Junto a una de las calles más fotogénicas de Vejer de la Frontera se encuentra La Judería de Vejer, un local que resume la idiosincrasia de este pueblecito en su pasión por la gastronomía. Mario, Joaquín y Ana cruzaron sus caminos en esta esquina de la laberíntica judería para honrar su nombre, pero también los sabores árabes y mediterráneos que forman parte del recetario vejeriego.
Nada más cruzar su puerta, nos saluda una estantería con una cuidada selección de vinos, todos ellos de producción andaluza y también a la venta. Junto al coqueto comedor que la acompaña, una barra precede a una escalera cuyos escalones dirigen a la joya de la corona: las preciosas vistas de Vejer y, en los mejores días, también las de Tarifa, Tánger e incluso el cabo Espartel.
Más allá de la fotogénica estampa de su calle aledaña y de su gran balcón, La Judería de Vejer cumple con creces en la mesa, que también llenará la galería de cualquier teléfono. Entre sus platos, la pastela de pollo (o verdura) con salsa de manzana asada y almendras tostadas; la pata de pulpo lacada en kimchi con parmentier y crujiente de arroz o el falafel con mermelada de harissa, limón encurtido, yogurt de cítricos y cherrys soasados. Imperativo dejar hueco para los postres, merece tanto la pena como el resto de su carta.
![El Jardín del Califa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/el-jardin-del-califa_8e21843e_240611095610_1200x800.jpg)
Cuando el escocés James Stuart llegó a Vejer de la Frontera solo iba en busca de un buen bocadillo. No está claro si lo primero que le enamoró fue el lomo en manteca que se comió aquel día o la belleza de un pueblo con un potencial enorme, pero aquel día del 1988 fue el germen de un gran proyecto que se encuentra en un granero del siglo XVI en la Plaza de España: El Jardín del Califa. De la infancia de James por el Medio Oriente y su trabajo como guía en Marruecos, surgió la idea de poner en valor la cocina árabe en la localidad.
Gracias a su gerente y chef ejecutiva, Khadija Essaadi, procedente de Rabat, la carta presenta una gran variedad de platos exóticos donde no faltan los ingredientes locales. La sostenibilidad siempre ha sido uno de sus leit motiv: aquí solo se sirven huevos y pollo de corral, además de ternera ecológica. Casi el total de sus verduras y hortalizas son de huertas cercanas a Cádiz y una gran mayoría son orgánicas.
![El Jardín del Califa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/el-jardin-del-califa_7ff93315_240611100055_1200x800.jpg)
Dentro de una casa que se asemeja a un laberinto, se abre un hermoso patio, rodeado de un gran comedor con vistas al mismo y un pequeño salón, además de un rincón excepcional, donde siete comensales pueden comer en un aljibe del siglo XI. Lámparas y velas marroquíes, mesas de cerámica hechas a mano en Marrakech y sillas de la India son algunos de los detalles que redondean el ambiente.
Entre sus platos, el cacik iraní, el sebou de pomelo, breuats de ternera, pierna de cordero al azafrán o un amplio abanico de tagine y cous cous, excelentes carnes y pescados a la brasa y múltiples opciones vegetarianas, como la magluba. En definitiva: es tan difícil decidir que tendrás que ir varias veces para probarlo todo.
![Tetería del Califa](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/teteria-del-califa_bba0c2fa_240611100452_1200x1492.jpg)
Por si fuera poco, a escasos tres metros del Jardín del Califa se encuentra la mejor manera de poner fin a una buena velada en el restaurante: la Tetería del Califa, ofrece bellos salones y una de las terrazas más bonitas de Vejer de la Frontera, donde se divisa desde la Dehesa de Montenmedio hasta las marismas del río Barbate y la lejana Sierra de los Alcornocales.
De la mano de la repostera Amina Esaadi, las pastas caseras con los sabores marroquíes más dulces se deslizan hasta el paladar con una cuidada carta de tés y cócteles. Baklavas, tarta de queso con dátiles y almendras o especialidades del día se riegan con infusiones tunecinas, shakra chai, té turco y oolong blue, además de bebidas con o sin alcohol inspiradas en los sabores del Medio Oriente.
Además, en el interior de la coqueta tetería se puede admirar una exposición permanente de fotografías desde los años 60 hasta la actualidad de viajes por países como Yemen, Siria, Marruecos o Jordania de James Stuart y su padre Charles, una manera de cerrar el círculo que los dos escoceses comenzaron mucho tiempo atrás.
![Fez](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/fez_68582ffc_240611095657_1200x800.jpg)
El ojito derecho del grupo Califa nació hace tan solo unos años como un pequeño bistró que transporta a Fez nada más cruzar su puerta. Los colores, los tejidos, la luz y la distribución de la que se encargó la interiorista Ellie Cormié no deja lugar a la duda: el sentimiento de haberse materializado en una de las medinas más bonitas del mundo es real. Y para redondearlo, la cocina que se gesta aquí llena enseguida el pequeño local de olores que le descubren el hambre hasta al más desganado.
Entre cerámicas, tapices, espejos y cuadros conviven materiales reutilizados y objetos recuperados y creados por artesanos locales y de Marruecos. Bajo los discos de los años 60 de un cantante marroquí y los gorros típicos de Fez se come una oda al street food libanés con toques modernos. Además de sus brunch, la carta se debe a una cocina de especias y sabores intensos. La sopa de lenteja marroquí, el laban con pimiento encurtido y un toque de sumac o la ensalada fattoush son perfectos para abrir boca.
El tagine de pollo con naranja caramelizada, hinojo y anís rivaliza con su shakshuka con tomate, kalamata, queso feta y huevo, pero también con la pastela de pescado al estilo de Mounia. Directo del grill, una kefta de ternera servida con arroz especiado puede ser el plato que anteceda a postres tan irresistibles como el mouhalabie de agua de rosas con pistacho. De su carta de bebidas destacan sus limonadas caseras ecológicas y sus cócteles, aunque siempre hay lugar para vinos españoles y alguna sorpresa libanesa, además de café marroquí o tés exóticos.
![Narea](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/narea_3079e5dd_240611095717_1200x1800.jpg)
La decisión que tomaron Alejandra Gnisci y Jaime Batista de cambiar Sanlúcar de Barrameda por Vejer de la Frontera ha sido todo un éxito. A una semana de reabrir, a mediados de marzo, muchos de sus clientes ya habían repetido visita. La visión culinaria con la que la pareja se ganó la valoración mediática hace un año sigue brillando en su carta a través de platos para compartir y medias raciones. Para los que ya les conocían en su anterior etapa, sus favoritos, como la energía, no se ha destruído: sólo se han transformado.
Las historias que cuentan los platos de los tres puntos cardinales que cubren sus raíces gastronómicas – Cádiz, Argentina e Italia – vienen moldeadas por su experiencia en la alta cocina. Su trabajo con apellidos tan conocidos como Roca, Muñoz o Freixa, sumado a la despensa andaluza, el toque de los sabores con los que creció Alejandra y la ambición de ambos por hacer de la gastronomía no solo un disfrute sensorial, sino también sostenible, es todo lo que transmiten en sus mesas, frente al balcón más bonito de Vejer de la Frontera.
![Narea](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/narea_1e0848e2_240611100018_1200x1800.jpg)
Aquí todo está pensado para que sea divertido, informal, sin pretensiones gastronómicas, pero donde todo esté delicioso. La comida con las manos, los sabores locales con matices peruanos y asiáticos y los fermentados para potenciar los sabores son la marca de la casa. Es difícil elegir entre sus hits, pero se llevan la palma algunas de las reinterpretaciones de su estancia en Sanlúcar, como la semimojama de atún con ajoblanco, fresa, almendra y alcaparra o la raya cocinada a baja temperatura en manteca colorá con salsa holandesa de la misma.
Para comer con la mano, su deliciosa croqueta de kimchi con pastrami de retinta casero y txuletesa, pero también un guiño a Argentina con su choripán de presa ibérica, pan de brioche y chimichurri. Además de platos vegetarianos y veganos, también se acuerdan de los más pequeños para dejar claro que comer bien no está reñido con la edad.
![4 Estaciones](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/4-estaciones_ccc87736_240611095746_1200x1600.jpg)
En este local de Vejer, abierto hace siete años, trabajan codo con codo los hermanos Reyes: Alberto y Lali. Conocidos por su trabajo en el restaurante Arohaz, en Zahora, ahora se arremangan en la pequeñísima cocina de 4 estaciones, que se atrinchera en una esquina de las bellas calles blancas de Vejer con terraza y un acogedor salón que se vuelve aún más íntimo durante la cena. Lo curioso es que no solo conocen bien el pueblo, ya que son vejeriegos de nacimiento, sino que el local donde ahora sirven platos antes era una tienda a la que acudía mucho de pequeño.
El salón está decorado para que el comensal se sienta como en la cocina de su abuela, un espacio hogareño donde abuelas no hay, pero comida casera sí, y no la habitual. El toque personal de Alberto se nota en los guiños asiáticos que salpican su carta y en el respeto por las estaciones que el propio nombre del local deja entrever. Dependiendo de la época del año, los platos viran y se recomponen, y lo único que siempre prevalece es el producto local.
![4 Estaciones](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/4-estaciones_ab7913b5_240611095804_1200x800.jpg)
Para abrir boca, no pueden faltar su saam de cola de gambón a la brasa, guacamole y huevas de trucha o sus patatas bravas con salsa de gochujang, tabasco ahumado y chili con carne. Ah, y aquí también tiene el clásico bocata de lomo en manteca, pero con su versión propia, donde el pan es de brioche, la manteca está escabechada y dentro se acompaña de chicharrón, rúcula y yema de huevo. Ojo con regarlo todo con un buen vino gaditano, pues buenas referencias no faltan.
Por supuesto, en un salón como este no pueden dejar de servirse platos de cuchara, como un risotto con espuma de payoyo o un salmorejo de fresas con tartar. En los pescados se lucen las referencias asiáticas, con chili-crab, tartares, sashimi y tataki, y las carnes ponen énfasis en albóndigas, hamburguesas, lomo y tatakis de retinto. Sublime final con su torrija de pan brioche sobre sopa de chocolate blanco y helado de poleá capaz de convertir a un detractor de las torrijas en un fiel seguidor.
![El Muro](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/el-muro_d6747952_240611095848_1200x800.jpg)
Abierto en 2022, apenas hizo falta un año para que El Muro se consolidase como uno de los restaurantes que más está dando que hablar en Vejer de la Frontera. El joven chef Francisco Doncel no solo ha conseguido colarse en las listas más prestigiosas, sino también en los medios. A unos metros de su casa, y con unas vistas excepcionales del pueblo, se encuentra su pequeña cocina y su recogido comedor.
Después de trabajar con Martín Berasategui, Casa Gerardo y otros restaurantes, ha decidido lanzarse en su primer proyecto en solitario con una cocina de guiso y vanguardia, donde la base tradicional del recetario tradicional andaluz y el producto gaditano no le temen a lo que la innovación les depara. Desde pucheros de la abuela hasta arroces se despliega un abanico donde el mercado manda y la verdura tiene la importancia que se merece.
![El Muro](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/el-muro_7b69f9b1_240611095902_1200x800.jpg)
“Paso a paso, con los pies en el suelo siempre y poco a poco” es su mantra para conseguir todo lo que se propone. “Cocinar en casa como en casa”, por otro lado, es lo que demuestra a los comensales en sus poco más de ocho mesas. En su carta, corta y certera, hace gala del sentimiento vejeriego de que la buena mesa siempre se comparte. Las empanadillas bravas de retinto estofado y los dados de atún sobre gazpacho caliente y miga de tomate ponen la primera nota a la velada.
Desde la mar llega su pescado del día, sujeto a lo que las lonjas ofrecen, con una salsa verde de coquinas; su canelón marinero de almadraba o sus papas en amarillo con choco. Para los amantes de la caza, nada mejor que su arroz meloso de conejo o su hojaldre relleno de pollo de campo guisado. Indiscutible probar uno de sus postres, a cada cual más sorprendente, como el lingote de turrón y espuma de sol de naranja o la esponja de castañas sobre marrón glasé y anís.
![The Singular Coffee](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/the-singular-coffee_505bf968_240611095540_1200x1600.jpg)
Esta cafetería de una de las calles más populares de Vejer es el lugar donde, personalmente, me gustaría dar la bienvenida a todas las mañanas. Y no debo de ser la única, pues The Singular Coffee es la elegida por algunos de los hoteles de la localidad para encargarse de ofrecer su servicio de desayuno. Las meriendas, que ya van a cuenta del capricho de cada uno, son la mejor excusa para hacer un alto en la tarde y saborear el cariño con el que se prepara todo en este local.
Decorado con el minimalismo de quienes saben que la comodidad y el producto son lo principal, The Singular Coffee nació por el amor al café de Oliva González y Tony Pérez, versado en la alta cocina, lo que creó un binomio que se traduce en una carta irresistible. En ella, por supuesto, café de especialidad del que conocen cada una de las fincas productoras, pero también repostería casera y unos desayunos que podrían llevar el apellido “de especialidad”.
Sus tostadas singulares son imperdibles. Entre su decena de opciones, se encuentran algunas tan únicas como la pavo&mango, con pavo raseado, chutney de mango, rúcula, queso fresco, aguacate y lino dorado. Tartas, bizcochos y hojaldres se exponen en su vitrina, con triunfos estelares como su tarta de pistacho o su bizcocho vegano de zanahoria. Bowls con fruta fresca y granola, revueltos de todo tipo y una extensa carta de tés, zumos y por supuesto, cafés, ponen el broche junto a su pequeño rincón dedicado a la venta de productos cafeteros para llevarse un trocito de The Singular Coffee al marchar.
![Paco Melero](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/paco-melero_d21a96f2_240611095937_1200x800.jpg)
No hay Vejer de la Frontera sin lomo en manteca. Y aunque en cada casa se hace a su manera, como pasa con casi cualquier receta, lo verdaderamente importante es que la grasa provenga del cerdo ibérico. Sin embargo, aunque en el pueblo hay muchos que lo elaboran, lo venden y lo sirven, no hay uno igual que Paco Melero. “Esta es la ventana que más vende de Vejer”, dice señalando una de su local donde un extractor se encarga de llevar, a sabiendas o no, el olor de lo que allí se cuece hacia fuera.
Guasa no le falta a Paco. Y su carácter afable es tan grande como su pasión por el negocio. Como él mismo dice, “yo no me harto de la carne”, y es fácil de creer viéndole tras el mostrador. Heredero junto a su hermano de una tradición que puso en marcha su tío Antonio Pacheco en 1965, no solo son carniceros, sino los reyes del lomo en manteca y los chicharrones. Muchas carnes más se despachan en su pequeño local, atravesado de punta a punta por una vitrina y un palo de donde cuelgan sus embutidos.
En un armario con miel, paté, aceite y quesos, un cartelito reza “Come buena carne y bebe vino añejo y te reducirá el pellejo”. En una pared, una foto de Sergio Ramos en medio del campo con un paquete de su lomo en manteca. Parece un montaje, pero no lo es. Su curiosa relación con el mundo del deporte no acaba aquí. Ya en una ocasión le acercó a Alejandro Valverde tras una etapa de la Vuelta Ciclista a España una de sus tartas cochinas. Esta creación nació un día en el que a Paco y a su hermano se les ocurrió salir al paso del tren turístico de Vejer con una tabla con chicharrones, embutidos, tocino y lomo. Al principio, pensaron que era una tarta, así que decidieron añadirle ‘cochina’ por el cerdo, y ahora es la estrella de la mesa en muchas celebraciones.
![Pastelería Galván](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/06/11/pasteleria-galvan_63bf4c94_240611095954_1200x1800.jpg)
“Tengo 70 y algo más”, dice Pepe con una sonrisita. Con su uniforme blanco impoluto, gorro incluido, sube y baja continuamente del horno al gran comedor y en sentido contrario. La Confitería y Pastelería La Exquisita lleva décadas de historia a sus espaldas. Fundada por su padre, José Galván Rodríguez, en 1942, fueron los vecinos los que acabarían dándole su nombre, lo que dice mucho de la calidad de su producto. Los ocho hijos de José pasaron por la cocina de la confitería. “Una de mis hermanas era tan pequeña que tenía que subirse a una lata de galletas”, recuerda Pepe.
Envolviendo primorosamente esos dulces con el papel donde aún reza ese sello de identidad ya hay dos generaciones más, la de los hijos y nietos de aquel José que hizo famosas las tortas vejeriegas, la especialidad por la que hacen cola los turistas para llevarse un recuerdo. Harina, manteca, azúcar y canela, no hay más. Y con eso solo ya conquistarían a cualquiera. Sin embargo, en su mostrador hay mucho donde elegir, como por ejemplo sus camiones, un milhojas con crema pastelera, mantequilla y una guinda que se bautizó con este curioso nombre.
Además de llevarlos, merece la pena sentarse en alguna de sus mesas y mirar sus paredes, repletas de fotos antiguas del pueblo y recortes de periódico. Una vitrina expone objetos, entre los que se encuentra una réplica del carrito en el que su padre repartía los dulces cuando él aún era un niño. Si se entra un poco más en el local, pasada la estantería dedicada al trueque de libros, se desvela un comedor mayor, con unas ventanas enormes que, sin duda, tienen una de las vistas más bonitas de Vejer de la Frontera.