República Checa más allá de Praga


Bohemia y Moravia se dieron la mano hace un milenio para engendrar este país de belleza armónica. Pieza clave de imperios, digirió lo mejor de eslavos y germanos, protestantes y católicos para dar una lección de mesura y buen gusto. Todavía humean vestigios de volcanes en el extremo occidental del país, y brotan manantiales de agua hirviendo entre los que ha surgido una singular industria del balneario que lleva siglos haciendo las delicias de las familias nobles de Europa central. Franz Kafka dijo que pasó los diez mejores días de su vida en Mariánské Lázne, una localidad a la que Goethe dedicó su Elegía de Marienbad. El peculiar rito local no consiste en bañarse en las aguas minerales, sino en beberlas a sorbitos mientras se pasea por las elegantes Columnatas (galerías flanqueadas por columnas) de cada ciudad-balneario, que sirven de sosegado centro de reunión social.

 

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1.	Dormir como un príncipe (o princesa)



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