La vista hacia Salamanca desde la colina que al sur del Tormes acoge el Parador de Turismo es la mejor invitación para comenzar a recorrer unas calles y plazas repletas a rebosar de vida y de historia. Cuando a continuación se desciende hacia el río, resulta inevitable recordar a quienes durante siglos llegaban por ahí a la ciudad donde, en 1218, el rey Alfonso IX creó la primera Universidad de España. Se comparte así la mirada asombrada de aquellos viajeros ante un skyline emblemático, coronado por las torres del conjunto catedralicio.
![PUENTEROMANO](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/puenteromano_f12b21f2_240319093551_1200x800.jpg)
el guardián de la ciudad
El puente romano te recibe luego, tan largo y ancho como los mejores relatos. El suyo se inicia en los mitológicos tiempos de Hércules, continúa en la época del imperio donde no se ponía el sol y, pasando por una fuerte riada que casi se lo lleva por delante en enero de 1626, llega a nuestros días.
Hace tiempo que dejó de ser el único acceso a la ciudad por esta parte, pero a cambio se ha convertido en una de las señas de identidad salmantinas junto al verraco vetón que aparece nada más cruzarlo; ambos inspiraron el escudo de la ciudad. Fueron precisamente los historiadores romanos quienes denominaron vetones a quienes entonces poblaban el centro occidental de Iberia.
Por cierto, que también inspiró ese verraco uno de los pasajes más célebres de El Lazarillo de Tormes, aquel en el que el ciego invita a Lázaro a pegar su oreja al pétreo animal y escuchar su interior para, acto seguido y sin aviso, golpearle contra él a modo de dura lección de vida. Ambos personajes esperan un poco más adelante en forma de monumento y antes de ascender por la calle Tenencio hacia uno de los edificios modernistas más extraordinarios que conserva este país.
![casa lis](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/casa-lis_82f61742_240318123035_1200x800.jpg)
Casa Lis
Cada vez que paso frente a la Casa Lis, o entro en ella como quien accede al más soberbio templo del art noveau y el art déco, recuerdo la triste ruina en que se había convertido esta maravilla en los años 80. Salvada gracias a su expropiación y rehabilitación por parte del Ayuntamiento, destacan sobre todo sus vidrieras, galerías y lucernarios. Su condición de salón de todo tipo de eventos culturales y a la vez de museo, y la posibilidad de tomarse un tentempié en su espléndida cafetería la convierten, desde su reapertura en 1995, en uno de los destinos más visitados de Salamanca.
![Calixto y Melibea](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/calixto-y-melibea_dfc37327_240319091441_1200x801.jpg)
Huerto de Calixto y Melibea
Altos muros y anchos enlosados de piedra conducen por un desvío hacia el Huerto de Calixto y Melibea, jardín escenario de los encuentros amorosos de los protagonistas de La Celestinade Fernando de Rojas. Cuando se regresa de tan romántico rincón, la Catedral Vieja aparece justo enfrente.
![Catedral Vieja](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/catedral-vieja_4006bb3f_240318124418_1200x801.jpg)
Catedral Vieja
Comenzada en la primera mitad del siglo XII, su cimborrio es una obra maestra del románico ibérico. Se lo conoce como Torre del Gallo por la figura que corona su veleta. En el interior brillan de manera especial el multicolorretablo de la capilla Mayor y la capilla de Santa Bárbara, donde solían repasar los estudiantes la noche anterior a los exámenes de doctorado y de grado, costumbre que dio origen al dicho «estar en capilla».
![catedralnueva](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/catedralnueva_cba1e363_240318123742_1200x800.jpg)
La Catedral Nueva
Promovida por los Reyes Católicos y finalizada en 1733 por los hermanos Churriguera, está justo al lado. Pero es mejor acudir a la plaza de Anaya para contemplarla en su magnitud. A menudo hay que ayudar allí a algún turista a localizar ese astronauta que se integró en la Puerta de Ramos en su restauración de 1992. Doblando después la esquina se alcanza la fachada tardogótica. Tras entrar y visitar el coro y las capillas, siempre es una opción hacer el recorrido denominado Ieronimus, que discurre a un paso del cielo por entre sus pináculos, gárgolas y almenas.
![frayluisdeleon](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/frayluisdeleon_0cdf3775_240318123945_1200x912.jpg)
universidad de salamanca
Delante de la Catedral Nueva se levanta la Universidad. Si se rodea por la calle Calderón de la Barca, pasando junto a la Casa Museo de Unamuno, se llega ante su fachada. Ahora toca buscar la célebre rana esculpida sobre una calavera.
Enfrente, en medio del Patio de Escuelas, la estatua dedicada a Fray Luis de León recuerda a los muchos escritores que nacieron, estudiaron o dieron clases en Salamanca. Con cada lectura de sus textos, Unamuno, Carmen Martín Gaite, Lope de Vega, Fernando de Rojas y tantos otros siguen convirtiendo a esta ciudad en uno de los ineludibles hitos geográficos de la literatura castellana.
![CASACONCHAS](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/casaconchas_7c9568d7_240318124308_1200x916.jpg)
Casa de las Conchas
Una calle que solo podía llamarse Libreros conduce a otra de las célebres fachadas salmantinas: la de la Casa de las Conchas. Frente a ella está La Clerecía, otro emblema arquitectónico de esta ciudad. Las vistas desde su torre son extraordinarias.
café intelectual
La Rúa Mayor lleva luego por la plazuela de El Corrillo hasta la Plaza Mayor, núcleo absoluto no solo del centro histórico, sino también de su múltiple oferta hostelera. Allí destaca, por su condición centenaria, el Café Novelty, coetáneo de la Casa Lis y donde solía acudir a disfrutar de largas tertulias Gonzalo Torrente Ballester.
![plazamayor](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/plazamayor_eb4aff6c_240318125718_1200x1799.jpg)
plazas llenas de vida
Y ahí continúa, convertido ahora en estatua junto a una mesa. Después de la grandiosa Plaza Mayor, con sus pórticos y fachadas barrocas, a buen seguro que el escritor gallego habría disfrutado de zonas hoy tan llenas de vida nocturna como el entorno de la plaza de San Justo. Incluso de los animados locales de la Gran Vía. Los más jóvenes optan por dirigirse a la plaza de San Juan Bautista y quienes buscan música en directo acuden con frecuencia a la zona de Bordadores. En verano, las terrazas del Paseo de Carmelitas se colman de conversaciones mientras cae la tarde y llega la noche.
![arribes](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/arribes_ea83b7ee_240319094245_1200x1798.jpg)
Arribes del Duero
Salamanca tiene mucho más que ofrecer: los palacios de Monterrey y de Salinas, los conventos de las Dueñas y de San Esteban, esa cueva donde impartía clases el diablo… y claro, sus bares de tapas. Pero también sobresale su entorno natural. A solo hora y media en coche se abre como un gigantesco pasillo natural uno de los cañones fluviales más ricos en biodiversidad y patrimonio etnográfico de la Península Ibérica: los Arribes del Duero.
Excavado a lo largo de más de cien kilómetros por las aguas de uno de los ríos que a más poetas ha inspirado, este prolongado accidente geográfico abarca 37 municipios del suroeste de la provincia de Zamora y el noreste de la de Salamanca. Está protegido, a la vez, como Parque Natural, Zona de Especial Protección de las Aves y Zona Especial de Conservación. Y además es, con su orilla portuguesa, parte de la Reserva de la Biosfera Transfronteriza Meseta Ibérica.
La ermita de Nuestra Señora del Castillo se asoma desde altos cortados rocosos y destaca entre los muchos inicios para recorrer los Arribes del Duero en la provincia de Salamanca. Es un lugar ideal para ver pasar grandes aves planeadoras. Entre ellas, alimoches, cigüeñas negras, buitres leonados e incluso algún águila perdicera. Recuerdo de manera muy especial un atardecer en ese mirador: mientras los colores del cielo se anaranjaban primero y se fundían después a violeta, y aparecían las primeras estrellas, un roquero solitario no dejaba de cantar y cantar igual que un trovador de roto corazón.
![ciguena](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/ciguena_1146039b_240319102404_1200x1800.jpg)
No está lejos el Pozo de los Humos. A medio camino de Pereña de la Ribera y Masueco, el río Uces crea en ese lugar una espectacular cascada de 50 m de altura «…y va a perderse en un remanso de donde surge el vapor de agua pulverizada por el golpe», como escribió Unamuno.
Aldeadávila de la Ribera
A partir de ahí y con rumbo sur, no dejan de surgir las sorpresas en esta comarca de Castilla y León. La más inmediata está casi enseguida, 5 km al norte de Aldeadávila de la Ribera y junto a la playa fluvial del Rostro: de allí zarpa un barco crucero con el techo acristalado que recorre este tramo del Duero.
A Aldeadávila de la Ribera se la conoce como «el corazón de los Arribes». Por sus calles y plazas se asciende, paseando entre muestras de arquitectura popular y casas blasonadas, hacia su fortaleza. En el centro merece la pena probar en cualquier local un vino elaborado con la uva autóctona de esta comarca, la Juan García. Regresando luego a las paredes verticales a cuyos pies brillan las aguas del Duero, los miradores del Picón de Felipe y de El Fraile son nuevas oportunidades para dejar que la mirada se prenda entre el abismo y el vuelo de las aves.
Además de las antes mencionadas, se pueden observar águila real y culebrera, vencejos reales, halcones peregrinos… Algunas de estas especies únicamente están presentes entre la primavera y el otoño porque después parten a África. Algo más al sur, arropando el vertiginoso descenso del arroyo Ropinal, surge tras los bancales de olivos un bosque mixto de encinas, almeces, quejigos o madroños. Muy cerca, el convento franciscano de Santa María de La Verde se codea con el poblado que a mediados del siglo pasado acogió a los trabajadores de la presa que hay justo al pie.
Con solo alejarse un poco de los cortados del Duero se abre una hermosa penillanura cubierta de campos de almendros, cerezos, olivos o membrilleros, así como anchos pastizales. Cada primavera, esta zona resuena con los trinos de alondras y cogujadas. Las primeras, cuando ascienden cantando hasta perderse de vista, disfrutan de vistas acaso tan espectaculares como las que se contemplan desde el mirador de La Code, a un paso de Mieza. Viene después Vilvestre, de donde parte otro crucero turístico. Hay aquí una bonita iglesia gótica, y corona el pueblo un castillo en honorable ruina.
![rioduerosaucelle](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/18/rioduerosaucelle_1650f01c_240318123524_1200x800.jpg)
Saucelle
Y a continuación Saucelle, donde de nuevo se suceden los miradores, igual que balcones asomados a una calle acuática sobre la que no dejan de ir y venir alados paseantes. El de Las Janas, junto al que se encontró un poblado de la Edad de Hierro, y el del Salto, ambos muy bien equipados, miran hacia las arribes del río Huebra, afluente del Duero.
![caminohierro](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/caminohierro_b8b71889_240319094020_1200x800.jpg)
Camino del Hierro
Antes de penetrar en tierras portuguesas, el río que ha nacido en los Picos de Urbión y desemboca en Oporto, se despide de España pasando junto a un muelle del que parte otro crucero fluvial. A medio camino de Hinojosa del Duero y La Fregeneda, surge la posibilidad de recorrer el Camino del Hierro, un paseo por 20 túneles y 10 puentes, alguno de estos de más de 140 m de longitud. No apto para quienes sufren del peor vértigo, es una inolvidable experiencia de 17 km que sigue el trazado de una antigua vía ferroviaria junto a los cortados del río Águeda. Conviene informarse de las tarifas y horarios antes de venir.
Para comprender mucho mejor todo este territorio, se puede visitar la Casa del Parque El Torreón de Sobradillo, un centro de interpretación alojado en una torre medieval. Su visita es una excusa perfecta para pasear primero por ese pueblo y, después, por Lumbrales. Son ambas localidades de discreto encanto en las que, a la vuelta de las esquinas, surgen sin cesar pequeños y grandes ejemplos de arquitectura tradicional, medieval o neoclásica. En Lumbrales, además, merece la pena visitar el castro de las Merchanas, donde se conserva un verraco vetón muy similar al del puente romano de Salamanca. También su museo arqueológico, en la Torre del Reloj. Y la Casa del Conde, que alberga el Centro de Recepción de Visitantes del Territorio Vetón y que es defendida día y noche por un verraco más, este un jabalí de piedra.
![Ciudad Rodrigo.](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/ciudad-rodrigo_cb967f79_240319092025_1200x800.jpg)
Ciudad Rodrigo
Todo recorrido por el suroeste de Castilla y León debe incluir una visita a Ciudad Rodrigo. Es uno de esos destinos a los que siempre hay que regresar. Pero antes es imprescindible pasar por San Felices de los Gallegos y asomarse a su impresionante castillo, sus ermitas, iglesias y conventos, su alhóndiga, sus plazas de los Caños y de España… En Ciudad Rodrigo otro verraco más hace guardia frente a la fortaleza levantada por Enrique II de Trastámara en 1372. Hoy este castillo aloja un confortable Parador de Turismo.
Forma parte de un sensacional núcleo histórico rodeado por una muralla perfectamente conservada, con más de dos kilómetros de perímetro y hasta seis puertas de acceso. Cuando cigüeñas y vencejos cobran altura sobre ella, aprecian mejor que nadie su planta en forma de estrella… y que en realidad las murallas son dos, solo que muy próximas entre sí.
A falta de poder volar tan alto, el recorrido circular sobre esta defensa es la mejor fórmula para ir contemplando a la vez la fisonomía medieval de esta localidad y los campos que se extienden a su alrededor. También el río Águeda, cruzado hasta el pie del castillo por el Puente Mayor. Si va cayendo la noche y después se explora el Conjunto Histórico Artístico que guarda la muralla, la mirada nunca estará del todo segura de si se ha comenzado a soñar.
![Fachada de la Catedral de Santa María, Ciudad Rodrigo](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/03/19/fachada-de-la-catedral-de-santa-maria-ciudad-rodrigo_59588f93_240319092513_1200x800.jpg)
No cabe sino ese tipo de incredulidad ante la Catedral de Santa María y su alargada plaza de Herrasti, el Palacio de los Águila, las casas del Marqués de Cerralbo, de Los Vázquez y de la Marquesa de Cartago, el Hospital de la Pasión, la Plaza Mayor… Y frente a multitud de otros edificios en plazas y calles que se antojan mágicas.
Para celebrar tanta hermosura, no hay como probar en algún momento del paseo los célebres farinatos (embutido de manteca de cerdo, pan migado, pimentón y especias) y las patatas meneás o revolconas (una especie de puré con tropezones, aceite aromatizado con ajos y pimentón de la Vera dulce y picante), una tapa habitual en los bares de Ciudad Rodrigo, pero también de Salamanca y Ávila.
La mejor manera de abandonar Ciudad Rodrigo es a través de la Puerta del Conde. Al franquearla se inicia la ruta que durante siglos tantas gentes tomaron rumbo a Salamanca. Allá les esperaba esa vista hoy imperecedera de la ciudad; luego descendían hacia el Tormes, cruzaban el puente romano y se adentraban en el entramado salmantino, tan venerable como vital.