Más que un viñedo, esta bodega de Girona es el sueño de una madre y una hija


EMPEZAR DE CERO

Enamorada del Empordà, aunque originaria de Alella y prendada del estilo de los vinos del Priorat. La travesía de pasión por el vino de Carme Casacuberta desembocaba, casi necesariamente, en materializar en realidad aquel deseo. “Su sueño era un día poder hacer su vino”, ilustra Carlota sobre aquel lejano 2007. Con apenas 12 años ya recordaba las intenciones de su madre y cómo convirtió un pequeño terreno en Capmany, en el Baix Empordà, en aquella fantasía enológica largamente imaginada que hoy vibra como Vinyes d’Olivardots.

 

“Se enamoró de la zona y empezó a hacer vino con las cuatro cepas que había en la casa, pero se acabó animando tanto que decidió ir a por más”, bucea Carlota en su memoria sobre aquellos inicios en los que ella era aún adolescente. “Vendimos la casa de Capmany y compramos un terreno cercano de cuatro hectáreas, el Paraje Olivardots, donde todo comenzó”, confiesa. En ese mismo viaje a la Ítaca infantil, Carlota parece revivirlo en cada palabra: “Era esa escena de bosque ampurdanés de encina y de pino, de sotobosque…”. Hubo viñedo en su día, pero se había arrancado y quedaban varios olivos, de ahí el nombre.

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