales para males físicos o espirituales. Multitud de espejos reflejan la imagen de los devotos, para que se enfrenten a sí mismos, además de a los santos.
![cementeriosanjuan](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/cementeriosanjuan_7ff53210_1184964635_240315094638_1200x801.jpg)
Al salir del núcleo de San Juan Chamula, el inmenso cementerio muestra también rituales mezclados. Las cruces cristianas quedan sepultadas por ofrendas relacionadas con los cultos mayas. A medio camino entre San Cristóbal de las Casas y Palenque, el agua de la indetenible lluvia recogida por la selva sirve espectáculos naturales formidables. MisolHa es una cascada con forma de cola de caballo, de 35 metros de salto, que rompe en una poza que invita al chapuzón. Además, como en un cuento clásico, un camino conduce a la parte trasera de la cortina de agua, donde aparece una cavidad misteriosa que no impide ser bautizado por el spray de la catarata.
![aguaazul](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/aguaazul_a166910b_240315095018_1200x675.jpg)
cascadas de agua azul
Agua Azul es muy diferente. Se trata de una sucesión de pequeños saltos del río Xanil convertida en un área de protección de flora y fauna de gran importancia. Las sales de carbonatos del material rocoso de la zona, disueltas en el agua, son las que proporcionan el color brillante que les da nombre. Muchas de las pozas son aptas para el baño, pero hay que seguir las indicaciones de los rótulos, pues hay corrientes fuertes y algunos de los saltos tienen la categoría de cascada, por lo que no es raro que ocurran accidentes entre los nadadores imprudentes.
![palenque](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/15/palenque_a4f9081a_240315094830_1200x623.jpg)
yacimiento arqueológico de palenque
Nadie se marcha de Chiapas sin visitar el yacimiento arqueológico de Palenque, summum de la arquitectura maya clásica. En un entorno regado permanentemente por la lluvia, la selva trata de envolver la mágica pirámide que es gran protagonista del enclave sin conseguirlo, tal es su potencia. Máscaras de jade, mausoleos de nobles como Pakal, columnas talladas, palacios con aspecto de castillo al final de enhiestas escalinatas… Todo construido sin una sola rueda, sin un solo escoplo metálico, sin la ayuda de animales de carga. Una civilizaciónqueimpacta, por sus obras y su ingenio, por el nombre de sus edificios: Templo de la Calavera Roja, Tumba de la Reina Roja, Templo de las Inscripciones. Un baño de humildad proporcionado por la jungla y los logros mayas, que empequeñecen al viajero hasta hacerlo microscópico.