La capital riojana no se duerme en los laureles y gastronómicamente no para de crecer. En Logroño la realidad trasciende más allá del vino, de las barras y de una continua expansión estelar, Michelin mediante, que incluso tiene helados de alta cocina. Ver para creer.
Monumento, set de rodaje… y mucho más
Lo que hace realmente única a la Plaza de España de Sevilla
El regionalismo que se imprime en la plaza se puede ver en sus 48 bancos y las dos torres que le flanquean, además de sus múltiples escudos y esculturas.
Una calle para hacer historia
Esquivar la calle Laurel en Logroño —y la San Agustín— está a medio camino entre el pecado y el error. Algunos de los bares más míticos de España se encuentran en este par de tramos que juntos apenas suman 300 metros lineales. Sin embargo, ambas calles tiemblan al compás de pinchos ya icónicos. Es el caso del famoso champi de El Soriano o los pases de oreja de El Perchas. Tampoco van a la zaga las patatas bravas del Jubera o el famoso matrimonio del Blanco y Negro.
El plus ultra de la tortilla de patatas
Aunque en Logroño la maestría tortillera se da casi por supuesto, la excelencia es cosa de unos pocos. Es el caso del Bar Tizona, un emblema en estas lides de mezclar huevo, patata, cebolla y dejarla poco cuajada. Sin embargo, menos trascendencia turística tiene el Bar Serenella, en un barrio menos populoso y turístico de la capital riojana, y que cumple con el canon de la tortilla norteña: jugosa, bien ligada y de patata perfectamente cocinada.
Panes que merecen madrugones
Tiene sorna que una de las mejores panaderías de Logroño se llame El Paraíso, pero este tranquilo obrador en una de las puntas de la calle de San Agustín no debe pasar desapercibido al amante de las masas. Lo irónico del nombre viene por su primer propietario, llamado Adán. Aunque de eso ha pasado mucho tiempo, la realidad de esta panadería tradicional se aferra a cuidados panes candeales, bollería casera al compás de rosquillas y hojuelas, y a tentaciones como los bollos preñaos. Sus rosas de pan, perfectamente talladas, son auténticas obras de arte.
Conexión riojaponesa
Se llama Félix Jiménez, pero por su dedicación y delicadeza bien podría pasar por un auténtico tokiota. Este riojano lleva siendo un samurái de la cocina japonesa en Logroño desde 2015, cuando se atrevió a montar una discreta barra de sushi al estilo omakase. Una Estrella Michelin y Dos Soles Repsol avalan esta aventura purista en torno a la gastronomía nipona que hace del mimo y la maduración de los pescados su baza ganadora.
Tondeluna, la puerta de entrada al mundo Paniego
Son 125 los que la familia Paniego lleva en Ezcaray convertidos en anfitriones y hosteleros. Sin embargo, el chef Francis Paniego también quiso poner también ese granito de arena en la capital y lo hizo con Tondeluna. En pleno Paseo del Espolón, las mesas largas y corridas del restaurante hablan de una cocina para compartir, de sabores tradicionales, de versatilidad y de adaptaciones con las que incluso aproximarse desde el menú del día a una forma de entender la cocina y la vida que ha hecho famosos a los Paniego. Un imprescindible si se busca calidad-precio en el centro de Logroño.
¿Qué hacer una ecuatoriana como tú en un Logroño como este?
Cuando se dice que el amor todo lo puede, quizá se peque de romanticismo. Pero son dos realidades en las que confluyen Carolina Sánchez e Iñaki Murua en Ikaro, otra de las rutilantes Estrellas Michelin de La Rioja. Ecuatoriana ella, vasco él; juntos forman un tándem gastronómico que ha sabido mezclar lo mejor de las esencias latinoamericanas con las raíces de cocina norteña de él. Un auténtico lujo desde el número 3 de la Avenida de Portugal que los foodies no deben perderse.
Sin confusión
El que esté puesto en geografía de la Ribera del Ebro podría pensar que Egüés es sólo un pueblo navarro. En parte, no le faltaría razón. Pero también es el nombre de uno de los restaurantes más ilustres de Logroño como es el Mesón Egüés. El apelativo, evidente, viene por los orígenes de su fundador, Fermín Lasa, cuyos mimbres gastronómicos perduran en la segunda generación de este negocio familiar fundado en 1985. Brasa, carnes y devoción por las verduras guían los pasos de un restaurante donde el sabor a tradición está impreso en su ADN.
Gastropueblo
Restaurantes y coordenadas donde saborear Haro
Tapas icónicas, vinos de renombre, restaurantes sorprendentes y quesos con DOP son solo algunas de las delicias que hacen imprescindibles una visita a la localidad riojana.
Un rock & roll en la plaza del pueblo
Bien vale homenajear al grupo Tequila con Kabanova, un restaurante todoterreno que también pone su pica en Flandes dentro de la calle Laurel con una cocina viajera y aguerrida que lo mismo habla de México que de Perú, saltando luego a Japón y deleitándose con guisos clásicos de la cocina española. Todo ello en una propuesta tres en uno donde caben pinchos, barra y sala… Y muchos vinos.
Ni soy de aquí ni soy de allá
Aunque Facundo Cabral, otro ilustre argentino, cantase aquellos versos que coronaba con un “no tengo edad ni porvenir”, la realidad de Ajonegro, otro de los restaurantes más punteros de Logroño es bien distinta. De nuevo, el roce hace el cariño y con él la mezcla de culturas gastronómicas como la que trae Mariana Sánchez, mexicana, junto al riojano Gonzalo Baquedano. Un mix indispensable que funde lo latino con lo español con creatividad y acierto en un mismo idioma pero diferente acento. Su menú degustación, ideal para viajar entre dos aguas, es perfecto para darse un buen capricho logroñés.
Dejando hueco para el postre
DellaSera bien podría sonar a nombre de gelateria en mitad de la Piazza Navona, pero la realidad de Fernando Saénz y Angelines González no puede ser más riojana. Sin embargo, regentan una heladería de autor maravillosa que ha hecho alta cocina con el mundo del helado. Una propuesta con los pies en la tierra (en el número 24 de la calle Portales) y que ha sido capaz, entre otros hitos, de convertir a Franco Battiato en un helado o de ‘congelar’ un villancico. Más fum fum fum no puede ser.
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