De Extremadura se dice que es tierra de conquistadores. De hombres que se embarcaron hacia las américas en busca de fortuna y que a menudo no alcanzaron más que destinos trágicos. Su gran emperador Carlos V, qué ironía, eligió acabar sus días retirado al norte de esta comunidad, en la comarca cacereña de La Vera. Pocos datos pueden vender mejor este jardín del Edén, que le debe casi todo a la generosa sierra de Gredos: por un lado lo protege de los fríos vientos del norte, y por otro lo riega para que sus numerosos días de sol anuales conviertan su tierra en una deliciosa frutería.
Al norte de la comarca, las cumbres se acercan a los 2.500 m de altitud, mientras que al sur, la vega del Tiétar discurre a menos de 300 m. A estos dos universos radicalmente distintos los separan, en línea recta, unas irrisorias distancias de entre 15 y 20 km. Por eso, la seña de identidad de La Vera son sus gargantas graníticas –se contabilizan hasta 46– con bellísimos saltos de agua y cientos de remansos mágicos que, en conjunto, conforman uno de los tesoros estivales mejor guardados de la España de interior.
De oriente a occidente desde Madrigal de la Vera
Desde Madrigal de la Vera, en el extremo oriental de la comarca, comienza un viaje con destino al monasterio de San Jerónimo de Yuste, donde el emperador Carlos V se retiró a pasar sus últimos días. La luz de guía será la carretera EX-203, espina dorsal de la comarca, que discurre entre el Tiétar y Gredos, a una prudente distancia de ambos. Pero antes de dejar Madrigal, habría que hacer un bautismo de aguas frías en la garganta de Alardos. Su cara más accesible es la piscina natural que queda bajo su puente de origen romano –como pieza de la calzada del Puerto del Pico–, aunque la garganta es más mágica aguas arriba; los que se atrevan a llegar hasta su nacimiento, estarían a tiro de piedra del pico Almanzor y de las célebres Cinco Lagunas de Gredos.
![Valverde de la Vera](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/03/valverde-de-la-vera_cc763da4_240403164717_1200x1600.jpg)
No es exagerado decir que La Vera es un vergel donde el calor y la humedad se mezclan para llevar el campo de cultivo a su mejor versión. Y para dejar constancia, a medio camino entre las encantadoras Valverde de La Vera y Losar de La Vera encontramos un testimonio algo dramático: el Centro de Interpretación del Paludismo de Losar de La Vera. Situado en una pequeña casa rústica, aspira a dar a conocer el impacto que tuvo la malaria en nuestra sociedad y cómo se consiguió erradicar. No es casual su ubicación, ya que en 1920 el valle del Tiétar fue el lugar elegido para la creación del primer centro experimental contra el paludismo de España, ya que la enfermedad llevaba siglos castigando a sus gentes, y que de hecho fue la causa de la muerte del mismísimo Carlos V, que la contrajo en el Monasterio de Yuste.
![Madrigal de La Vera](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/05/madrigal-de-la-vera_d870ff23_240405130249_1200x800.jpg)
A escobazos por Jarandilla de la Vera
Poco antes de llegar a Losar de La Vera, se habrá pasado por el puente de Cuartos, que cruza otra de las gargantas más buscadas de La Vera. Este paso de agua, que es también una zona de baño muy popular, marca uno de los tramos más placenteros de la EX-203, flanqueada por campos de cultivo, y que culmina en una de las dos grandes capitales oficiosas de la región: Jarandilla de la Vera. En este viaje que definen los caprichos de Carlos V, se hace obligatorio un alto en el camino en su castillo-palacio de los condes de Oropesa, el lugar en que el emperador vivió mientras acababan las obras de su palacio junto al monasterio de Yuste. Se trata de una fortaleza de fantasía del siglo XV exquisitamente reconvertida en Parador, y cuyo patio de armas con palmeras y arquería nos transporta a exóticos escenarios del norte de África.
![Jarandilla](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/03/jarandilla_e23a35c5_240403172332_1200x800.jpg)
Al sur del municipio y ocupando una ermita desacralizada del siglo XVII, el Museo de los Escobazos tiene un nombre con un poder de atracción irresistible. Está dedicado a la festividad más genuina de La Vera, que se celebra cada 7 de diciembre con una guerra de escobas que terminan, ya de noche, sirviendo como espectaculares antorchas.
Al inicio del viaje, en Madrigal de la Vera, a nuestra derecha emergían las cumbres más altas de Gredos. Poco a poco parecían ir perdiendo altura, pero a la altura de Jarandilla, la sierra repunta y nos reserva una sorpresa en forma de una de sus mejores gargantas: la de Jaranda. Por eso, antes de poner rumbo al destino final, el monasterio de Yuste, toca desviarse montaña arriba, hacia Guijo de Santa Bárbara, donde el famoso charco del Trabuquete puede suponer una de las excursiones más coquetas de la comarca. Los valientes de nuevo podrían acercarse al nacimiento de la garganta para asomarse a otro de los grandes parajes de Gredos: en este caso, al de las Cuatro Lagunas.
![Monasterio de San Jerónimo de Yuste](https://viajes.nationalgeographic.com.es/medio/2024/04/03/monasterio-de-san-jeronimo-de-yuste_f79f3a94_2280662969_240403165211_1200x848.jpg)
Los últimos días del emperador Carlos V
La localidad de Cuacos de Yuste es la capital de la mancomunidad de La Vera, a pesar de que suma solo un décimo de la población de municipios como Jarandilla o Jaraíz. Pero lo suyo es cuestión de galones, ya que en su término se encuentra el ansiado Monasterio de San Jerónimo de Yuste, una de las joyas del Patrimonio Nacional. Previo paso por la encantadora plaza ovalada de Juan de Austria, subimos hacia el monumento que se construyó originalmente en el año 1409 y que fue elegido por el emperador Carlos I de España y V de Alemania para pasar sus últimos días… no sin antes aplicarle una severa ampliación, ya que este –y su séquito de unos 60 individuos– buscaba una vida monacal, pero no tanto.
El monasterio todavía conserva la iglesia y el claustro góticos del siglo XV, pero cobró su aspecto actual en el año 1556, cuando ganó el palacio del emperador, en el que este pasaría los dos últimos años de su vida, y en el que recibiría visitas tan sonadas como el de su hijo, ya coronado, Felipe II. Llama la atención el Cuarto Real, desde el que el monarca podía asistir a misa encamado, pero sobre todo el conjunto que forma el monumento y sus jardines con la sierra de Gredos como telón de fondo.