Los secretos de la capital portuguesa de la cultura


A dos horas en tren de Lisboa y 40 minutos de Oporto en un Alfa Pendular se encuentra Aveiro, la ciudad de los moliceiros y los ovos moles. Esta localidad costera fue una de las cuatro ciudades portuguesas finalistas que compitieron por alzarse con el título de Capital Europea de la Cultura en 2027, sin embargo, la ganadora fue Évora.

Después de emitirse el fallo, y con el objetivo de aprovechar las otras tres candidaturas, el Gobierno portugués decidió reactivar las Capitales Portuguesas de la Cultura hasta entonces, nombrando cada año a una de las tres ciudades restantes hasta 2027. La primera en recibir este reconocimiento ha sido Aveiro, a la que sucederán Braga en 2025 y Ponta Delgada en 2026.

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Keukenhof

Aveiro

Foto: Istock

La cuna del Art Nouveau portugués

Paseando por esta pintoresca ciudad de canales, la mirada se desvía inevitablemente hacia los ocasionales destellos de color que aparecen entre los edificios contemporáneos. Este espectáculo arquitectónico forma parte del legado que dejó el período de art nouveau en Aveiro. 

Originado en Bélgica a finales del siglo XIX, este movimiento artístico se extendió rápidamente por Europa, adoptando una identidad diferente en cada país. La llegada del art nouveau a Portugal coincidió con su final en el resto del continente. Fue en algún momento, entre 1907 y 1909, cuando empezaron a aparecer los primeros edificios de este estilo arquitectónico en la ciudad, aunque la primera muestra se erigió en la casa del arquitecto que la trajo a Portugal, Francisco Silva Rocha, de Aveiro. De ahí que la ciudad pronto se convirtiera en la capital art nouveau del país. 

La llegada de este estilo arquitectónico coincidió con un período de renacimiento que siguió a la apertura de la Barra de Aveiro unas décadas antes. La exuberancia y la permanente fiesta de colores del art nouveau se sincronizaron con el deseo de afirmación urbana de Aveiro. Así, el art nouveau se convirtió en un símbolo de esta prosperidad y, por lo tanto, de un nuevo Aveiro. 

El ejemplo más emblemático es la casa Major Pessoa, ex-libris de la ciudad, con su mezcla de piedra de encaje y potente hierro forjado, motivo por el cual se convirtió en el Museo Art Nouveau en 2008. Otros edificios que destacan en el paisaje urbano de Aveiro son la Farmácia Ala, la Casa das Quatro Estações y la Vila Africana. 

Aveiro

Foto: Istock

La Venecia de Portugal, entre moliceiros y canales

Es un tópico, pero es un tópico inevitable: Aveiro ha sido apodada la “Venecia portuguesa” por los canales que atraviesan la zona ribereña y que forman parte del complejo juego de ingeniería que controla el temperamento salvaje de la ría de la ciudad. Con el tiempo, estas vías fluviales han dejado de ser una mera utilidad, para convertirse en una parte indiscutible de la identidad de Aveiro, junto con las embarcaciones que las cruzan, los coloridos moliceiros con los que se pueden descubrir todos los rincones de la ciudad. 

Los diversos canales que serpentean a lo largo de la Ría fueron creados no solo para controlar la subida de las aguas, sino también para navegarlas, transportando los productos fabricados en la laguna de Aveiro (como la sal), que llegaban al Puerto de Aveiro y se dirigían a la ciudad. Estos procedían de los muelles situados en la Ría o de los pequeños islotes diseminados a lo largo de ella. 

Hay tres canales principales dentro de la ciudad: el Canal del Cojo, el Canal Central y el Canal de São Roque. Los dos primeros discurren por el centro, con la antigua Capitanía del Puerto de Aveiro como eje, mientras que el tercero bordea y conecta con la Ría. El uso de los canales en la economía de la ciudad queda patente incluso en sus topónimos: el canal del Cojo, por ejemplo, se llamó en su día Ribeira das Azenhas, debido a la concentración de estos molinos en sus orillas; y la zona del canal de São Roque se ha llamado siempre Bairro à Beira-Mar por ser el punto donde se localizaban muchas de las salinas de Aveiro, debido también a su favorable situación geográfica.

Ovos Moles

Foto: Shutterstock

Un postre con mucha historia

La idea de devorar una ciudad puede sonar ridícula, sin embargo, una vez se ha experimentado, quedan pocas dudas de que recorrer las calles y contemplar los monumentos es comparable con la experiencia de ir de plato en plato. 

El símbolo gastronómico de Aveiro son, sin duda alguna, los ovos molesoriginados por las monjas dominicas, franciscanas y carmelitas. Este dulce nació del sentido práctico de las monjas, que utilizaban las claras de los huevos para limpiar sus hábitos y se quedaban con las yemas sin usar. Buscando una manera de aprovechar esta parte del huevo, las monjas decidieron emplearla como base para el flan. 

Es muy común que la masa de la torta de huevo se presente con motivos de Aveiro, como moliceiros, o envuelta en masa de oblea, moldeada con motivos marinos. Otros dulces típicos de la ciudad son las barricas, las cavacas de São Gonçalinho, los pasteles de 24 horas, las raivas y los esquecidos.

En cuanto a lo salado, las anguilas son las protagonistas: se acompañan de arroz o se mojan en un guiso. Hay quien las prefiere en sopa, pero los más atrevidos e intrépidos se atreven a probarlas en cabidela o escabeche. Más allá de las anguilas, en los platos aparecen otras criaturas pescadas en la ría: sollas, sábalos, lubinas, berberechos y nécoras, entre otros. 

Salinas Aveiro

Foto: Istock

Tierra de salinas 

Al noroeste de la ciudad, las salinas de Aveiro constituyen una vasta explotación situada en la Ría. Es posible que la explotación de sal en la región se remonte al menos a la época romana, pero la primera referencia se hace en 959, en la donación de la condesa Mumadona a un monasterio de Guimarães.

Como la formación de la Ría de Aveiro comienza en el siglo X, queda por saber si las salinas ya estaban donde están hoy, o si siempre dependieron de la presencia de la Ría para existir. Los avances y retrocesos de la producción dependieron siempre de la inestabilidad de la Barra de Aveiro, cuyo carácter migratorio la hacía circular por la costa desde Ovar casi hasta Mira.

Las salinas son un conjunto más o menos complejo de acequias, canales, depósitos y balsas de decantación y evaporación cuya finalidad última es la producción de sal mediante el trasvase de agua. Aveiro presenta una dificultad añadida para esta industria, ya que su clima húmedo no favorece el proceso de evaporación que crea la sal, que sigue siendo el producto principal de la región, tanto a nivel culinario como materia prima para la industria cosmética. 

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La flor de sal, que es la fina capa que flota en la superficie de las salinas, es un tipo de sal más refinada que se utiliza en ensaladas para intensificar el sabor de las verduras. Además, se está empezando a descubrir el uso de la salicornia, una pequeña hierba que crece en las salinas y se considera gourmet en otros países.

Hoy en día, hay pocas salinas en funcionamiento: de las 270 que había registradas en la década de 1960 (cuando Aveiro era el segundo distrito con más salinas, después de las 300 de Setúbal), para el año 1994 ya solo quedaban 49. Actualmente, hay menos de diez. Los cambios naturales en la ría, el efecto de las mareas y algunas obras realizadas en el puerto de Aveiro se suman a la evidente falta de competitividad de los métodos tradicionales para explicar este declive. La mayoría de las salinas desmanteladas se han convertido en piscifactorías o museos que muestran a turistas y curiosos el duro trabajo, e incluso el arte, de extraer la sal con métodos tradicionales. 

Aveiro

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Referente de enseñanza e innovación

Fue en 1973, todavía durante el régimen del Estado Novo, cuando el Ministerio de Educación Nacional creó la Universidad de Aveiro. El objetivo era descentralizar la enseñanza superior en Portugal y cambiar el modelo universitario introduciendo nuevos cursos en áreas innovadoras.

En el caso de Aveiro, la atención se centró en las Ciencias Ambientales y en las Ciencias de la Educación, que siguen siendo relevantes hoy en día, aunque la institución ha desarrollado otras áreas de vanguardia que la han posicionado internacionalmente, concretamente en diversas disciplinas de Ingeniería. Dos datos interesantes: uno de los primeros buscadores portugueses de Internet, «Sapo», se creó en la Universidad de Aveiro, y Via Verde, un sistema de pago automático de peajes, también se originó aquí. 

El campus universitario, llamado Santiago, cuenta con 65 edificios repartidos en una superficie equivalente a 92 campos de fútbol. Está situado junto a un antiguo complejo de salinas y es el centro visual de la idea de innovación y novedad con la que se que fundó la universidad. Destaca su armonía con el entorno natural.

No fue hasta 1988, con el plan de ampliación coordinado por el arquitecto Nuno Portas, cuando se dio este aspecto a la universidad. Las directrices del proyecto eran sencillas: los edificios podían tener un máximo de tres plantas; las cubiertas serían planas; los paramentos de los edificios estarían revestidos de ladrillo rojo, material identificable de la región de Aveiro. Era un intento de casar la arquitectura moderna con el espíritu tradicional de los materiales, de ser clásico sin traicionar el espíritu de innovación. Destacan algunos edificios: el Departamento de Geociencias (1993), de Eduardo Souto de Moura; la biblioteca (1995), de Álvaro Siza Vieira; la rectoría (2000), de Gonçalo Byrne y Manuel Aires Mateus; y el complejo pedagógico, científico y tecnológico (2000), de Vítor Figueiredo.

Sao Jacinto

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la Reserva Natural de São Jacinto

A pocos kilómetros de la ciudad de los canales se encuentra un laberinto construido por el hombre y la naturaleza, en una obra iniciada por la segunda y modelada por el primero. Entre un grupo de islotes que también guardan sus propios secretos, se vislumbra un extenso conjunto de dunas donde la vegetación tiene espacio reservado y crece sin molestias, rodeada por el mar y prácticamente aislada de todo lo demás. Se trata de la Reserva Natural de las Dunas de São Jacinto.

La reserva se encuentra en el extremo de la península del mismo nombre, que se extiende desde Ovar hasta la parroquia de São Jacinto. Se puede recorrer desde Aveiro de dos formas: en barco desde el puerto y cruzando la ría de Aveiro; o en coche y autobús por el puente de Varela, al norte de Murtosa.

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La aparición de las tierras donde hoy se encuentra la reserva natural es reciente y surgió con el avance de la Ría, a partir del siglo X desde Ovar. Antes, São Jacinto solía ser un pantano, hogar de mosquitos que causaban problemas de salud en la ciudad de Aveiro. El problema comenzó a solucionarse en 1884, cuando los Servicios Forestales llevaron a cabo trabajos de forestación. Era necesario fijar las arenas y crear un nuevo territorio. Los trabajos fueron largos y duraron hasta la década de 1930. Tiempo después, en 1979, esta área de 70 hectáreas fue declarada Reserva Natural. 

El número de especies animales que se encuentran en las dunas de São Jacinto es enorme, y solo podemos mencionar algunas. La población de aves es la más variada y destacan los ánsares, el cormorán, algunas especies de gaviotas y patos, todos los cuales habitan una gran charca que surgió en la década de 1980 después de que un gran incendio consumiera la mitad de la vegetación. De ahí que la charca sea conocida como «Pateira». 

Aveiro

Foto: Istock

Una rivalidad ancestral

Cagaréus contra ceboleiros es probablemente una rivalidad de la que pocos han oído hablar, sin embargo, lleva siglos haciendo estragos en la ciudad de Aveiro. Algunas teorías dicen que estos dos términos empezaron a utilizarse a finales del siglo XV, cuando, a causa de la ampliación de la ciudad fuera de las murallas, surgió una nueva urbanización conocida como Vila Nova. Allí se instalaron familias de trabajadores vinculados al mar y al comercio marítimo. Se les llamaba cararéus

Al sur de la villa, se asientan los dedicados a la agricultura y la ganadería, actividades vinculadas a la tierra. Aquellos fueron llamados los ceboleiros. Separados por sus actividades profesionales (algunos viven en Cimo da Vila, otros más abajo), se convirtieron en rivales por una simple cuestión: ¿quién valía o trabajaba más, los del mar o los de la tierra? 

De todos modos, no existe ninguna certeza absoluta sobre el origen de estos términos. Cagaréu se toma casi literalmente, ya que “cagarete” era el nombre que se daba en Aveiro a la parte más trasera de los barcos. Los marineros que vivían en alta mar y que a menudo pasaban varios días sin desembarcar, no podían omitir sus necesidades humanas. Por una cuestión de etiqueta, los marineros, los mismos que vivían en Beira-Mar, iban a la parte trasera del barco para evacuar; de ahí que se le llamara a esa parte del barco “cagarete” o “cagaréu”. La especificidad del término suele referirse a los habitantes de la parroquia de Vera Cruz.

En cuanto a los ceboleiros, el nombre surgió debido a las reformas que el Infante Dom Pedro, hijo de Dom João I, hizo en el urbanismo de Aveiro, aumentando las murallas y también el número de entradas a la ciudad. Como consecuencia de esta ampliación, el número de parroquias creció y de la parroquia original de São Miguel surgieron cuatro parroquias, una de ellas la de la Vera Cruz.

Junto a la iglesia dedicada al santo se encontraba el antiguo Mercado de la Cebolla, donde los habitantes de Cimo da Vila, los agricultores, vendían sus cebollas. Así, el nombre de ceboleiros quedó vinculado a esta comunidad para siempre.



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