Cuando Liudmila se levantó a la una y media de la madrugada del 26 de abril de 1986, fue al baño y antes de volver a la cama donde dormía su esposo, el bombero Vasili Ignatenko, pasó por la cocina. Desde la ventana del salón de su apartamento de recién casados que habían decorado recientemente con papel pintado, se vio un resplandor a lo lejos, y a los pocos segundos, el ruido de una explosión como si quisiera barrerlo todo. Y, de hecho, sí barrió con todo. Acababa de explotar el reactor de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin: estaba teniendo lugar la mayor catástrofe nuclear de la historia. Vasili era bombero en Chernóbil y aquella misma noche le tocó acudir a la central nuclear: “Hay un incendio — le dijo a Liudmila —. Volveré pronto”, pero ya nunca volvió.
El planeta se asomó al precipicio aquellos fatídicos días. Se había alcanzado lo nunca visto: el equivalente a 500 bombas de Hiroshima. La serie Chernobyl, producida por HBO, devolvió a la actualidad el accidente con éxito; tal vez porque, como dijo la Nobel Svetlana Alexiévich, “Chernóbil es un enigma que aún debemos descifrar. Un signo que no sabemos leer”. Por eso hay que seguir volviendo a Chernóbil, aunque algunos se lo tomen literalmente y pisen territorio contaminado en tours turísticos.
El detonante seriéfilo
Treinta y ocho años después del trágico accidente, se han incrementado las visitas a Chernóbil. Y esta vez toda la culpa la tiene la serie de HBO. El éxito de Chernobyl fue mundial y fulminante, rápido como una nube nuclear recorriendo el planeta impulsada por los vientos. No es para menos con la ambientación, la fotografía y el guión con el que se cuenta. La mezcla entre falso documental y drama presenta la realidad como si fuera una historia de terror. Ya se ha convertido en la serie mejor valorada de la historia en el portal de IMDb, por delante de Breaking Bad.
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EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA TIERRA
Así se describe en la serie el techo de la central. Hoy, además, el peligro de visitar la zona viene de la guerra en Ucrania. Construir un sarcófago de hormigón para el núcleo fue lo más complicado tras el accidente. En su momento, nadie sabía cuánto duraría. La destrucción de ese armazón habría desencadenado consecuencias aún más terribles que las de 1986. En noviembre de 2016, treinta años después de la tragedia, se logró inaugurar el nuevo sarcófago, la estructura móvil más grande del mundo. La construcción la financió el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo con la colaboración de 28 países que aportaron 1.417 millones de euros. Hoy es uno de los enclaves principales de todos los tours de Chernóbil. A pesar de toda la inversión, el nuevo sarcófago se estima que tenga una vida útil de sólo 100 años.
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PRIPYAT (UN ESCENARIO APOCALÍPTICO)
La Unión Soviética no había logrado llevar a un hombre a la Luna, así que en la época, el dominio de la energía atómica era lo único que le quedaba para sacar pecho como potencia mundial. Era tanta la confianza en su tecnología nuclear, que decidieron construir toda una ciudad a sólo 10 minutos en coche de la propia central. Esa ciudad se llamó Pripyat. Tras 36 horas largas del accidente, fue evacuada: unos 1.200 autobuses del ejército soviético se llevaron a las cerca de 50.000 personas que vivían allí. Actualmente, es una ciudad fantasma en la que la vegetación cubre los escombros de los edificios en ruinas como si nada letal estuviera pasando allí. En la ciudad apocalíptica, los turistas visitan varios enclaves como ‘El puente de la muerte’, el hospital, el ayuntamiento, el Boulevard de Lenin, la misteriosa fábrica de Júpiter, la estación de autobuses o el hotel Polissya.
Los únicos habitantes de Chernóbil
La zona de exclusión de Chernóbil es un páramo desolado, el decorado perfecto para cualquier película o serie apocalíptica si no fuera porque todo está contaminado por radionúclidos letales. Sólo unos pocos ancianos se atrevieron a volver, son los llamados ‘samosioli’, algo así como okupas nucleares. Decidieron que no había nada como el hogar aunque fuera tierra quemada. Se calcula que quedan unas 300 personas viviendo en aldeas semiabandonadas en la zona de exclusión. Por supuesto, a ninguno de los turistas se les ocurre probar las conservas que hacen. Se entiende que con tales circunstancias, los productores de la serie escogieran escenarios de Lituania para rodar las escenas de exterior.
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SOL, MÁSCARA… ¿Y LA RADIACIÓN?
La zona muerta es un área de 30 kilómetros alrededor del reactor de Chernóbil que fue evacuada. La paradoja es que el lugar del que escaparon miles de personas, ahora atrae a todo tipo de turistas. Son los aficionados al ‘turismo dark’, término con el que se refirieron los profesores John Lennon y Malcolm Foley de la Universidad Escocesa de Glasgow a la atracción por los lugares siniestros como Auschwitz o el Centro Memorial al Genocidio en Murambi, Ruanda. Más allá del morbo, lecciones de historia.
Los operadores de los tours afirman que no hay peligro y que se controlan las rutas más seguras por donde pasan los turistas. Según publicitan, un viaje de dos días en estos lugares irradia al cuerpo humano la misma cantidad de rayos X que un examen médico. De hecho, dicen que es comparable a la radiación cósmica a la que se exponen los viajeros de un avión.
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TODO UN SÍMBOLO
Los exteriores de Chernóbil son desoladores: edificios de viviendas, plazas, la oficina de policía, las calles abandonadas… Pero entre los lugares visitados en los tours hay uno que simboliza todo lo que significó el accidente nuclear: el parque de atracciones y la noria de Pripyat. El 1 de mayo de 1986, Día del Trabajador en la URSS, estaba prevista su inauguración. Los niños estaban impacientes desde hacía semanas, pero para todos los habitantes ese año el calendario solo llegó al 26 de abril. Ahí quedó la noria sin estrenar, girando las cestas sólo empujadas por el viento. Se detuvo como el tiempo, creando esa extraña sensación, como dijo Svetlana Alexiévich, de no saber si lo visto se trata más del pasado o del futuro.