La palabra “turbulencia” lleva semanas en boca de todos. Puede pensarse que, con la llegada del buen tiempo y el aumento de las escapadas vacacionales esto es algo usual, pues siempre hay un gran porcentaje de la población preocupada por ellas cuando tiene que tomar un vuelo. Sin embargo, en este caso, la razón de que estas odiadas compañeras de viaje capaces de transformar un vuelo tranquilo en una experiencia agitada sean tan populares no tiene nada que ver con las vacaciones: el número de turbulencias está aumentando de forma general.
Pero, ¿por qué? ¿a qué se debe esto y por qué es preocupante? ¿No son acaso las turbulencias algo “no peligroso”? Antes de nada cabe resaltar que las turbulencias son, simplemente, perturbaciones en el flujo del aire que afectan al movimiento de los aviones, provocando movimientos bruscos y desiguales que alteran la comodidad del vuelo, un mayor desgaste en la estructura del avión, daños en el recubrimiento, retrasos en los aeropuertos y un mayor gasto de combustible.
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CAMBIO CLIMÁTICO: UN FACTOR DE RIESGO
Los aviones se mantienen en vuelo gracias a la acción de cuatro fuerzas que se complementan en el plano vertical y aumentan en el sentido positivo del horizontal: la sustentación, el peso, el empuje y la resistencia. Por tanto, mientras las alas del avión estén bien sujetas y los motores funcionen correctamente, el avión no sufrirá ningún daño. Y eso no tiene nada que ver, en la mayoría de los casos, con las turbulencias: las aeronaves están estructuralmente preparadas para lidiar con fenómenos meteorológicos fuertes sin romperse o precipitarse al vacío. Sus alas pueden flexionarse hasta 1 metro sin romperse, y la torsión entre esta parte y el fuselaje puede llegar a ser enorme.
Ahora bien, aunque hasta ahora siempre han estado asociadas a simples condiciones meteorológicas y topográficas – como corrientes de aire, tormentas, ondas de montaña o corrientes de chorro – en los últimos años parece que hay otro factor que se está sumando a esos ya conocidos: los efectos del cambio climático. Según un estudio publicado en la revista Geophysisical Research Letters, lo más peligroso de este nuevo tipo de turbulencias es que son de aire claro, un tipo de fenómeno que genera gran preocupación porque ocurre en cielos despejados y es invisible para los radares, lo que lo hace difícil de prever y evitar.
Este mismo artículo afirma que los aumentos de turbulencias son consistentes con los efectos del cambio climático, plasmando los datos que demuestran esta teoría: la duración anual de las turbulencias aumentó un 55%, pasando de 17,7 horas en 1979 a 27,4 horas en 2020. Además, elabora una investigación exhaustiva identificando las cinco consecuencias del cambio climático que están provocando este fenómeno.
EL CALENTAMIENTO GLOBAL
Derivado del cambio climático, el calentamiento global es el factor principal detrás del incremento de las turbulencias en los aviones. A medida que la temperatura aumenta, debido a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, se producen varios cambios en ella. Por ejemplo, el aire caliente contiene más energía que el aire frío, lo que aumenta la inestabilidad atmosférica. Esto se traduce en movimientos más intensos y rápidos del aire que pueden desestabilizar las corrientes en chorro, es decir, las corrientes de aire rápido que fluyen a grandes altitudes y que juegan un papel crucial en la formación de turbulencias: a gradientes de viento más pronunciados, las turbulencias que se producen son más fuertes.
VARIABILIDAD EN LA CIZALLADURA DEL VIENTO
Por otro lado, la cizalladura del viento, que es la variación de la velocidad y dirección del viento con la altitud, es también un factor clave en la formación de turbulencias. El cambio climático afecta a este fenómeno de dos maneras diferentes. En primer lugar, con el aumento de las diferencias de temperatura en las diferentes capas de la atmósfera, las variaciones en las velocidades del viento se vuelven más significantes, intensificando ese efecto de cizalladura. En segundo lugar, el cambio climático también puede llegar a alterar y ampliar la posición de ciertas corrientes de aire, provocando que las regiones ya conocidas afectadas por la cizalladura del viento sean mucho más grandes y comunes.
CAMBIO EN LOS PATRONES METEOROLÓGICOS
El calentamiento global no solamente incrementa la temperatura promedio del planeta, sino que también altera los patrones meteorológicos globales. Es decir, puede llevar a variaciones tanto positivas como negativas en las temperaturas medias de algunas regiones o a la aparición de fenómenos extremos imposibles de predecir en zonas no acostumbradas a ellos. Concretamente, existen dos tipos de cambios que pueden llevar a un aumento en la frecuencia y en la severidad de las turbulencias: la mayor frecuencia de episodios extremos y la alteración de los regímenes de precipitación. El primero de ellos, como la aparición de tormentas y huracanes, es el origen de fenómenos de turbulencias convectivas, mientras que el segundo de ellos puede modificar la estabilidad atmosférica y la formación de nubes de tormenta de una forma no previsible.
AUMENTO DE LA ACTIVIDAD CONVECTIVA
A mayores, el cambio climático también puede aumentar la actividad convectiva en la atmósfera. Concretamente, la convección ocurre cuando el aire caliente cerca de la superficie asciende y se encuentra con el frío en altitudes superiores, creando movimientos de aire que generan turbulencias e inestabilidad en el avión al atravesarlos. La mayor actividad convectiva se debe, sobre todo, a un aumento de la temperatura superficial que provoca una subida más rápida del aire caliente; así como a la mayor humedad atmosférica, que genera una evaporación mayor y, por tanto, una atmósfera más húmeda que facilita la formación de nubes y de tormentas convectivas.
IMPACTO DE LOS GASES DE EFECTO INVERNADERO
Finalmente, la acumulación de gases de efecto invernadero, más allá de calentar la atmósfera, también afecta a la dinámica del aire, provocando un efecto directo sobre la formación de turbulencias. Por un lado, el dióxido de carbono tiene la capacidad de absorber radiación infrarroja, lo cual calienta la atmósfera de manera desigual y genera gradientes de temperatura que pueden desencadenar zonas de baja estabilidad. Por otro, la aparición de gases en diferentes cantidades y su ordenación en proporción a la altitud puede crear capas de inversión más frecuentes o intensas, en las que la temperatura aumenta con la altura, afectando de esa forma a la aparición de turbulencias en los vuelos comerciales.